In Memoriam: John Le Carré

Escrito por , el 19 diciembre 2020 | Publicado en Apuntes

Stephen King abrió una pronta madurez en los albores de mi juventud (aka el fin de mi infancia); con tan 10-11 años, servidor comenzó a catar libros como Carrie, La Zona Muerta, El Misterio de Salem’s Lot o El Resplandor. Pero fue con autores como Arthur C. Clarke, Isaac Asimov o, especialmente, John Le Carré, con quienes terminé cimentando mi amor eterno por la literatura (algo de culpa tuvo un amigo, Carlos Mulas).

El Espía que Surgió del Frío emergió como un puntal de realidad dolorosa e incómoda para mí; el final del libro, como el de la película, es demoledor, personas al servicio del sistema, de gobiernos, de intereses, peones en una partida infinita de ajedrez sin gloria, con poco que ganar y todo por perder.

John Le Carré no se casaba con nadie, y sus novelas, frías y realistas, secas y sin apenas concesiones, te hablaban de un mundo cruel y caníbal, que devoraba a los débiles sin compasión, consumiendo el alma de todo aquel que se cruzase en el camino de las maquinarias y las maquinaciones gubernamentales.

Alec Leamas fue el primer antihéroe de la edad dorada que sembró Le Carré en la literatura, con las duras facciones de un Richard Burton entregado (y una fría, melancólica y maravillosa partitura de Sol Kaplan). Leamas representaba el alma desangelado del espía servicial y comprometido, pequeña e insignificante pieza de un engranaje que causaba auténtico vértigo por su complejidad.

Los antihéroes como Leamas llegaban en una época donde James Bond con su glamour y sus aventuras de espías enamoraban al personal. Carré representaba todo lo opuesto a ese glamour; todo era frío y seco, sin apenas disparos o muertos (y mucho menos explosiones o persecuciones por dosquier).Cuando llegaba la muerte, siempre lo hacía de una forma cruel, dura y realista, y era justo en ese momento cuando el inventario de personajes del universo de John Le Carré se daba cuenta de la futilidad de todo, de que casi todo carece de sentido, y de que nada merece la pena, ni la patria tan mal vendida y exaltada por todos los bandos con los que a muchos se les llena la boca.

¿Y que es, finalmente, la patria? La patria, como nos descubre Barley (un gran Sean Connery) en el final de la maravillosa The Russia House (La Casa Rusia, 1990), es la familia, son tus amigos de verdad… en resumen, son tus seres queridos. Algo que también descubre tarde un desolado Ralph Fiennes en The Constant Garden (El Jardinero Fiel, 2005) al final de su recorrido en la película; ya nada importa, solo el calor de tus seres queridos, antes de que la inevitable y fría sombra de la muerte engulla todo.

Quizás fuese Smiley (maravillosamente interpretado por un inmenso Gary Oldman, en uno de sus mejores papeles, aunque Sir Alec Guiness también lo bordase) el personaje que mejor representase el Universo de John Le Carré a lo largo de varias novelas, películas y miniseries, un tipo de rostro hierático, conciso y lacónico, de una precisión extraordinaria a la hora de gestionar todos los asuntos derivados del espionaje, en las antípodas de sus habilidades sociales (magnífico el retrato que Carré le da en Tinker Tailor Soldier Spy).

Y detrás de todo el universo de literatura, y por ende del cinematográfico, se encuentran algunas de las mejores partituras del thriller de los últimos años, como las maravillosas aportaciones de Alberto Iglesias (ambas, no por casualidad, nominadas al Oscar), o nombres como el de Jerry Goldsmith, Dave Grusin (su excelente trabajo en The Little Drummer Girl aún sigue sin editar), Víctor Reyes, Quincy Jones o la infravalorada barbaridad musical que escribió Shaun Davey para The Tailor of Panamá (El Sastre de Panamá, 2001), una película de John Boorman con un Pierce Brosnan y un Geoffrey Rush en estado de gracia y con muy mala leche.

Y todas estas complejas tramas de espionaje, desde la rama más clásica a los temas más modernos y actualizados con los tiempos que corren (el telón de acero, la caída del muro de Berlín, los patios traseros de los EE.UU., la corrupción de la City londinense, la mafia rusa, las drogas, el poder de las farmacéuticas, la explotación del tercer mundo…), venían de la mente y el corazón de un viejo miembro del MI5 y el MI6, que le proporcionó un auténtico «background» para sus novelas, con una infinita humildad (no le gustaban premios ni distinciones de ningún tipo, huía de ellos, quizás consciente de que había problemas más importantes en el mundo que toda la parafernalia y el glamour de los reconocimientos).

Esa humildad y sencillez resultaban un magistral contraste con su maravillosa habilidad para construir complejos y fascinante puzzles argumentales con sus tramas, la razón principal por la que desde aquí deseo rendir tributo a uno de mis héroes personales. Novelas como El Topo, El Espía que Surgió del Frío o La Casa Rusia me hicieron descubrir a uno de los mejores escritores que he tenido el placer de leer, exigiéndome concentración absoluta para ir construyendo poco a poco el tapiz de tramas y subtramas que Carré proporcionaba con la historia y sus personajes, y sin ningún tipo de concesión, reinando siempre el sentido trágico de la vida, de personajes que se ven engullidos por las circunstancias, por sus trabajos, por sus «obligaciones», por la burocracia de sus jefes o gobiernos.

Pero también, finalmente, a veces hay luz al final del túnel, donde nuestros antihéroes logran encontrar una vía para la redención, como ese Barley esperando en Lisboa por Katya con uno de los mejores cierres musicales de la carrera de Jerry Goldsmith (cautivador, cálido y emotivo, con ritmos jazzys maravillosos), la bellísima pieza musical que Alberto Iglesias compuso para la delicada y preciosa escena de la bañera de Tessa, o esa fantástica  mirada cómplice y enamorada del «sastre» y su esposa (bellísima Jamie Lee Curtis) en el final de The Tailor of Panamá, con la excepcional música de Shaun Davey.

Sé donde encontrarte y disfrutarte, un campo fértil de tramas llenos de humanidad, de dolor y de miserias, de cinismo e hipocresía, pero también esperanzas, la de que alguna vez el individuo pueda golpear a esa cruel maquinaria gubernamental o de poder (capos mafiosos, multinacionales..) que no para de engullir personas y escupir salvajemente los desperdicios de sus sueños y sus almas destrozadas, devorado todo ello sin compasión.

Tu voz se ha apagado para siempre, pero tu huella ha quedado para la posteridad a través de tus inmortales palabras y tus maravillosos personajes, tan imperfectos y humanos como los que nos rodean en la vida diaria. Bon Voyage!

Frases para el Recuerdo

  • Algunas personas han recibido la maldición de una cantidad excesiva de lealtad, pues podría llegar un día en que no les quedara nada a lo que servir (La Casa Rusia, 1989)
  • El espionaje tiene una sola ley moral: se justifica por los resultados (El Espía que Surgió del Frío, 1963)
  • ¿Sabes lo que es el amor? Te lo voy a decir: es todo aquello que aún puedes traicionar (El Espejo de los Espías, 1965)
  • Cuantas más identidades tiene un hombre, más expresa la persona que oculta (El Topo, 1974)
  • Un escritorio es un lugar peligroso desde el que ver el mundo (El Honorable Colegial, 1977)
  • Algunas empresas farmacéuticas son traficantes de armas disfrazados (El Jardinero Fiel, 2001)
  • ¿Cuál es la diferencia, me pregunto yo, entre un país que encierra en la cárcel a unas cuantas personas de más y un país que deja en libertad a sus gángsters? (La Casa Rusia, 1989)
  • Sólo creería lo que pudiera escribirse en una tarjeta postal. (El Topo, 1974)
  • ¿Qué es supervivencia? Una infinita capacidad de sospecha. (El Topo, 1974)

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