Al Salir del Cine: “The Meg»
Ni Los increíbles 2, ni Misión Imposible, ni Ant-Man y la avispa y ni siquiera la exitosa Mamma Mía!. El fenómeno de este año que está llenando salas y salas de cine mide 25 metros y es capaz de partir de un mordisco el brazo de Dwayne “The Rock” Johnson. Ni adultos ni niños se están resistiendo a este placer culpable que parece está volviendo a revivir el pánico (o admiración) por los tiburones. Y eso que esté es un producto de serie B enlatado en un formato de serie A (o al menos eso pretende). La sorpresa del verano con la que nadie contaba y de la que ya incluso se especula que pueda haber secuela y en la que seguramente el tiburón se llame Xavier y tenga dotes telepáticas para localizar antes a sus víctimas.
Lo que sí era de esperar habiendo visto el tráiler eran esos personajes que parecen caricaturas con el típico humor absurdo americano de hoy en día que tanta gracia le hace a muchos y a mí ya hace tiempo que me cansa pero que por una vez perdono o esa ristra de secundarios prescindibles explotando los clichés con los que los estadounidenses suelen caracterizar a cada raza o condición física. Eso sí, hay un más que competente uso de la tensión, sustos por doquier (esperados e inesperados) y magníficas, vibrantes e inverosímiles escenas de acción para darle al público lo que quiere. Aunque pretende acercarse más a un Tiburón que a un Sharkanado por supuesto no tiene ni el acabado, ni la personalidad ni obviamente el impecable juego psicológico de aquella pero a cambio proporciona un altísimo y satisfactorio entretenimiento para dejarse justo el cerebro en casa. Sabe lo que vende y todo lo hace a cara descubierta.
Y a todo esto que John Turteltaub, director de la cinta, rescata al bueno de Harry Gregson-Williams para un blockbuster y que de paso nos demuestre cuál ha sido desde siempre el oficio del compositor. Es decir, construir temas más o menos reconocibles con el que podamos identificar a los personajes y las situaciones, jugar con ellos y utilizar, en este caso, una música incidental de tensión resultona y a ratos hasta sofisticada para, sencillamente, entender musicalmente lo que estamos viendo. Lo hace en base a tres temas que conforme más énfasis cojan más interesantes serán y más relieve le darán a una película en la que, además, las piezas de constitución más clásica resultarán hasta bellas. El resultado es una banda sonora muy disfrutable y bastante completa musicalmente hablando pero que debido al simplismo de la trama no da mucho más de sí y se termina quedando en lo correcto pero que, esta vez sí, no es un hacer por hacer como nos tienen acostumbrados en el cine más comercial.