In Memoriam: Vangelis (el paradigma de la emoción)
Una vez oi que lo que mueve realmente el mundo es la emoción, la humana; es el verdadero motor que hace girar nuestras vidas, nuestros corazones, la que nos hace vibrar, reír o llorar. Dicha emoción se enmascara o materializa de muchas maneras, y cada uno tenemos las nuestras propias, aquellas que hacen que «cada día cuente», como dice el bueno de mi amigo Berto. Y en mi caso, uno de esos factores, inevitablemente, es la música.
Mi vida, de una manera u otra, siempre ha girado en torno a la música; la de cine, está claro, marcó mi personalidad, pero no todo fue música de cine al principio. Viajando con mis padres en coche disfrutaba de Dire Straits, Queen, Eric Clapton, Elton John, Joaquín Sabina, Tino Casal, Status Quo, Supertramp… Y otro elemento motivacional en el ámbito de la emoción que se sumó a la fiesta fue la lectura (el cine, como ya dije antes, queda claro). De hecho pronto comencé a leer cosas de «adultos», como Stephen King (con tan solo 11-12 añitos), y por supuesto, a combinar libros y música.
Así recuerdo, por ejemplo, grabar un viernes de noche en la dos (creo recordar que fue en Alucine) la película Children of the Corn (Los Chicos del Maíz, 1984) en mi video BETA, y leerme el sábado por la mañana la historia corta de Stephen King mientras escuchaba el disco de Supertramp de Greatest Hits. Y cada vez que escucho a este grupo, en concreto aquel disco, me viene a la mente aquella mañana, aquel momento… aquella historia.
VANGELIS es mi pasado más reciente y mi futuro más cercano… es mi presente absoluto. No se entendería gran parte de mi vida sin la música de éste magnífico compositor griego, uno de los padres por antonomasia de la música electrónica moderna (y no tan moderna).
Evángelos Odysséas Papathanassíou, por su nombre completo, nació para sumar en un mundo cada vez más falto de emociones, y en especial de las verdaderas o las sanas, además de para iluminar mi humilde e insignificante vida (no sería mentira si afirmo con total rotundidad que Blade Runner es una de las 10 bandas sonoras que más he escuchado en mi vida, e igual tampoco miento si acoto a 5).
Que todos vamos a pasar por la casilla de salida, dicho así de mal y pronto, es una verdad incuestionable, y que Vangelis tenía 79 años y una salud delicada (el Covid había pasado por allí) es también un hecho incuestionable, pero eso no quita razones para sentir tristeza en la despedida de alguien que te ha dado tanto en tu vida, algo que quizás el desconozca pero que yo si puedo constatar y dar fe de ello.
Así que no he tardado ni una hora desde que salí de mi trabajo para enfrascarme en la tarea de escribir unas pequeñas notas de agradecimiento (visionado de Missing incluido a modo de homenaje). Y en lugar de hacerlo como he hecho algunas veces, a través de un repaso extenso y narrado de su obra (aunque un poquito de ello si que hay), he decidido compartir con vosotros mi experiencia sobre como Vangelis entró en mi vida, y como no saldrá de ella hasta que expire mi último aliento, estoy seguro de ello, como lo estuve cuando falleció otro Grande, Jerry Goldsmith.
Así que si tienes unos minutos de tu vida y ganas, te invito a un pequeño y emotivo viaje (al menos en mi opinión) por lo que Vangelis ha significado para mi. Bienvenidos al paradigma de la emoción, bienvenidos al mundo de Vangelis.
Vangelis y el Sueño de los androides – Comienza el Viaje
Muchas veces he leido u oido aquello de … «es el compositor de tal tema», uno de esos que perdura en el tiempo de lo infinito para convertirse en inmortal. Aquí en España pasó con el tema de Canal + del fútbol (El Día Después), el main title de Jerry Goldsmith para Total Recall (Desafío Total, 1990), o el anuncio del vaquero de Marlboro con el temazo principal de Elmer Bernstein para The Magnificent Seven (Los Siete Magníficos, 1960), o sin estar asociados a nada más que el cine, que se lo digan a John Williams (Indiana Jones, Star Wars, Superman o Tiburón son ejemplos de ello) o Danny Elfman (con el tema de Batman o The Simpsons).
Ya lo decía el bueno de Chris Young en Madrid cuando comentó aquello de que el quería ser recordado por un tema importante y popular, señalando a Trevor Jones, sentado a su lado, por la mención del tema central de The Last of the Mohicans (El Último Mohicano, 1992). Ni que decir tiene que el bueno de Chris no lo necesita para que se le valore como el gran compositor que es, pero se le entiende perfectamente.
Y Vangelis puede presumir de ello, y no de uno solo, sino de varios, pero quizás el más mítico sea el tema central de Chariots of Fire (Carros de Fuego, 1981), uno que ha pasado a la historia de la épica, especialmente la deportiva, y usado en no pocas ceremonias olímpicas o eventos de todo tipo, un momento musical memorable y pegadizo (uno de esos temas retentivos que todo el mundo conoce). Es todo un ejemplo musical de aparente sencillez que representa la superación y el esfuerzo del ser humano con maestría e ingenio, el de un músico inspirado que supo dar con la tecla, que dio con el TEMA, en mayúsculas. De hecho, fue la única vez que Vangelis fue nominado a los Oscar, alzándose vencedor en 1982.
Como todo en la vida, no fue Vangelis el que inició mi idilio con la música de cine (si de gente como Williams con E.T. y Superman, o Goldsmith con Gremlins y Explorers), pero cuando la música de cine ENTRÓ EN MI VIDA para quedarse, Vangelis picó a mi puerta, entró y jamás salió, instalándose cómodamente en el sofá del salón, en un hueco especial y acogedor especialmente reservado para el, y del que tuvo mucha culpa Blade Runner (1982).
La historia de mi amor por Vangelis nace a primerísimos de los 90 (creo recordar que 1991), cuando entré en 1º de BUP y varias conjunciones cósmicas tienen lugar en mi vida, en concreto la colisión de la galaxia de Edu, Mulas y yo (también hubo otras sub galaxias, como mi hermano o Mario, pero nosotros 3 fuimos el núcleo duro).
Aquellos 3 amigos comenzaron a juntarse y a disfrutar del cine y la música, y comenzamos a grabar bandas sonoras de nuestras televisiones y vídeos en nuestras cassettes, y claro está, a también a comprar nuestras primeras «original soundtracks». Y claro, banda sonora nueva comprada, banda sonora nueva grabada. ¿Que Mulas se compraba el LP de The Fly de Howard Shore? Grabación para todo el grupo ¿Que servidor se compraba el CD de Damien : Omen II? Similar proceso. Y corriendo, que es para YA.
Así llegó el turno de aquella extraña (pero entonces disfrutable) regrabación / recreación de la banda sonora de Blade Runner, un disco que se editó en 1982, una adaptación orquestal interpretada por la New American Orchestra (la banda sonora oficial tardaría en editarse, y dicen las malas lenguas por la negativa del compositor ante los desencuentros con Ridley Scott, algo que no es nada nuevo, vamos, viendo casos del pasado como el Alien de Goldsmith o el Legend también de Goldsmith por venir).
Pues bien, aquella cassette que se había comprado Mulas se grabó para todo el grupo, y aunque no era exactamente la música de Vangelis, a mí me servía para escucharla embelesado, cerrando mis ojos y recreando aquel futuro maravilloso (oscuro y sucio, aunque fascinante y evocador, como la música del griego).
Sería años después, en 1994, cuando se lanzaría «oficialmente» la música original, poco después del famoso Director’s Cut de 1992 (curioso el fracaso, como en The Thing, de taquilla de la película, pero como el tiempo ha puesto en su lugar a estas dos joyas, ambas del mismo año), y ya desde aquel preciso instante, puedo asegurar que aquella banda sonora llego para quedarse, siendo objeto de escucha permanente en mi vida (aún llegaría años después el mítico Box Set de 3 CDS de Warner, con un tercer CD 25 aniversario de Vangelis compuesto y mezclado para la ocasión).
Por aquella época comenzaba a pasarme algo que convirtió a la música de cine en uno de mis motores motivacionales, en fuente primaria de EMOCION. Buscaba la soledad y los silencios más absolutos para bucear en la música, para hacer inmersiones emocionales de todo tipo.
Por ejemplo, cuando llegaba el verano, me encantaba poner Papillon (1973), en especial el Gift from the Sea, y tumbarme en la cama de mi habitación, con las ventanas abiertas y las persianas bajadas (pero no del todo), mientras la brisa entraba y me acariciaba el rostro, y sonaba aquella música celestial y maravillosa, pura melodía.
También comenzaba a descubrir al gran Thomas Newman, y sus trabajos en Josh and S.A.M. (1993) o The Linguini Incident (Encadenadamente Tuya, 1991), que comenzaban a servirme para echarme, cerrar los ojos, y relajarme. Su música conectaba conmigo. El Poeta Urbano me gustaba llamarle (de alguna forma sigo creyendo que Thomas Newman es un poeta reconvertido a compositor de cine).
Pero quizás el caso más flagrante y digno de estudio es el mío con Vangelis y Blade Runner. Los que me conocen saben que he sido bastante búho nocturno, me encanta entrar en la noche y alargarla de las formas más diversas, sea viendo una película, leyendo un libro o sentándome a escribir. O simplemente escuchando música…
Y así, muchas veces me he descubierto, ya desde bien joven, en el salón de la casa de mis padres, con las ventanas subidas, las persianas también, a horas tardías ya (desde la medianoche hasta la 1 o 2 de la mañana) y poner el Blade Runner de Vangelis, especialmente dos cortes, Blade Runner Blues y el Memories of Green (especialmente el primero), aunque el Love Theme (que saxo de Dick Morrisey, por el amor de Dios), el Wait for Me o el Rachel’s Song me tienen loquito, literalmente.
Recuerdo poner ese magistral Blues de casi diez minutos, cerrar los ojos y asomarme por la ventana… y sentir el frío y cálido abrazo de la noche y la música de Vangelis, trasladándome mentalmente al esplendor nocturno de Los Ángeles de 2019.
La música, siempre a un volumen razonablemente bajo para no molestar a nadie, me invadía y poseía mi espacio emocional, y en más de una ocasión me encontré al borde de las lágrimas, o inspirando y expirando profundamente, con los ojos cerrados, disfrutando de la nada más absoluta y placentera, un silencio musical nocturno que iluminaba mi existencia (los pequeños detalles que hacen más GRANDE tu vida).
Hasta el 2001 estudié Empresariales y ADE, y a partir del 2001 mi vida fue laboral, y siempre, en todo momento, ha estado presente el Blade Runner de Vangelis, por motivos de relajación, porque me acompañaba en mis paseos o en mis lecturas, o incluso en mis quehaceres de casa o como compañía en mis trabajos. Aún recuerdo muchas noches de trabajo en la Asesoría con Vangelis, y no solo con Blade Runner… Incluso le dedicamos un artículo especial en AsturScore en el 30 aniversario.
Por cierto, otro ejemplo más de la conciencia popular puede ser aplicada con esta banda sonora; su espectacular tema final, los end titles, fue utilizado por Televisión Española como sintonía a del programa de los sábados Informe Semanal. Casi Nada.
Aquella banda sonora me abrió una puerta musical al universo cinematográfico y no cinematrográfico de Vangelis, y no hablamos de Chariots of Fire, la evidente… hablamos de muchísimas más legiones musicales de placer inmenso, como veremos a continuación.
De la Conquista del Paraíso a la Conquista Espacial
Como dije antes, Vangelis se convirtió en inmortal con su himno olímpico y deportivo de sus Carros de Fuego, y poco después alcanzó la gloria con Blade Runner (la verdadera inmortalidad cinematográfica para los que amamos el cine, y de paso la ciencia ficción). Pero el nombre de Vangelis se asoció a excelentes películas de gran calidad, donde destaca una de ellas por encima de casi todas en los 80, Missing (Desparecido, 1982), una obra Maestra dirigida por Costa-Gavras y basada en hechos reales (una película muy dura y ganadora del Oscar al mejor guión adaptado).
Todo esta inmenso, y Vangelis ofrece una partitura que evoca el dolor de los crímenes de Chile, pero también la emoción de un padre y su nuera por encontrar al hijo/marido de ambos (el tema central, precioso y maravilloso, es un clásico de Vangelis, cerrando la película a modo de coda final). Es, probablemente, la película de mayor prestigio crítico junto con Carros de Fuego en la que ha participado el griego (sin olvidarnos de Blade Runner).
Pese a que los 80 fueron, junto con los 70, un terreno fértil en términos musicales para Vangelis, si seguimos mi mapa emocional con el griego la siguiente parada tras Blade Runner y Chariots of Fire es, de nuevo, otra película de Ridley Scott, titulada 1492: Conquest of Paradise (1492: La Conquista del Paraíso, 1992).
Aprovechando aquello del centenario (500 años así, a la voz de pronto), se hicieron hasta dos películas, y según con quien hables, te dirá prefiero esta, aquella, las dos o ninguna… Por supuesto, en términos técnicos, no hay color con respecto a Scott (nunca lo hubo, otra cosa es que haya películas suyas que no las salva ni lo técnico…).
Recuerdo las críticas que de algunos sitios llegaron en forma de… «eh, eso es cine de época… ¿que narices hacen ahí esos sintetizadores?…». Por supuesto, ni que decir tiene que hoy es considerada por los amantes al cine y la música de cine como una de las obras cumbres musicales de los 90, y de nuevo en la conciencia popular.
Tanto que su tema central, una obra coral épica y espectacular llamado Conquest of Paradise, estuvo incluso como un hit de ventas (recuerdo hasta verlo en los 40 principales, y con vídeo musical incluso… algo habitual en la época, que también sucedería con Jurassic Park y Williams un año después).
Si no arañas la superficie, y te quedas arriba, que no es poca cosa, tienes uno de los mejores temas compuestos por Vangelis, otro himno épico que ha quedado en la vitrina del Olimpo de las genialidades (donde el se encuentra ahora mismo, en el de los grandes músicos). Pero si arañas y rascas la superficie, hablamos de otra cosa muy distinta, porque lo que hay más allá de ese tema convierten al disco en una de las mejores y más inspiradas obras del griego.
Cortes como Monastery of la Rabida, Eternity o Twenty Eight Parallel son auténticas burradas (de hecho el primero de ellos me lleva a la emoción absoluta, super evocador y sugerente), pero el que se lleva la palma es Pinta, Nina, Santa Maria (Into Eternity), una de las mejores piezas musicales compuestas por Vangelis (en mi opinión la mejor de la bada sonora). Sus casi 13 minutos son un ejemplo constructivo y musical de desarrollo apabullante, toda una experiencia sonora y musical, recogiendo la estructura temática compuesta por el griego para la película.
Recuerdo como tras el primer gran encierro del COVID, donde bajaron los niveles de contaminación, en Gijón hubo un verano espectacular de sol y buen tiempo, y todo el mundo salía a pasear e ir a la playa. Recuerdo enfundarme playeros y ropa deportiva, ponerme el FIIO y los cascos con música a todo meter, especialmente 1492: Conquest of Paradise, y salir a andar horas y horas. Cuantas veces puse aquel disco y Blade Runner, y cuantas veces veía el atardecer y la entrada de la noche con aquel corte de 13 minutos, maravilloso.
Con aquellos paseos y regulando la alimentación, perdí casi 20 kilos de peso que nunca volvieron, y tu, amigo Vangelis, tuviste muchísimo que ver. Y también la banda sonora de Antartica (1983), el disco de electrónica The City (1990), que lo ponía cuando los paseos eran nocturnos con esas sonoridades tan urbanas y modernas (además de utilizarlo para leer Fundación de Isaac Asimov por Tercera Vez…), o esa maravillosa obra chill out llamada Oceanic (1996), incluyendo cánticos de sirenas y motivos musicales relajantes, evocando el sonido de las mareas y el viento.
Soy muy FAN de Antartica, tiene algo que me atrapa y me fascina, esos ritmos electrónicos tan suyos, con un tema central muy potente y retentivo, pero con música ambiental y cautivadora, que te traen a la mente esos parajes nevadas y helados del Ártico. Recuerdo la de veces que Fernando Ayuso y servidor hablamos de esta increíble banda sonora, un disco cojonudo. Descubrí Antartica a primeros de los 90 y no salió nunca de la terna de reproducciones anuales, como tantos discos suyos (por ejemplo, el genial The Friends of Mr. Cairo de Jon y Vangelis).
Y en cuanto a los paseos nocturnos, y para los amantes de la música hipermegalorelajante, les recomiendo el disco Nocturne de Vangelis, un trabajo que, para los que amamos la música del griego, no deja de ser una excelente recopilación de grandes éxitos del músico pero reinterpretados todos de forma relajante y evocadora (básicamente piano/teclados), con otro mood, pero imprescindidible (no pocos paseos nocturnos me di yo por la playa con su música).
Y en esa nocturnidad e inmensidad del cielo que vemos en su portada, yendo más allá, incluso hacia la grandeza del espacio exterior (el interior se quedaba pequeñito para la calidad del griego), encontró Vangelis gran parte para la inspiración final en sus últimos años de carrera musical, donde todo despegaría con el fantástico disco musical de Mythodea – Music for the Nasa Mission: 2001 Mars Odyssey (2001), donde el coro griego de la Ópera Nacional y la London Metropolitan Orchestra dan vida a una partitura orquestal épica y grandiosa, una de las mejores obras del compositor, donde nos encontramos a Blake Neely dirigiendo la orquesta y al coro.
El resultado final es espectacular, y habla magistralmente del compositor, destacando su capacidad para moverse como pez fuera del agua con un trabajo inspirado y maduro que pone de manifiesto la calidad de Vangelis. Y no sería el último disco «espacial» del compositor; Vangelis volvería con Rosetta (2016) y Juno to Jupiter (2021).
En el primero, es la excusa musical maravillosa para la misión de la Agencia Espacial Europea en su afán de hacer aterrizar una sonda espacial en la órbita de un cometa, un hecho histórico para la humanidad.
En el segundo, Vangelis pone música para la misión de la NASA relacionada con la sonda espacial Juno y su exploración de Júpiter, incluyendo la voz de la estrella de la ópera Angela Gheorghiu e incluso sonidos del evento de lanzamiento de la sonda.
Ambos discos son puro Vangelis, y demuestran su capacidad innata para sugerir y evocar la grandeza del Espacio y del Universo, algo que ya quedó plasmado an trabajos electrónicos anteriores suyos, como Albedo 0.39 (1976) o el uso de mucha de su música para la serie de Cosmos de Carl Sagan (incluyendo música desde el susodicho álbum de Albedo hasta el de Heaven and Hell o To The Unknown Man).
Vangelis – El Paradigma de la Emoción
La emoción puede estar en una orquesta o en un coro… en un instrumento o en una voz… pero también en una sonoridad electrónica. Pongamos el comienzo de Blade Runner, esos Main Titles que abren la película, contundentes y evocadores… ¿quien necesita una orquesta? ¿Te lo puedes imaginar con una música que no sea esa? Yo no.
La emoción puede ser sencilla o compleja, puede revestir cualquier forma, pero solo los genios consiguen elevarla con la inspiración y la genialidad de su calidad y oficio, y en eso Vangelis era un auténtico Maestro; obras como El Greco (1998), una fantástico trabajo que podrías poner en bucle ad eternum, demuestran lo grande que es Vangelis, como es capaz de agarrarte musicalmente y no soltarte hasta que acaba el viaje, subyugándote musicalmente.
O esa genial composición para Alexander (Alejandro Magno, 2004), la fallida aunque interesante (a ratos) revisitación histórico-político de Oliver Stone basada en la legendaria figura de Alejandro Magno (con un descafeinado Colin Farrell).
Vangelis ofrece una partitura que aúna exotismo (la danza de Bagoa o de Roxane, o los cortes Roxane’s Veil y Gardens of Delight ponen de manifiesto su grandeza y musa inspirativa), épica y grandeza (Titans se convirtió en otro de sus hits musicales, junto con Across the Mountains, piezas corales sublimes con reminiscencias de su tema central de 1492: Conquest of Paradise) e incluso acción (Sí, has leido bien, acción). Alexander contiene el primer GRAN CORTE de Acción de la carrera de Vangelis, The Drums of Gaugamela, toda una barbaridad que me parece una auténtica maravilla.
Esa emoción ha estado presente de una forma natural y sugerente en la obra de Vangelis, y no solo las películas se han visto beneficiadas de ello, sino nuestras vidas, las de aquellos que hemos permitido al griego entrar ellas.
Aún recuerdo leer Ubik de Philip K. Dick (el mismo de Blade Runner) con el disco Apocalypse des animaux (1973) compuesto para una serie documental, y también Soil Festivities (1984) o el Opera Sauvage (1978) en otras ocasiones y con otros libros. Por cierto, siempre amé el uso que Peter Weir hizo del tema L’enfant para la película The Year of Living Dangerously (El Año que Vivimos Peligrosamente, 1984).
Todo comenzó de alguna forma con Blade Runner y de nuevo se cierra con el mismo título, porque ya te lo dije cuando iniciamos el viaje juntos… es una de las bandas sonoras de mi vida, es pura emoción la que respiro al escuchar este disco sea cual sea la excusa (relajación, trabajo, paseos o lectura).
Vangelis nos ha dejado con 79 años, con una carrera musical llena de títulos por descubrir (Voices, Mask, China), tanto en el cine como alejado de el, y todos ellos con una característica común, sugerir, evocar, conmover…emocionar. Es Vangelis, el Paradigma de la Emoción, un modelo a seguir para aquellos compositores y músicos que deseen crear música y cautivar a la audiencia con sonidos evocadores y sugestivos. Es Vangelis, que ha zarpado a bordo de la Pinta, la Niña y la Santa María rumbo a la Eternidad.
Descansa Maestro. Y Gracias por hacer de mi vida un mundo mejor.