Úbeda 2011: Reflexiones
Algunas de las frases más usadas por los asistentes habituales al Festival Internacional de Música de Cine – Ciudad de Úbeda suelen ser: «Una de las experiencias más increíbles de mi vida» , «El año que viene vuelvo seguro» , «Qué pena no haber venido antes» , «Aquí tengo una segunda familia». Cosas así las han dicho indistintamente aficionados, compositores, productores, organizadores o personas que terminaron allí por simple curiosidad. Tal es el ambiente que se viene viviendo desde hace siete años.
Uno necesita un tiempo para bajarse de la nube y despertar del sueño, cuando llega a casa después de un viaje matador. No es como volver de unas vacaciones, en las que física y mentalmente has buscado el descanso y la relajación. Por el contrario es una semana en la que te desconectas del resto del mundo para poder vivir la experiencia al máximo de lo que tu cuerpo y mente den de sí. Y a medida que pasan los días ambos se ven mermados… Por eso yo he necesitado algún tiempo para centrar la mente en los días de regreso al trabajo (y me consta que al resto de miembros de AsturScore les ocurre igual), y poder escribir de forma algo tardía pero con cierta perspectiva.
Desde el punto de vista de un aficionado a la música de cine, tener la oportunidad de asistir a un concierto dedicado a nuestra pasión (y no digamos a cinco) es una oportunidad muy rara, ya sea en un auditorio, en una plaza pública o en uno de esos lugares que habitualmente suelen calificarse de «marco incomparable». ¡Cómo odio esa frase! La idea que quiero transmitir es que nosotros disfrutamos casi a diario de bandas sonoras, que son grabaciones hechas en estudios, en entornos controlados, donde los problemas se solucionan grabando de nuevo la pieza y las imperfecciones pueden corregirse posteriormente con medios técnicos. Si me apuran, la mayoría de las veces ni siquiera en la propia película puede disfrutarse de la música, por ser solo un elemento más del todo. No obstante, la perfección no existe, solo podemos aspirar a acercarnos lo más posible dentro nuestras posibilidades.
Quien haya sido testigo de alguna de las polémicas que se han desatado en los días posteriores a terminar el Festival, creo que sabe de qué estoy hablando. No es que tales asuntos no se traten habitualmente a través de internet, pero por fortuna no son temas centrales. Las redes sociales, que tanto hacen por unir a esta comunidad de amantes de la música de cine, en este caso han servido para hacer más patente aún si cabe la fractura entre dos formas de ver o vivir este tipo de eventos. No voy a ejercer aquí de maestro de ceremonias de un circo del cotilleo, dando cuenta de las razones por las que esta polémica estalla, quién la inicia, etc. Y sé que la idea original de este artículo era hacer una crónica del 7º Festival, pero a medida que pienso en lo que quiero contar mis dedos se decantan por escribir sobre ideas más que sobre hechos ocurridos en Úbeda.
Cómo decía existen tres formas de escuchar una banda sonora: en la película, en casa (grabación) y en el directo de una orquesta. Los festivales a lo largo de todo el mundo representan la extraordinaria oportunidad de disfrutar de esta clase de música en directo. Pues bien, existen también dos formas de entender estos eventos. A saber, una en la que se reproducen las condiciones de una grabación, buscando la perfección, en el entorno musical adecuado de un auditorio, con el silencio como protagonista hasta que empieza la música, con una orquesta haciendo el mejor trabajo posible y con los medios técnicos que el dinero puede comprar. La otra forma es, a mi entender, mucho más auténtica, buscando también el mejor resultado, pero donde la calidad acústica del entorno en el que suena la música no es tan importante como la propia música, y no hay silencio absoluto porque no hay ningún ámbito de la vida donde exista tal cosa, y con una orquesta haciendo el mejor trabajo posible de forma profesional, y con los medios técnicos que permite el poco dinero disponible, y empleando medios humanos cuando la técnica falla. Evidentemente, la Ciudad de Úbeda representa este segundo punto de vista, con todos sus defectos pero también con grandes aciertos.
Sin olvidar el hecho significativo de que este año se han ofrecido cinco conciertos más el de apertura de la AMU (Banda Sinfónica Agrupación Musical Ubetense) al que no pude asistir Ver resumen, siempre llegamos a las mismas discusiones por los mismos puntos respecto a los conciertos del Festival. Para centrarme, en primer lugar está el Recital Ver resumen, con algunos momentos que quedarán en mi retina como la combinación del Carles Cases Trio y el genial Mark Isham interpretando a Duke Ellington. Justo después y reconociendo que las horas no acompañaban, el concierto de cámara The Bear McCreary Chronicles Ver resumen, que unos disfrutaron más que otros. Respecto a quienes no lo disfrutaron realmente, solo puedo recordarles que tanto la hora como el programa eran de dominio público cuando se pusieron a la venta las entradas. Cada uno sabe cuales son sus gustos, no obstante. A mí me pareció soberbio, y el resultado fue espectacular a pesar de los evidentes nervios del autor.
El concierto Europa, Europa Ver fotos, es uno de los motivos de acaloradas discusiones. La Plaza Vázquez de Molina no tiene ni la forma ni la acústica adecuadas para un concierto sinfónico, y evidentes problemas técnicos en la amplificación deslucieron además una parte del mismo. Pero no hay que olvidar el esfuerzo de los organizadores por hacer llegar de forma gratuíta a los asistentes, pero sobre todo a la propia ciudad de Úbeda, un concierto sinfónico en uno de sus lugares emblemáticos. Más que nunca tengo que decir que cuando se pide una «cultura al alcance de todos» en una sociedad como la nuestra en la que pensamos que todo es gratis, no valoramos como se merece el esfuerzo del equipo que organiza un evento así. Ni el viento, ni los problemas de sonido, ni las campanas, ni los niños que durante un ratito estuvieron enredando cerca de mi asiento (si que hace falta algo más de educación en este país), podrán quitarme de la memoria partes del homenaje a John Barry, pero sobre todo la parte final dedicada a Philippe Sarde, que fue sencillamente un momento único, y que yo gratamente hubiera extendido hasta un concierto monográfico. Yo no soy músico, tan solo me gusta disfrutar de la buena música, pero no puedo humanamente valorar más una interpretación en un auditorio, que este concierto con El Salvador como telón de fondo, porque yo no fui a disfrutar de un cd o de una inmaculada grabación, sino de un concierto público que por primera vez se hacía al aire libre. ¡Y GRÁTIS!
El Concierto Sinfónico Ver fotos Ver resumen fue de nuevo una colección de momentos especiales (de nuevo a pesar del viento y las sempiternas palomas del Hospital de Santiago, que en ocasiones nos han regalado incluso momentos divertidos), y que me perdonen todos los compositores de este año, pero ninguno de esos momentos le hizo sombra al homenaje al grandísimo Michael Kamen, bendito seas allá donde estés. La Suite de Robin Hood con el tempo alterado, un regalo. Training Montage de Los Inmortales, un sueño. El tema principal de Hermanos de Sangre, un mensaje desde el cielo. Ver las caras de mis amigos mientras escuchábamos todo esto, no tiene precio. En lo personal debo destacar uno de los mejores temas que he escuchado en todos los Festivales a los que he tenido la suerte de asistir, de la película The Miracle de Mark Isham con coro de regalo. Lo dicho, no tiene precio. Además hubo unos cuantos estrenos en primicia mundial (ya ejerciendo de cronista no oficial), como la espectacular Castlevania: Lords of Shadow de Oscar Araujo, o la suite de Human Target especialmente creada para la ocasión por Bear McCreary. Y por último las sorpresas, tanto el Conan el Destructor que Christopher Lennertz se sacó de la manga, como el final de Battlestar Galactica (Diaspora Oratorio & Shape of things to come), hicieron saltar de su asiento al que escribe, y aplaudir de corazón dando las gracias por otra experiencia única compartida con personas a las que quiero.
Tras un Domingo de firmas y una comida de fraternidad inolvidable para el grupo que formamos AsturScore (porque si no solo sería una comida más), el concierto coral de clausura The Choir Adventure Ver fotos, puso una guinda final al pastel diferente y novedosa, en la Iglesia de Santo Domingo, con piezas bien conocidas sobre las que destacó una que además era un estreno, Rainbow Suite y que Mikael Carlsson dedicó a las víctimas de la masacre del 22 de Julio en Noruega.
Pero el Festival de Úbeda, al que llevo asistiendo cuatro años, es para mucha gente más que unos cuantos conciertos. No hablo precisamente de las charlas, que suelen ser bastante interesantes, sobre todo desde que un piano acompaña a la mayoría de compositores que tienen así la oportunidad de tocar aquello de lo que están hablando. Es un elemento que se echaba de menos otros años, y un gran acierto. En realidad hablo de la gente, los fans, congresistas o «frikis» según algunos… Este es un festival hecho por y para aficionados, por tanto no puede limitarse a los conciertos. Con todas las carencias de un evento sin ánimo de lucro, creado y organizado en su mayoría por personas ajenas al mundo de la música de cine, que tienen que buscar la financiación y dada la crisis que vivimos sufrir los naturales recortes en el presupuesto, menospreciar (como he leído) a la organización como a un grupo de freaks exaltados que montan el chiringuito para perseguir y hacerse unas fotos con sus ídolos, no solo es injusto e irreal, además me parece mezquino.
Me consta haber visto el trabajo que algunos de ellos hacen durante todo el año, sacando tiempo libre de sus trabajos y también de sus vidas, y después durante los días del festival desvivirse para que todo salga lo mejor posible sin llevarse a casa la recompensa que todo aficionado desearía, de unas firmas, unas fotos o unas palabras con sus compositores favoritos. Pero el esfuerzo les gratifica en sí mismo por el cariño y las palabras que todos los años reciben de nosotros, los verdaderos «frikis» los que sí vamos buscando las firmas, las fotos y cruzar una o dos frases con un compositor al que probablemente no volveremos a ver. Sin embargo con cada año que pasa, esos momentos (que tienen un valor evidente en sí mismos), personalmente me van pareciendo menos importantes. No es que no valore las fotos, por ejemplo, es simplemente que no voy a Úbeda por eso. De hecho en mi cámara solo hay unas quince fotos este año, y solo dos son con compositores. Se que varias personas me han hecho fotos con ellos, pero sinceramente no recuerdo quién puede tenerlas. Y he vuelto a casa feliz… Por el hecho de que durante cuatro días me reuní, charlé, disfruté, reí, conviví, comí, bebí y sobre todo pasé calor, con personas que aprecian las mismas cosas que yo. Algunas de ellas componen música y otras simplemente la escuchan. La diferencia entre ellas es menor cada año que pasa. Es lo que suele ocurrir con las familias, sobre todo si se ven una sola vez al año: que el vínculo trasciende las singularidades de cada uno. Solo quieren estar juntos.
¿Convierte en algo menor o menos serio esta forma de entender el Festival, este espíritu de fraternidad que discurre paralelo al sentido estrictamente musical del evento? Para nada. Otra cosa es que sea algo buscado intencionalmente al crearlo. Si así era, desde luego no podía forzarse, y se mantiene porque han ido surgiendo lazos entre las personas que van cada año, o siempre que la vida se lo permite. Los propios miembros de AsturScore hemos forjado nuestra relación en y por el Festival. Pero el cariño que tenemos por la ciudad y los currantes de la organización, no debe alejarnos de aconsejarles como grupo o a título personal, sobre las cosas que solo alguien ajeno puede ver con más objetividad.
Aún con la a veces evidente falta de medios (traducido: dinero), los chicos que idean el programa son a veces demasiado entusiastas en cuanto a las actividades. Con el tiempo la duración del concierto sinfónico del Sábado se ha ido adaptando a cierto realismo, como este año. La elección de temas siempre puede ser discutible, así como la elección de invitados. Pero uno no deja de ver una película solo porque no le guste un actor entre todo el reparto ¿o sí? Sin embargo me pregunto (en cuanto a los conciertos se refiere) si las cosas hubiesen salido mejor este año con menos conciertos. Los problemas mencionados durante el concierto Europa, Europa se suman a que el amplio repertorio naturalmente obliga a ensayar menos algunas partes, y eso desluce el conjunto. Es un problema de difícil solución cuando ese concierto en particular es una actividad presupuestada por el Ministerio de Cultura directamente, por ofrecerse abiertamente a toda la ciudad.
Entonces ¿fue un problema este concierto añadido para el resto de la programación del Festival, que era de pago? ¿O por el contrario debería haberse aligerado el resto y centrar más esfuerzos en el concierto europeo? Mi consejo es que no se puede valorar únicamente el resultado musical, que siempre sin excepción puede ser mejor, si te exiges a tí mismo cada vez más. Ganar la guerra es lo que importa, aun a costa de perder alguna batalla, y desde luego cuantas menos batallas se libren, mejor. La innovación tampoco está de más, es el caso del concierto monográfico sobre True Blood del año anterior, esa idea loca que caló tanto que este año el propio invitado Bear McCreary la ha recogido y transformado en sus crónicas, ¡por iniciativa propia! Seguid dándole vueltas a ese concepto de concierto de cámara, pero por favor, separado en el tiempo del recital. La idea de un concierto coral en una iglesia es el tipo de cosas con las que solo un festival como el vuestro puede sorprenderme. Y también es algo que no funcionaría igual en una ciudad distinta de Úbeda.
Lo que me lleva a reflexionar sobre el futuro del Festival, que en los tiempos que corren, depende de muchas cosas. Entre las más importantes está el hecho de que tras siete años el niño ha crecido hasta un punto en que quizá necesite cambiar de habitación, y no solo pintar de nuevo las paredes… Los constantes rumores de que no habría más ediciones en Úbeda no son infundados si atendemos a artículos y entrevistas del director David Doncel Ver entrevista Leer entrevista alguna de ellas dada a AsturScore. Las personas tienen trabajos, los pierden, tienen vidas y proyectos propios, que con los años chocan con la organización de un certamen como este. El propio paso del tiempo hace a estas personas más maduras y reflexivas. Han crecido con el Festival. Pasar al siguiente nivel puede requerir de ellos cierto nivel de profesionalización, lo que quizá repercutiría en la clase de festival que finalmente se haría. Y sobre todo está sobre la mesa el cambio de localización, a un lugar con más infraestructuras o apoyo que la ciudad jienense, un simple hecho que seguramente solucionaría muchos de los problemas que surjen todos los años.
¿Es este séptimo año el final de un ciclo? El Festival de Música de Cine tiene sobre la mesa ideas y propuestas, planes de futuro. Por eso yo me quedo con la idea de que si el ciclo finalmente termina es porque hay intención de comenzar uno nuevo. Verdaderamente echaría mucho de menos la ciudad de Úbeda, y lo digo de corazón. Pero el Festival es una idea, no una ciudad. El espíritu con el que los habituales acudimos todos los años, irá con nosotros allá donde se celebre. Yo hago mía esa idea, y desde aquí la comparto e invito a sus promotores a mantener esa ilusión y ese espíritu como hasta ahora, y a todo aquel que tenga el gusanillo de experimentarlo que no lo dude. Estoy seguro de que en un año (o dos) volveremos a reunir (y ampliar) la familia, y será como si el tiempo no hubiese pasado.