Goldsmith’s Timeline: From Legend to the Dig
Recuerdo una conversación, años ha, en un Festival ya muy lejano en mi vida pero de recuerdo muy cercano (Úbeda a más señas). Aquel día, hablando con ese gran genio de la fotografía llamado Julio Rodríguez, se me quedaron grabadas unas palabras suyas que jamás olvidaré: si tuviera qué escoger una banda sonora como ejemplo para explicarle a alguien en que consiste la música de cine elegiría Legend (1985), una de las tropecientas obras maestras del Maestro Californiano.
Legend. No hay más preguntas señoría, me faltó añadir. Y en ese momento saldrían los títulos de crédito, sonando una música espectacular del Maestro (por ejemplo, los títulos de cierre de Leviathan o The Swarm, dos de mis preferidos) mientras Julio y servidor se retiran animadamente hablando por las calles de Úbeda.
92 años hace hoy de la aparición de Gerald Goldsmith, y 43 de la mía, y es imposible negar el impacto emocional que su música ha provocado sobre mi vida. Eso es ya algo de lo que he hablado no pocas veces (se acepta la protesta). No vamos a empezar ya con el rollo de abuelo cebolleta porque empezaría a preocuparme.
Pero todavía hoy (sí, AÚN HOY) sigo poniendo cualquier trabajo suyo (según el mood en el que me encuentre), y sigo emocionándome como el primer día, porque su música parece estar viva; tiene entidad propia, sobreviviendo al medio para el que fue compuesta. Te evade, creando tu propio universo mental al que te puedes ir y desconectar de todo (y de todos), sea en el Valhalla, en V’Ger, en una tribu nativa cercana a la guayaba francesa o en la propia naturaleza.
Es esa fascinación la que aún mantiene encendida la llama, como la de los arqueros de Timeline en la batalla final, la última triste “derrota” para los que somos sus aficionados (somos Legión) y Jerry Goldsmith. El destino (los malditos test screenings) nos arrebató de disfrutar la que para mi ha sido una de sus mejores partituras de lejos en los últimos años. El tiempo la puso en su lugar y dejó en evidencia el verdadero fallo; la película.
Siempre me he propuesto, algún día, hacer una reseña de esta magnífica obra, una forma de rendir tributo a una banda sonora rechazada muy superior al buen trabajo que hizo Brian Tyler. Mientras llega ese día, si quiero quedarme con otro comentario, uno hecho por Braulio, un amigo entre un millón.
Ambos fans totales del Timeline de Goldsmith, recuerdo un día que me dijo “me encanta toda la partitura, pero el primer corte, The Dig, me traspasa; cada vez que pongo el CD y suena esa pieza musical, sugerente y evocadora, solo pienso en una cosa…es pura magia, es música de cine… esa sonoridad musical me atrapa”.
Entre la frases de Julio y la de Braulio han pasado unos 15 años, pero el sentido de ambas se mantienen igual de frescas y vigentes hoy día. La música de Goldsmith es pura poesía, tiene vida y alma. Desprende pasión, la misma que ponía en su trabajo, porque amaba componer, era su vida.
Eso me hace recordar, de vuelta años atrás al mismo escenario, años ha, a Úbeda, sendas conversaciones nocturnas con Israel Pedraza y Juan Arbona; Jerry Goldsmith era único, y su capacidad de fascinación y para enamorarnos es algo que no tiene palabras, va más allá de todo lo que podamos decir. Recuerdo comentar en aquel momento que «nuestra Pasión por Goldsmith es algo que solo los que amamos su música entendemos», y una simple mirada de complicidad entre los tres sirvió para confirmarlo. Ese era, es y será JERRY GOLDSMITH.