La Saga del Planeta de los Simios
La saga de El planeta de los simios es uno de los mayores hitos de la cultura popular del pasado siglo. Además de ser precursora de otras sagas galácticas, sirve como metáfora de lo que significa ser humano y nos enfrenta a la bestia que todos llevamos dentro, ya que, en algún lugar, tiene que haber algo mejor que el hombre. Y esta búsqueda comenzó en 1963 con un libro de Pierre Boulle. Y con un productor de Hollywood llamado Arthur P. Jacobs, luchando contra viento y marea por convertir el libro en una película.
Con un presupuesto de 6 millones de dólares y dirigida por Franklin J. Schaffner, El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968) fue un tremendo éxito el año de su estreno. A pesar de que el título descubre el secreto, toda la primera parte de la película nos va preparando para un momento muy determinado. La nave espacial que se estrella, el peregrinar de los astronautas por el extraño planeta, las eternas dudas sobre la humanidad (se nota la influencia del genial Rod Serling en el guion) que asolan a Taylor, el astronauta interpretado por Charlton Heston, son el calentamiento emocional para la aparición del primer simio, montado a caballo y armado. El resto es una carrera hacia la locura, acompañando siempre a Taylor, en ese mundo al revés.
Para la música, se decidió contar con Jerry Goldsmith, que ya había trabajado anteriormente con el director. No cabe duda de que la elección fue acertada, porque, siguiendo la senda de alguna de sus películas previas, el compositor decidió experimentar y crear nuevas sonoridades para enmarcar el planeta. El tema principal es completamente sugerente y con una extraña melodía que no tiene nada de melódico. Los temas de acción, sincopados y arrolladores, como la cacería o la huida, no dan respiro. Música atonal en su forma, acompañada de interesantes usos del piano y empleando guijarros de mar como percusión. Por desgracia, no ganó el Óscar al que estaba nominada, pero, sin duda, sería imposible imaginar la película con otra música.
Un par de años después, y como siempre que algo funciona, llegaría a los cines la primera secuela, Regreso al planeta de los simios (Beneath the Planet of the Apes, 1970), dirigida por el artesanal Ted Post. Retoma la narración en el mismo punto en el que nos quedamos y nos lleva rápidamente a la desaparición de Taylor en ese ominoso lugar que no ha de visitarse y que se conoce como “la zona prohibida”, para presentarnos a un nuevo astronauta que recala en las arenas del planeta, Brent, un algo estirado James Franciscus. A partir de entonces, tras repetir parte del esquema argumental de la primera entrega, añadiéndole un toque militarista, descubriremos que todavía quedan algunos humanos extremadamente “desarrollados” bajo el planeta de los simios.
Ante la imposibilidad de contar con Goldsmith de nuevo, los productores decidieron continuar explorando la senda emprendida y ofrecieron el encargo de musicalizar la película a Leonard Rosenman. Ligeramente inferior a la música del film anterior y con el estilo claramente reconocible del compositor y que emplearía en abundancia con posterioridad, la mayor variedad de escenarios y de situaciones hace que tengamos desde un tema para la marcha de los simios hasta otro eucarístico coral que es la bomba.
Para la siguiente película de la serie, Arthur P. Jacobs escogió como director a otro artesano, Don Taylor. Huida del planeta de los simios (Escape from the Planet of the Apes, 1971), en un alarde de originalidad y por cuestiones presupuestarias, decide dar la vuelta a la tortilla. Ahora son Aurelio (Roddy McDowall) y Zira (Kim Hunter), los dos simios que habían ayudado a Taylor y Brent anteriormente, quienes deben huir de su planeta y acaban rodeados de humanos. Es en esta entrega en la que se introduce el concepto de viaje temporal, temática que el director volvería a visitar pocos años después, y la que da lugar al comienzo del arco argumental de la serie en su sentido más amplio.
Jerry Goldsmith regresó para componer la banda sonora. Se trata de música rítmica, ligeramente basada en el esquema de la original, pero setentera y muy discotequera, acorde al tono de comedia inicial del film. Música simpática y divertida, más convencional que en las dos ocasiones anteriores, que acaba derivando en algo más oscuro cuando Aurelio y Zira se ven en la necesidad de alejarse de los humanos.
Tras esta película, con las revueltas raciales de Los Ángeles aún recientes, el director J. Lee Thompson se embarcaría en la franquicia, después de que Jacobs intentara contratarlo para el film original, con La rebelión de los simios (Conquest of the Planet of the Apes, 1972). El título no deja lugar para la duda, ya que nos encontramos en el auténtico comienzo del planeta de los simios. En una futurista ciudad de Norte América de 1991, tras una epidemia que ha exterminado a todos los animales domésticos y la decisión de los humanos de adoptar mascotas simias, el mundo parece un estado policial en el que vivir feliz. Salvo por el simple hecho de que los simios han pasado de ser mascotas a ser esclavos. Y de que César (Roddy McDowall), el hijo de Aurelio y Zira, llega a la ciudad.
El saxofonista Tom Scott se hizo cargo de la composición musical. Volvemos a la percusión y los temas rítmicos, esta vez con un toque más popular. El tema principal, que se desarrolla mientras se nos muestra el entrenamiento para convertir a los simios en sirvientes domésticos, subraya el proceso de alienación al que se ven sometidos. Y, posteriormente, la misma instrumentación servirá para ver la otra cara de la moneda, transmitiendo con la música toda la energía de la rebelión. Hasta los últimos siete minutos, donde, por problemas de montaje, no pudo usarse el tema final compuesto por Scott.
J. Lee Thompson cerraría el ciclo original en La conquista del planeta de los simios (Battle for the Planet of the Apes, 1973), película que no sería estrenada en nuestro país hasta varios años después y en televisión. Tras haber tenido a Paul Dehn como guionista de las tres entregas anteriores y por problemas de salud, dichas tareas recaerían en esta ocasión en el matrimonio formado por John William Corrington y Joyce Hooper Corrington, que trataron de reducir la carga pesimista de la saga. El film está rodado con poco dinero y se nota. Una lástima ya que, en teoría, se trata de la gran confrontación entre simios y humanos. El círculo se completa en un ambiguo final en el que ambos grupos viven en paz, pero dejando la puerta abierta a que todo vuelva a repetirse.
El que también repetiría a cargo de las tareas musicales es Leonard Rosenman, en un trabajo poco inspirado que bebe directamente de su aportación previa. Dado que la película se decanta directamente por la acción (pobre, pero acción al fin y al cabo), destacan los temas para los “ejércitos” marchando, aunque también se incluyen algunos más íntimos para reflejar la vida familiar en el hogar de César (Roddy McDowall, de nuevo).
Tras el fallecimiento de Jacobs, poco después del estreno de la quinta y última película, se decidió lanzar una serie de televisión, aprovechando el éxito cosechado por la franquicia cinematográfica. El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1974), prescinde de la cronología oficial y nos presenta a dos nuevos y despistados astronautas que llegan al planeta, trabando amistad con uno de los simios. Todo el entramado se resiente del repetitivo esquema televisivo, donde los tres protagonistas viajan de aldea en aldea solucionando los problemas que les presentan los lugareños, mientras un gorila, general para más señas, los persigue infatigablemente. No hace falta decir que la serie desapareció rápidamente de la parrilla.
El argentino Lalo Schiffrin se encargó de componer el tema principal, siguiendo la estela de las películas. También puso música a tres de los catorce episodios, creando el modelo a seguir, y donde destaca el uso de la percusión y los metales sobre la cuerda y la madera. Otros tres episodios contaban con música de Earle Hagen y Richard LaSalle, musicalizándose el resto con temas de biblioteca o reutilizando el material previamente compuesto.
Tras el fiasco de la serie de imagen real, llegó un nuevo intento en el mundo de la animación: Regreso al planeta de los simios (Return to the Planet of the Apes, 1975). De nuevo, tenemos a unos astronautas aterrizando en tierra de nadie, partiendo a explorar y encontrando un mundo en el que los simios conducen coches y pilotan aviones, en una versión más cercana a la de la novela original. Si bien el carácter episódico del intento previo desaparece y se cuenta con un gran arco argumental, basándose en los dos primeros films y siendo más alegórico, el limitado nivel de la animación hace que los episodios resulten estáticos.
En cuanto al apartado musical, se encarga del mismo el televisivo Dean Elliott. La introducción se inspira ligeramente en la aportación de Goldsmith, para dar paso a una cabecera prisionera de su época, así como el resto de la música incidental.
Después del masivo impacto cultural de la “simiomanía”, las continuaciones en el mundo del cómic, el remontaje de la serie de televisión en telefilmes y largos años de gestación de un remake por parte de la Fox, que poseía los derechos de la saga tras el fallecimiento de Jacobs, el proyecto terminó en manos de Tim Burton.
El planeta de los simios (Planet of the Apes, 2001), un evento a priori muy apetecible y esperado, resultó ser una película fallida y confusa. Por enésima vez tenemos a un astronauta llegando a un planeta donde los simios son la especie superior. Y nunca mejor dicho, ya que Burton sólo parece interesado en conseguir que los simios se muevan de la manera más realista posible, siendo éste casi el único punto a destacar en el film. Dado que el resultado económico quedó bastante alejado de las expectativas, se cerraron las puertas a una posible secuela.
Como no podía ser de otra manera, el acompañamiento musical recayó en manos del colaborador habitual del director, Danny Elfman. Reconociendo lo complicado de la tarea, debido a lo alto que estaba el listón, intentó un acercamiento similar, pero con un concepto diferente. La música es disonante y se usan diferentes “capas” de percusión. Se experimenta, pero con la orquesta. Los metales suenan a Elfman. Desde el principio, el tema principal nos presenta la brutalidad de la sociedad simia, para saltar al tranquilo y relajado espacio antes de volver a la pesadilla.
Unos años después, y casi por sorpresa, se coló en las carteleras El origen del planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes, 2011). Se trataba del relanzamiento de la serie, comenzando absolutamente desde cero, dirigido por Rupert Wyatt. Y fue el éxito del verano. El inicio de la película es el más realista de todos, tratándose incluso de un drama social. Un científico en busca de una cura contra el Alzheimer, interpretado por James Franco, decide adoptar a César (Andy Serkis), una de las crías de simio con las que trabaja en su laboratorio, y trasladarla a su casa. Pero, al fin y al cabo, César no es humano. ¿O sí?
Para la música, los productores contaron con Patrick Doyle, que se esforzó en enfatizar el drama en la primera parte del film y se decantó por la acción desatada en la parte final. Se trata de música más convencional que la de Goldsmith, Rosenman o incluso Elfman, aunque perfectamente ajustada a la narración, con tan sólo un par de temas especialmente recordables. Aún se nota que es Doyle, pero no deja de ser una aproximación a la música de acción que está de moda hoy día.
Una vez puesta en marcha la nueva franquicia, y tras tomar las riendas de la misma Matt Reeves, el pasado verano nos traería El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes, 2014). Han pasado diez años desde los acontecimientos de la anterior entrega y el grupo de simios liderado por César vive en paz en el bosque, donde “simio no mata simio”, hasta que llegan los humanos, amenazando con turbar esta idílica calma, para volcarnos en una historia de indios y vaqueros, de hombre contra simio. Sin apartarse de la senda iniciada en la película previa, narrada desde el punto de vista simio, el film es un triste canto a la importancia de la familia, en su sentido más amplio, y a la inevitabilidad de la guerra.
La elección de director trajo consigo al compositor Michael Giacchino que, al igual que Elfman, se reconoce marcado admirador de la partitura de Goldsmith. Se trata de un nuevo acercamiento a la franquicia, ligeramente experimental, pero que prima la emoción, en una composición similar a otras del autor. El tema de los simios es simple y noble, mientras que el de los humanos es lento, tranquilo, reflejo de las cosas (personas) que han quedado por el camino. Y todo se torna más oscuro con Koba, el simio rebelde, cuyo tema va creciendo y creciendo y se vuelve salvaje, en una música polarizada por la relación entre humanos y sociedad simia, entre simios guerreros y simios pacifistas.
Con un final abierto y la promesa de una nueva película, lo único que nos falta por ver es hacia dónde se dirige la saga. Por lo que parece, aún hay cuerda para rato. Y la búsqueda de algo mejor que el hombre continúa.