Memories from the Past: Dracula (Tribute to Kilar)

Escrito por , el 12 enero 2014 | Publicado en Apuntes

Dracula (1992), la adaptación de Francis Ford Coppola (muy libre, sea dicho de paso) del inmortal clásico de Bram Stoker (delito tiene no haberlo leído), fue una película que se estrenó allá por Enero de 1993 en España, levantando pasiones de todo tipo; hay quienes la aborrecían, y hay quienes la disfrutábamos pese a las licencias tomadas (visualmente era una orgía para los ojos, una maravillosa puesta en escena y fotografía, impecable).

Recuerdo aquel Sábado en los cines Hollywood de Gijón por dos razones; la primera, es evidente, descubrí a Wojciech Kilar, y de que manera… La segunda, una anécdota personal que sirvió de aperitivo a la película. Como lo primero no llegó sin producirse lo segundo (¿se me entiende, no?), paso a relatar la historia en orden cronológico.

La Previa: Vamos que nos vamos

Fue un sábado de Enero del 1993, por la tarde, sesión de las 17:00. Dedicimos ir en tropel a ver el Dracula (mi hermano era el que menos interés tenía, pero como ibamos todos, terminó bajando). Aún no había leído por aquel entonces el clásico de Stoker, pero si había visto varias versiones de la novela (mi preferida, hoy por hoy, sigue siendo el Nosferatu de F.W.Murnau de 1922, para que engañarnos, a riesgo de que alguien me llame gafapasta…).

El argumento, el reparto y la dirección eran todo un atractivo (aunque jamás imaginé lo de Kilar, ni en mis mejores sueños), el reclamo perfecto para una horrenda tarde plagada de críos que no paraban de soltar tonterías por la boca y de comportarse como energúmenos (levantándose, corriendo por la sala, comiendo como cerdos, coreando estupideces como «vamos vaquero» en la persecución final a caballo…). De hecho me prometí no volver a sesiones de tarde los fines de semana salvo excepciones. Así que, al irrisorio precio de 375 pesestas (2,25€), nos fuimos a pasar la tarde con Van Helsing, Dracula y compañía.

Meta Volante: Sala Recreativa (La Máquina está tonta)

Llegamos con tiempo por delante, como casi siempre, y siendo los Cine Hollywood, nos fuimos a la sala de recreativos que había allí cerca, a hacer tiempo, que narices.

Que tiempos aquellos, los del Pang, el Golden Axe, el Street Fighter… era otra época, para que mentirnos, una que ya no volverá y que las nuevas generaciones no podrán disfrutar (ahora lo tienes todo al alcance de la mano, con un solo click de ratón, a descargar e instalar).

Allí nos fuimos a echar unas partidillas, al precio de 25 pesetas el crédito, un buen precio, justo como diría el amigo Joaquin Prat. Como eramos de gustos diversos, cada uno buscaba su recreativa. Por ejemplo, yo era mucho del pang o recreativos estilo arcade.

Mi hermano, aquel día, echó partida al Street Fighter (Oooooooriuke!!!). Escogió su jugador y comenzaron los combates; no recuerdo donde le eliminaron, pero al acabar la partida, le dió al botón de continuar y… continuó. Apareció un crédito extra. ¿Y a quien le amarga un dulce, no?

Y de nuevo se repitió el patrón; selección, peleas y game over. Una vez era suerte, y dos era que la máquina iba mal, afortunadamente para el que jugaba. Aburrido de echar partidas solo, y luego contra nosotros, pues había créditos de sobra para jugar, abandonó su mando y nos dijo: «venga, jugar vosotros un poco. La máquina está tonta».

De hecho, mi hermano se replanteó no ir al cine, quedarse jugando al street fighter, comerse una hamburguesa en el mikes de al lado, y esperarnos para cuando saliéramos del cine.

Pero que cosas… varias partidas después, la máquina dejó de estar tonta y no dio más créditos, con lo que el plan de mi hermano se fue al garete, volviendo al plan inicial; ver Drácula. Así que nos fuimos a los Cine Hollywood a sacar las entradas. Y que cosas más curiosas suceden…

Cuando mi hermano se dispuso a pagar con su moneda de 500 pesetas, ésta no aparecía en su bolsillo, y si las 25 pesestas que creía haber metido para jugar al Street Fighter. O dicho de forma, la máquina se puso tontísima con 500 pesestas, tanto para dar 20 créditos (1 por cada 25 pesetas). Sí, de aquella había máquinas que te cogían 500 pesetas.

Risas al margen (el descojone fue generalizado, y la frase «la máquina está tonta» acuñada como un clásico de nuestra juventud), hicimos bote entre todos para pagarle a mi hermano el cine. Que menos, no…

Y allá que nos fuimos.

Drácula – Descubrimiento de Wojciech Kilar

Si, Kilar tenía ya una carrera antes de Drácula (una que yo desconocía, por cierto), pero servidor, como creo que muchísimos aficionados, conocimos a éste señor a través de su excelente trabajo para la peculiar y genial adaptación del clásico de Stoker a través de Copppola (quizás su última gran película).

Todo funcionaba como un reloj; un siempre genial Gary Oldman, su némesis (Anthony Hopkins como Van Helsing), el vestuario, la fotografía, los maquillajes, los efectos especiales (demonios, hasta Keanu Reeves no molestaba)… pero lo de Wojciech Kilar me dejó en fuera de juego.

El temazo de apertura, donde nos presenta parte del material principal, su bellísimo y delicado tema de amor, el magistral tema para la tormenta, el clímax final con los cazadores en persecución, el dramático desenlace, la fiesta de Lucy… era una orgía musical en toda regla, un auténtico despliegue sinfónico de una calidad exquisita.

Ni que decir tiene que, recién salido del cine, me fui directamente a comprarme el score de Drácula a la extinta tienda de Discoteca, en cassette por aquella época (no recuerdo si el mismo sábado, o el lunes), pero fue cuestión de pocos días en todo caso.

Aquella cassette, que aún guardo como oro en paño, me acompañó muchísimos años, hasta que me hice con el CD, una de mis joyas musicales preferidas por excelencia.

Kilar, tristemente, pasó de puntillas en los Oscar, sin nominación alguna, pese a ganar el premio ASCAP de 1993, y estar nominado a los Saturn Awards. Injusticia de aupa, por otro lado, nada nuevo en los Oscar, vamos. Solo hay que ver tremendos varapalos para genios como Jerry Goldsmith, Elmer Bernstein, Bernard Herrmann o Alex North.

Pese a tener un CV en Europa de escándalo, su paso por Drácula le otorgó una segunda juventud de carácter popular entre los aficionados, con un cine de mayor cártel, especialmente asociado a la mano de Roman Polanski en The Ninth Gate (1999), uno de mis trabajos preferidos, The Death and the Maiden (1994) y la aclamada The Pianist (2002), sin olvidarnos de sus trabajos para Jane Campion en The Portrait of a Lady (1996), el drama romántico de carácter histórico Pan Tadeusz (1999) de Andrzej Wajda o el thriller dramático We Own the Night (2007) de James Gray.

Y eso sin olvidarnos de su tremenda obra no cinematográfica, casi nada. Lo dicho, un compositor a descubrir. Aunque, quizás, la obra que me marcase fuese su Dracula de Bram Stoker, donde Kilar se me metió hasta los huesos y se ganó, con total justicia, un hueco en mi corazón y en mi memoria.

Descanse en Paz Maestro.