FANT 24: NORBERTO RAMOS DEL VAL
Norberto Ramos del Val exuda pasión por el cine por los cuatro costados. Necesita rodar, con dinero o sin dinero, película tras película. Autor de un cine sin complejos y absolutamente desprejuiciado, al que le importa bien poco la corrección política que nos inunda. Al igual que sus trabajos, no tiene pelos en la lengua, como bien pudimos comprobar en la presentación de Call TV, su último film, durante el FANT de Bilbao.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, es un compañero de fatigas en el amor por “la música que se ve”, esté ésta compuesta por el maestro Morricone o por Goblin. Amante del rock progresivo, incluso se ha atrevido a componer la banda sonora de alguna de sus películas. Por necesidad o por placer, parece que haber estudiado música y el invento de esa diabólica herramienta llamada ordenador han ayudado en el proceso.
Óscar Salazar
Norberto Ramos del Val nace en Santander casi por accidente y pasa sus primeros años en Bilbao, antes de mudarse a Madrid para estudiar eso que llaman cine. Tras debutar en el largometraje dirigiendo Muertos comunes (2004), se convierte en terrorista audiovisual con producciones como El último fin de semana (2011), Summertime (2012), Faraday (2013) o Amor tóxico (2015). Su última película es Call TV (2017) y, por lo que parece, hasta la crítica está comenzando a tomarse en serio al rey del lowcost español.
Entrevista
¿Cuándo y cómo te da el gusanillo por el cine?
Como a todo el mundo… Cuando me pasó el crucero imperial por encima de la cabeza. Soy tan viejo que me vi La guerra de las galaxias en el Cine Filarmónica de Bilbao.
Me llevó mi padre, con siete años. Tenía una tía que me llevaba a ver las pelis de Walt Disney; pero mi padre, a quien también le gusta el cine desde siempre, dijo “espera, que te acompaño.”
Vi La guerra de las galaxias y me dije “esto es la bomba.” Me pasé toda mi infancia deseando hacer películas.
Poca gente lo sabe, pero también has hecho tus pinitos en el mundo de la crítica sobre música de cine…
Sí, también. En Opus Cero, con Iván Reguera. Allí escribíamos él, Manu Piñón y algún tarado más. Fue divertido.
La primera vez que oí hablar de ti fue durante el rodaje del tráiler para buscar financiación para tu proyecto Piscis. ¿Cómo fue aquella aventura?
Pues es una cosa que ahora más o menos se hace bastante, pero que en el 97-98 no hacía nadie. Era un proyecto de una peli de terror, en plan Lovecraft. Con un final en una iglesia satánica, que era la ermita de San Juan de Gaztelugatxe. Un sitio que hoy todo el mundo llama Rocadragón.
La historia la escribí con Javier G. Romero, de la revista Quatermass. Muy clásica y muy bien estructurada. Intentamos levantar el proyecto y se lo enviamos a todo el mundo, incluidos los de Filmax, que empezaban con la Fantastic Factory. No nos hizo caso nadie, para variar.
El tráiler lo rodamos con una subvención para desarrollo de proyecto del Gobierno Vasco. La pelino se hizo nunca y ahí se quedó.
Y, a pesar de las dificultades, te lías la manta a la cabeza y tu primera película, Muertos comunes, es de época. ¿Qué recuerdos guardas de la experiencia?
Sí, sí, eso fue un marrón… Me decía Ion Arretxe, el diseñador de arte, que en el Ministerio tendría que haber un tío que no dejara hacer pelis de época en este país tan cutre. Ni con dinero se hace bien. Y, sin dinero, fatal.
En el caso de Muertos comunes era muy fácil, porque había pocas escenas fuera del cuartel o del desierto. Los coches, el vestuario y el arte nos complicaban la peli lo justo. Ahora, eso sí, en cada plano te traumatizabas mirando cada detalle en busca del gazapo.
Las cuatro cosas que hicimos en Madrid, con calles grandes, era de darle un par de vueltas. El tema de la pospo era más complicado que ahora. No era tan fácil lo de borrar cosas. Y eso que rodamos en digital, aunque luego se pasaba a negativo para poder proyectar todavía en los cines.
Había un truco que Ion, que era muy listo, decía: “Los coches que veamos que no hemos podido quitar, porque no son nuestros, como en esa época se llevaba mucho tapar los coches y ponerles fundas, pues lo hacemos y a correr.” Y te puedo asegurar que el departamento de arte tenía un montón de fundas.
¿Y sobre la banda sonora?
Hay un par de temas editados en el recopilatorio Una música de cine español. Volumen 2, que produjo José María Benítez hace ya unos años.
La verdad es que practicas un tipo de cine que es difícil de clasificar. ¿De dónde surgen las historias?
Pues de los guionistas…
Lo primero que hice después de Muertos comunes fue Hienas, una web serie en la que hacía de todo. El guion, según me daba. Escribía tres o cuatro capítulos, sin tener ni idea de cómo seguiría aquello. Un auténtico experimento. Pablo Tato, que ahora es un músico de estudio muy solicitado en Londres, compuso la música, pero nunca llegó a salir el disco…
A partir de ahí, dije “vale todo y, cada vez que me dé la gana, hago lo que me salga de las narices.”
¿Ése fue el origen de El último fin de semana?
El último fin de semana surgió de querer hacer algo, pero sin dinero. De género controlado. Una peli de miedo, más o menos clásica. El disco de la banda sonora lo editamos nosotros con Azafrán Media. Es de Nicklas Barker, de Anekdoten. La verdad es que le lie por Facebook. Rock progresivo del que me gusta. El vinilo está ya complicado de conseguir.
Y a partir de ahí, conocí a Pablo Vázquez, que escribía en la web La paz mundial. Se vino a ver El último fin de semana a mi casa y nos hicimos colegas. Me dijo que tenía unas cuantas ideas para hacer una serie de cosas y nos hemos hecho varias pelis juntos ya.
Hablando de Pablo Vázquez, mantienes un equipo más o menos estable. ¿Cómo es tu sistema de producción?
Salvando las distancias, es como el rollo que tienen Scorsese o De Palma. Cuando conoces a gente que mola y que trabaja bien y que viene siempre que les llamas, no llames a otros. Te miran y ya saben si las cosas marchan o no. Así da gusto.
¿Por eso tu ritmo tan endiablado de trabajo?
Hay que moverse. Mueves las pelis en diferentes sitios, te sale un agente internacional de ventas, te compra una televisión… Y no puedes parar. El rollo Corman: cuanto más material tengas, mejor. Ahora mismo, tengo nueve pelis como director y acabo de terminar de rodar la décima.
¿Qué podemos ver en Call TV, la película que traes este año al FANT?
Como soy muy fan de Joe Dante, te diré que es como Matinee, pero en tele… Bueno, igual no. La música es de José Sánchez-Sanz, con quien hice Faraday y Amor tóxico, y la idea es que se lance la banda sonora próximamente, ahora que la peli también está disponible en Movistar+ y Filmin. O en DVD vía Regia Films, si todavía eres de los que colecciona como yo.
Tú también has compuesto música para alguna de tus películas, ¿verdad?
Yo hice la de El cielo en el infierno, que editó Hall of Fame Records, y volveré a pecar en la siguiente, Lucero, porque me apetece. Hacerlo en plan obra personal. De hecho, la música siempre me ha gustado. Cuando empecé, tenía la duda: ¿me dedico a la música o al cine? Pero el cine parece que ha tirado más y disimulo mejor la falta de talento. O no, no sé ya.
Muchas gracias por tu tiempo y amabilidad.
A vosotros por la entrevista.