Mi Banda Sonora Favorita de… JOHN WILLIAMS
John Williams pisa Europa y durante estas dos décadas la única oportunidad de poder verlo era cruzar el charco así que, al margen de este momento tan especial donde el maestro ha querido hacerse querer también por lo aficionados del viejo continente, desde AsturScore hemos aprovechado esta ocasión especial para rendirle un sentido homenaje pensando en cual es nuestra banda sonora favorita del neoyorkino.
Con la intención de salirnos un poco de la rutina y la facilidad de tirar de sus trabajos más icónicos, los conocidos por el gran público, nos hemos planteado el pequeño reto de tirar por lo más intimo y haceros descubrir otras bandas sonoras, no exentas de la calidad y maestría que atesoran. Quizás no sean las más conocidas por el público en general, que siempre figuran en todo concierto homenaje a Williams, pero son nuestras pequeñas joyas en nuestras estanterías de colección.
Desde AsturScore esperemos que os guste nuestras recomendaciones y que podáis disfrutarlas tanto como nosotros.
Daniel Fernández
Lo fácil resultaría apuntar a cualquiera de las bandas sonoras más populares del compositor dirigidas por Steven Spielberg e incluso cualquiera de sus Harry Potter pero desde siempre me han gustado los compositores que se tiran a la piscina, no se conforman y que son capaces de ir más allá de su consabido estilo haciendo cosas que ninguno esperamos.
Tal vez Munich sea una de sus partituras más agrestes, incómodas y duras porque así también es la película. Temas muy directos y agresivos para trasladarnos toda la carga de virulencia contenida en la historia y contrastarlos con uno de los temas del maestro que personalmente más me pone la piel de gallina: un hermoso y desgarrado llanto que pide a gritos una paz que se ahoga ante la propia inercia de los acontecimientos convirtiéndose finalmente en una desesperada y tremendamente melancólica oda a los caídos y al deseo de algo que se antoja tan lejano como imposible.
Este es uno de los trabajos más personales y comprometidos del compositor para la que considero una de las mejores películas de Spielberg y santo y seña para entender uno de los acontecimientos más trágicos en el mundo del deporte.
Fernando Ayuso
Una de las grandezas de ser aficionado a la música de cine es que siempre acabas descubriendo algo nuevo. Y no hablo precisamente de estrenos, sino de bandas sonoras de filmes viejos, y otros que no lo son tanto. Incluso de películas que viste hace mucho, y que ni siquiera su música te llamó especialmente la atención, pero que, años después, tras una revisión, recomendación o simplemente porque entras en una etapa en la que empiezas a valorar un nuevo estilo musical, resulta que le coges el gusto.
Ésta magnífica sensación de la que hablo la he experimentado en numerosas ocasiones, y probablemente es con John Williams con quien más me ha pasado. Un compositor que mejora con los años, dando siempre en su última partitura la mejor versión de sí mismo. Y es que seré de los pocos que considera que el Williams de las tres últimas décadas es el más interesante.
Es por esta razón que al elegir una de sus obras, me decantaría por uno de mis últimos descubrimientos. Ese que incluso conociéndolo desde hace años empiezo a valorar ahora. Hablo de Sabrina, el remake dirigido por Sydney Pollack en 1995 e interpretado por el siempre carismático Harrison Ford. Soy consciente de que en mi adolescencia no supe valorarla, ya que ahora me encuentro con una música delicada y bella, con un esplendoroso uso del piano en un tema principal lleno de matices y al alcance de pocos compositores. Rebosa maestría y también Jazz.
Claramente no es mi Williams favorito. Hay otras bsos que ocuparían ese puesto. Pero tengo claro que sí es de esas que se han ganado un lugar de preferencia.
Berto Pena
Desde niño John Williams ha estado a mi lado. Me crié viendo su música y hay un sinfín de partituras que destacaría. Pero hay una que, por inesperada e impactante, no he dejado de escuchar todos estos años. Y es «The Fury». Para esta poco convencional película de Brian de Palma, Williams hace una música igualmente inusual pero memorable. Hipnótica. No solo hace lo que una buena música de cine debe de hacer en pantalla: estar y no estar, realzar y desaparecer, potenciar y mejorar, sino que también impacta en su escucha aislada.
The Fury tiene solo un año más que Star Wars, y se nota. Su música tiene muchos puntos de coincidencia pero a la vez su propia estructura y un «algo» que yo solo he visto en otra de sus obras maestras de la época: Dracula. Las secciones de viento y cuerda que esperamos de Williams están ahí. Pero al cuadrado, por así decirlo. Inspiran a la vez quietud y confusión, melancolía y tensión, ansiedad y conflicto. Por momentos te sacude y luego te mece. Justo como la historia que relata De Palma. De todos los cortes de la partitura, además claro está del recordado Main Title, siempre me ha impactado Vision on the Stairs; resume en unos pocos minutos toda la violencia, ternura y confusión del film. ¡Gracias por hacerme sentir vivo con tu música!
Eduardo Con
Maestro de maestros, compositor prolífico donde los haya y referencia para los jóvenes compositores que se quieren abrir camino en el difícil mundo de la música de cine. Sin duda alguna, decir John Williams es decir excelencia y eso que cada año, debido a su edad, su producción es menor pero ¡ojo! que menudas joyas que sigue regalándonos al aficionado y séptimo arte en general.
Si tuviese que decantarme por una banda sonora, difícil tarea no lo voy a negar, tengo que saltar a 1999 y elegir el drama biográfico Angela’s Ashes (Las cenizas de Angela) donde el corte Theme From Angela’s Ashes ya es un decálogo de lo que nos vamos a encontrar en esta melancólica y preciosa banda sonora con el sello Williams. En Angela’s Ashes estamos ante el Williams sensible donde cada nota esta escrita en el pentagrama, para que sea interpretada por el piano, vientos y cuerdas, sepa tocarte emocionalmente la fibra. No me extraña que consiguiese el Globo de Oro.
Reconozco que me da pena dejarme en el tintero trabajos de mi época, los 80, como Raiders Of The Lost Ark, Star Wars, E.T. The Extra-Terrestrial,… o mirar un poco más atrás, a los 70, con Superman o el thriller psicológico Images (muy recomendable para mi gusto) pero por desgracia solo pude elegir una.
Óscar Salazar
Si bien la música de cine es un arte más o menos desconocido para el público generalista (incluso para el cinéfilo), la obra de John Williams representa una de las pocas excepciones a la norma. Así y todo, casi siempre se asocia a sus colaboraciones con Steven Spielberg, George Lucas o, en el caso de los más jóvenes, Harry Potter. Sin embargo, antes del sinfonismo de La guerra de las galaxias, el compositor atesora muchas otras composiciones que entran en el campo del folk, el jazzo, directamente, el vanguardismo puro.
Images, película de 1972 de Robert Altman, nos cuenta la historia de una mujer que trata de exorcizar sus demonios, presa de la peor de las esquizofrenias. Casi tanto como la de la música del maestro Williams. Una pequeña agrupación de cuerda (parte de la sinfónica de la BBC), piano (a manos del propio compositor) y percusión (a cargo de Stomu Yamashita) nos trasladan a un lugar muy particular. La música, al igual que el personaje interpretado por Susannah York, bascula entre el lirismo del mundo real y la locura de unas percusiones desatadas.
No, no es el Williams que todos conocemos. Pero es un Williams fresco y experimentador del que tampoco debemos olvidarnos.
Braulio Fernández
Aunque a John Williams lo conoce bien todo el mundo por esas bandas sonoras sinfónicas de grandes sagas que no hace falta ni nombrar, son muchas las obras mucho más intimistas que aún pasando desapercibidas para el gran público, incluso cinéfilo, han dejado huella en el aficionado. En esta lista hay unas cuantas de esas, y yo me sumo a ella con una de mis películas favoritas para las que Williams ha compuesto música, y uno de sus mejores trabajos. Se trata de Siete años en el Tibet (Jean Jacques Annaud, 1997), en la que el Maestro neoyorkino acompaña al protagonista, el escalador austríaco Heinrich Harrer (Brad Pitt), en su descenso a los infiernos, habiendo perdido a su familia e incluso su patria (trata de escalar el Nanga Parbat cuando estalla la Segunda Guerra Mundial), y el resurgir de su espíritu al entrar en contacto con las gentes del Tibet y su intensa manera de sentir el mundo que les rodea.
Williams hace girar su discurso narrativo en torno a un tema principal (uno de los mejores de su carrera en mi opinión) que conecta ambos mundos, el trágico – inevitable, con el espiritual, tan poco evitable, lleno de majestuosidad y lirismo, conferido por el uso frecuente de la trompa en su acompañamiento de la cuerda, harpa y trompeta marcando contrapunto, y el cello del artista Yo-Yo Ma en las rendiciones más sentidas.
Una obra maestra, un viaje para el espectador, para el oyente, tan íntimo y solitario como el que en la película de Annaud hace a Harrer transitar por confrontaciones con la vida tales como la religiosidad, la guerra, el amor, o la paternidad. Williams nos pone un poco más cerca de reflexionar nosotros mismos todo ello.
Rubén Franco
Como Williams, de nombre John, no existe nadie; para el gran público es el compositor más popular, con temas tan reconocibles como Jaws, Superman, Star Wars (aquí hay temas para aburrir, desde el tema central hasta el tema de Darth Vader), Indiana Jones, E.T., Jurassic Park, Harry Potter o la famosa lista de Schindler.
Podría haber elegido cualquiera de ellos, pero entre todos hay uno que destaca por encima de todos por valores sentimentales: Close Encounters of the Third Kind (Encuentros en la Tercera Fase,1977), una de las obras más complejas y experimentales del maestro y una de las películas más personales de Steven Spielberg.
Clásico instantáneo, y nominada a los Oscar el mismo año que Star Wars (cualquiera hubiera sido justa vencedora, y si me apuráis, más la primera), John Williams compone una partitura cuyo comienzo se antoja seco y duro, donde los avistamientos o incluso la abducción del crío contiene música que va desde lo misterioso y etéreo incluso hasta lo siniestro y oscuro. Durante su desarrollo, y con la irrupción de ese famoso motivo de cinco notas, se produce finalmente el mejor contacto jamás visto en una pantalla entre humanos y seres de otro planeta, y ese contacto tiene lugar, como no, con un diálogo musical de OSCAR, fruto del ingenio de un compositor en pleno apogeo, que solo un año después nos golpearía con Superman.
Solo puedo decir dos cosas cada vez que veo ésta película y llego al clímax final; es Williams, principalmente él, quien me lleva al borde de las lágrimas y quien me pone los pelos como escarpias. Su sensibilidad musical, de una belleza sin parangón, hace que todo cobre vida, lo magnifica y le da la dimensión musical que precisa a todos los niveles, sin caer en lo facilón.
Lo que hace John Williams, amigos, es pura magia, esa que se desprende de su batuta cada vez que la agita. Gracias Maestro, gracias por continuar emocionándome con tu música.
Pablo Laspra
Desde que mis padres, allá por el año 92, me regalaran un recopilatorio de lo mejor de John Williams en las películas de Spielberg, empecé a descubrir al gran genio que hoy homenajeamos.
Varias de sus películas me han llamado la atención, más por su buena música que por su trama argumental (que también era buena, pero la música a mi modo de verlo, era mejor). Es dificil escoger sólo una, pero guiándome por una de las que más he escuchado siempre de sus obras maestras, me quedaré con ésta: la tercera parte de la trilogía de Indiana Jones. Y si, he dicho trilogía porque la 4º casi prefiero considerarla un «a parte» más que considerarla como «hermana» de las anteriores
Empezando por el Scherzo para motocicleta y orquesta, creo que de mis top 3 temas preferidos de Williams, donde podemos encontrar (en sus múltiples versiones y re-adaptaciones para concierto) una pieza brillante, con gancho, con una estructura endemoniadamente arrolladora, y sobre todo, con el regusto «Williams» en cada nota. Un scherzo es una de las formas musicales que más me gustan. Desde siempre. Junto con la fantasía y la rapsodia, los scherzos me han atraido por su caracter burlesco, juguetón, bromista (de ahí su nombre), donde las reglas pueden (y a veces deben obligatoriamente) romperse, y sobre todo, por expresar mucho con «muy poco».
El tema principal no deja de ser un tema apasionado que trata de reflejar el escape de Indiana y su padre del castillo donde los nazis los tienen encerrados, a base de formas grotescas e ingeniosas de ir quitándose de en medio a los soldados. Musicalmente, también aparece todo este ingenio. Para ello, incorporará en su desarrollo varios leit motivs escuchados a lo largo de la película, no con un carácter premonitorio ni recordatorio, sino haciéndoles partícipes del desarrollo y desenlace de la huida. Forman parte de la trama, y se deshace de ellos también musicalmente.
Es para mi, una de mis favoritas de Williams, tanto como tema dentro de la película como en su versión para concierto (adaptada hace años para las famosas «Signature Editions»).
Ojalá siga deleitándonos muchos más años con su maravilloso sinfonísmo, y que es bien sabido que ha marcado un antes y un después en la música cinematográfica. Lástima que ahora todos aquellos compositores nuevos que dicen haber «bebido» de su música sean incapaces de crear temas tan bellos, tan expresivos, tan bien estructurados y armonizados, y sobre todo, tan «recordables» como todos los que nos ha aportado este gran maestro.
¡¡Larga vida al rey de reyes!! :)