Udaipur – Rip Tom Wilkinson
Por alguna extraña razón, hay cosas de las que te apetece escribir y otras que no, y casi diría o hablaría incluso de que hay momentos para ello. Hubiera deseado sentarme y escribir algo de Sean Connery, Burt Bacharach o Michel Legrand cuando se nos fueron, por poner tres ejemplos, pero por la razón que fuese, aquel no era el momento, y sin embargo si lo fue para Elli Wallach, Billy Goldenberg o, ahora, Tom Wilkinson.
Wilkinson era uno de esos actores que siempre constituían un reclamo para ver una película; su presencia magnética, su porte, sus personajes, esa mirada, … en general, su presencia, que llenaba la pantalla de una forma como pocas veces vi en los últimos 20-30 años.
Sería injusto decir que, con la dilata carrera que tuvo el actor, mi punto de mira se fijase con su presencia en The Full Monthy (1996), pero es un hecho incontestable. Aquella maravillosa y divertida película británica llena de increíbles actuaciones y un excelente guion (además de la divertida y sorprendentemente oscarizada partitura de Anne Dudley) me tocó la fibra.
Luego descubriría que ya lo había visto en alguna película anterior, como The Ghost and the Darkness o In the Name of the Father, pero The Full Monthy fue mi bautizo con Wilkinson.
Era imposible no empatizar con alguno de los personajes de aquella película, desde el divertido y descarado Robert Carlyle hasta el rígido y estirado Tom Wilkinson, quizás el personaje más realista de todos ellos. Esa cercanía y humanidad que desprendía cada uno de ellos, una adorable y entrañable panda de maravillosos perdedores e inadaptados en una Inglaterra industrial deprimida por el paro, fue una de las claves del éxito de la película (y para mí, uno de los factores de enamoramiento por las dotes actorales tanto de Wilkinson como de Carlyle).
Desde ese momento, cada película donde coincidíamos era siempre una celebración, fuese de villano (brutal en Batman Begins o especialmente en The Patriot, compartiendo cartel y título con otro grandísimo actor, Jason Isaac), de padre atormentado (justísima nominación al Oscar por la brutal In the Bedroom, su única nominación al Oscar junto con la de secundario para el brillante thriller Michael Clayton) o de padre católico también atormentado (en una de mis películas de terror favoritas, The Exorcism of Emily Rose, con un Christopher Young inspiradísimo).
Hacía cada personaje suyo con una mirada de picardía (Duplicity), de tormento (The Debt) o de malicia (la primera entrega de Rush Hour), brillando con luz propia en todo tipo de películas, como la maravillosa e infravalorada Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Olvídate de Mí, 2004), al lado de un reparto en estado de gracia (Jim Carrey, Kate Winslet, Elijah Wood, Mark Ruffalo o Kirsten Dunst).
Y muchos más personajes, tanto en películas como en series (incluso prestando su voz a la miniserie Watership Down, con música de Federico Jusid), un legado cinematográfico para recorrer una y otra y disfrutar a lo largo de nuestra vida (al menos de la mía).
Pero quizás haya una, por muchas razones, que pueda resumir a modo de epitafio la carrera de este grandísimo actor británico, y es la maravillosa y cálida The Best Exotic Marigold Hotel (El Exótico Hotel Marigold, 2011), dirigida por John Madden (autor también de la divertida aunque inferior secuela) y con un reparto de escándalo (Bill Nighy, Judi Dench, Dev Patel, Maggie Smith o nuestro Tom Wilkinson).
La banda sonora, una maravillosa mezcla percusiva llena de calidez, emoción y tonos étnicos (hindúes a más señas), correría a cargo del gran Thomas Newman, con quien Wilkinson coincidiría en no pocas ocasiones (Oscar and Lucinda, The Debt, In the Bedroom o la película que nos ocupa).
Hay momentos gloriosos, como los créditos de inicio, toda una declaración musical de intenciones, la escena de los Tuk Tuk o el momento de la cena (todo un asalto a los sentidos), pero hay una escena que creo que es el núcleo de la película y que tiene que ver con el personaje de Wilkinson (ojo, alerta spoiler, advertido estás).
Tom Wilkinson interpreta al juez Graham Daswood, que decide retirarse y huir a la India a Jaipur, donde vivió durante su infancia, con el objetivo de reencontrarse con el amor de su vida, otro chico hindú.
Allí descubre que vive y que se ha casado con una mujer, teniendo su propia familia, pero donde hubo cenizas… La película navega por toda una gama de personajes que están buscando su sitio en un viaje de placer y acabarán encontrando, a su manera, su lugar. Pero el bueno de Wilkinson es todo lo contrario, huye de su país para irse al lugar donde realmente quiere estar, tiene las ideas claras.
Habiendo cumplido su sueño, volver a contactar con el amor de su vida, asistimos al fallecimiento del juez, plácidamente descansando en una especie de columpio, a consecuencia de unas dolencias cardíacas que tenía.
Si algo no puede negarse de Thomas Newman es su INNATA CAPACIDAD para conectar emocionalmente con los personajes y las emociones, y la música que brinda a modo de epitafio al funeral del juez es una bella pieza elegiaca que entronca perfectamente con el descanso de un hombre que vivió una vida alejada de lo que el realmente deseaba, pero que finalmente, de alguna forma, se ha redimido para reconectarse con sus orígenes y sus emociones.
Udaipur es un digno broche musical para cerrar ese pulso emocional de un actor que siempre estuvo comprometido fuese cual fuese la película, dando lo mejor de sí mismo, hasta el último momento. Solo espero y deseo que hay encontrado la paz que su personaje encontró en el Exótico Hotel Marigold. Mientras, desearle lo mejor, disfrutando de un actor único e irrepetible, one of a kind.
Bon Voyage, Mr Wilkinson