El Final de un Trayecto

Escrito por , el 24 junio 2015 | Publicado en Apuntes

¿En cuantas ocasiones nos ha hecho llorar, verdad? Pero esta vez es distinto. James Horner era el más especial. Siempre lo fue. A unos les gustaba más que a otros, pero aún así Horner seguía siendo el más especial. Su música, que debería escribirse con mayúsculas, y debía y debe escucharse con mayúsculas también, era más que de ningún otro compositor, suya. Pero personalmente, no era sólo música, dado que sea lo que fuere ha estado ahí dentro desde que tenía ocho años. 1988, sabes. ¿Te lo imaginas? Se me ocurren muchas cursiladas que en estos momentos tienen pase, que incluso dejan de ser cursiladas por unos días, pero luego para algunos lo serán. Y no me apetece eso. El cuerpo me pide explicarle a la gente que la música de Horner era para mí y para mucha gente amor, sin caer en sentimentalismos, aunque estén permitidos. Pero con la alegría de saber lo que hemos compartido.

Con suficiente sensibilidad sabrás de lo que hablo. Hace sólo un par de meses escribía entusiasmado sobre El último lobo, porque entusiasmado, como un niño el día de reyes, recibía cada obra de Horner, hoy y ya para siempre James. Y eso ha llegado a su fin. Es duro asimilarlo, porque todo se ve distinto desde este sitio. Este sitio en el que ya no está James Horner. Ya no está James Horner. Cuesta creerlo. El mundo, sin James, para muchos y para mí, es un sitio diferente. Pero no peor. Todo lo contrario. ¿Suena raro? No lo es.

El mundo es mejor hoy que James ya no está. Porque es mil veces mejor que cuando el todavía no había estado en él. Lo ha hecho mejor cada día. Él ha estado, y a mí me ha cambiado la vida. Y sé que a muchos otros. Me emociono por cosas que de otro modo no hubiera reconocido. Su música me ha provocado sentimientos que antes estaban pero no se asomaban. Soy como soy por la forma en que determinadas experiencias han calado en mi corazón. Y de ellas la música de James ha sido un sedimento firme, alegre, y sobre todo cariñoso. Un pilar de mi existencia, francamente. Hasta un refugio. Pero todo tiene un final, es duro.

Escribo esto y me acuerdo de mi amigo Fernando Ayuso. La única persona en el mundo a la que al mirarla a los ojos por primera vez supe que sentía exactamente lo mismo que siento yo por James. Fue una alegría inmensa conocerle. Me vienen a la mente los muchos amigos que he hecho y con los que he compartido su música. Están Rubén, Edu, Mulas y Berto, quienes me han aguantado más de lo recomendable mis charlas sobre Horner. Y Rodrigo y Vanesa, porque para ellos era un pedazo de su vida, seguro. Está Óscar, que lo sentía en el corazón. Jean Baptist y Etienne, que lo amaban como yo. Muchos de ellos lo están pasando mal, pero quiero decirles que estoy convencido de una cosa: si algo define a los finales es que no se sabe cuando tienen lugar, eso ya lo saben, pero aún más bello, que no se sabe a dónde conducen.

James ha llegado al final de su camino, y nos parece que nos ha dejado en mitad del nuestro. Pero esa crueldad, ese sentimiento de ser incapaz de quedarnos en un “echar de menos”, sólo se cura con la fe, no, con el convencimiento, de que el final conduce hacia algo aún más bello, que desconocemos. Sólo con la humildad de que no somos dioses, que no nos hicimos a nosotros mismos, y que no acabamos en nosotros mismos, se puede entender. Y esto llámalo religiosidad, espiritualidad, o como tú quieras. Desconozco si él era creyente o no. Pero yo le pido a Dios que le abra las puertas del cielo, porque de hacer amor se trata. Y la voz de James Horner ha sido amor.

Me acuerdo ahora de esa escena y ese corte de “La tormenta perfecta”, “No hay adiós, sólo amor”. ¿Os dais cuenta? Hasta pronto James.

Braulio, 23/6/2015