Sentarte en la sala del cine, hacerse el silencio y apagarse las luces para disfrutar de lo que mejor sabe hacer Steven Spielberg, dirigir como solo lo hace él, pues no tiene precio, vamos.
Y si encima le sumas un reparto en estado de gracia, especialmente Meryl Streep y Tom Hanks, que hacen lo que mejor saben hacer, interpretar (mención especial para Bruce Greenwood como Mcnamara o Bradley Whitford), y a John Williams, quien le da alma a las imágenes de Spielberg, pues tienes un clásico instantáneo, The Post (Los Papeles del Pentágono, 2017). Cine en estado puro.
The Post – Nixon Vs The Press
En varios sitios había leído que al fin Steven Spielberg se había atrevido con el periodismo, usando un punto de vista mordaz no solo para poner en tela de juicio el papel del mismo como medio de comunicación para informar de forma veraz y objetiva (algo que con las últimas décadas se ha ido empañando conforme nos hemos globalizado y modernizado), sino el papel de nuestros políticos sirviéndose no solo de la prensa para convertirla en pareja de baile, sino manipulando y censurando cuando no convenía.
Esa búsqueda de la verdad y del rigor periodístico (caiga quien caiga), como en All the President’s Men (Todos los Hombres del Presidente, 1976), secuela natural históricamente hablando de The Post (el guiño en el epílogo final es magistral, donde Spielberg prácticamente cierra con el mismo comienzo de aquella película), se alza como un alegato periodístico contra la mordaza política de Nixon.
La verdad debe prevalecer sobre la manipulación (jóvenes americanos muriendo en Vietnam por las mentiras de un sistema político sostenidas en varias administraciones de políticos, incluyendo a Kennedy), y cuando la prensa aún tenía algo que decir, cuando era una profesión y no puro sensacionalismo, cuando editar un periódico era un arte (las escenas de las prensas de edición en The Post son uno de los elementos más clásicos y poderosos de la película), el puño del pueblo, sostenido por la voz de los principales periódicos norteamericanos, golpeo a la administración de Nixon, previo fallo judicial (un ejemplo de separación de poderes).
Al margen de todo, Steven Spielberg hace lo que mejor sabe hacer por encima de todo; dirigir. Contextualizar la historia en el tiempo que transcurre, utilizar todo tipo de magistrales elementos narrativos y amor, mucho amor, en cada plano, en cada fotograma (el que sabe, SABE).
Ejemplo de pequeño detalle: Kay Graham es una mujer en un mundo de hombres, y su presencia parece pasar inadvertida para casi todos, hasta que finalmente se gana el respeto de su entorno tras sacar su tesón y personalidad.
Y entonces Spielberg decide materializarla con un pequeño detalle; paseando por la redacción de The Post en el tramo final, donde nadie la toca, invisible ante todo y todos, una chica choca con ella y se gira disculpándose. Kay Graham ya nunca más será invisible, ha conseguido entidad corpórea, se ha materializado, The Post ha dado un golpe encima de la mesa, y el puño ha sido el suyo.
The Post es cine de kilates, de ese que se hacía abundante y de calidad en otras épocas, y que ahora pocas veces asoma. Y donde Spielberg le da su sello pero sin olvidarse nunca del rigor y la veracidad, con escenas que serán clásicas (la escena de las prensas de edición del Post activándose es bestial, o el epílogo final con el escándalo Watergate), o el brillante uso de la auténtica voz de Nixon (solo lo sabemos si la vemos en versión original) para todas las escenas de la Casa Blanca donde vemos al presidente en actitud beligerante (brillante como Spielberg le da ese toque siniestro que desprendía la figura de Nixon, algo que también logró a ratos Oliver Stone en su biopic, pese a querer humanizar un poco al presidente).
Lo dicho un clásico instantáneo al que los Oscar han dado la espalda, reconociendo solo la labor de Meryl Streep y una nominación a mejor película. Pero ya sabemos que valor tienen.
The Post – Always Williams (Less Is More)
No añadiremos nada que no sepamos ya de John Williams, ni de su nueva colaboración con Steven Spielberg. The Post es el último capítulo de esta brillante colaboración entre compositor y director qué, directamente, se convertirá en un clásico.
Cuando comienzas a ver la película, donde lo primero que oímos es un canción de los Creedence Clearwater Revival (¿hay un grupo setentero que no refleje mejor aquella época?… puede que The Doors, pero pocos más), la maravillosa Green River en plena jungla de Vietnam, ya tienes la sensación de estar asistiendo a un curso de dirección maestra, y sobre todo, y por encima de todo, a aromas de otra época, aquel cine de los 70, aséptico, cuasi documental, donde la trama y las conspiraciones van increscendo.
De hecho, como en aquella época, la banda sonora solo aparecía cuando debía aparecer, no como ahora, donde en muchas ocasiones casi se empapela la película entera (sin ir más lejos, tenemos el ejemplo actual de Dunkirk de Hans Zimmer, donde a veces el exceso cansa y molesta).
Siguiendo el ejemplo de aquella época dorada, de genios como el propio Williams (Earthquake, Licence to Kill, Midway o The Poseidon Adventure) o de otros como David Shire (All the President’s Men, The Conversation o Farrewell, my Lovely) o Jerry Goldsmith (las brillantes Patton, Papillon o Chinatown), The Post se embarca en esa idea musical, donde a veces menos es más.
Con apenas tres cuartos de hora de música para un película de dos horas, y aprovechando donde SI debe sonar la música (excelente el criterio de Spielberg y Williams, para variar), The Post es el ejemplo magnífico de lo que debe ser una banda sonora (o bandasonorón, como me dijo el bueno de Fernando Ayuso).
Y no cabe en mente alguna, en mi humilde opinión, que el brillante trabajo de Williams para The Post no esté nominado, cuando es una composición fresca e intensa (donde la audición del CD es adictiva, no parando de reproducirlo una vez vista la película), y que si lo esté Star Wars: The Last Jedi, una composición sólida del Maestro pero que, en mi opinión de nuevo, está un peldaño y medio por debajo de The Post. Pero es lo que hay.
The Post – Análisis del Score
Antes de nada, solo comentar mi pequeña impresión cuando John Williams aparece en pantalla, pasado el prólogo de Vietnam (los Creedence) y la vuelta en avión del periodista implicado en la filtración y de Bob MacNamara; Musicón.
Caí en las garras de John Williams, completamente, sin control. Ya me tenía ganado al 100%. Recuerdo recolocarme en mi asiento en aquel preciso momento en que la música comenzó a sonar y pensar “ Si señor, allá vamos, venga John, dale caña”.
El primer corte, The Papers, es la enésima demostración de que todavía se puede sorprender y sacarse conejos de la chistera; con un trazo minimalista, oscuro y obsesivo, Williams construye un corte intenso donde la electrónica, el piano y las cuerdas meten presión y tensión, con unas flautas maravillosas que contribuyen a esa idea de conspiración, viendo en pantalla a Daniel Ellsberg (buena interpretación de Matthew Rhys), el periodista que destapó el escándalo, en compañía de otras dos personas fotocopiando los famosos papeles del pentágono.
Esa idea de conspiración, de oscuridad, con tonos sombríos y hasta siniestros acompañan a la figura de Nixon o gran parte de la investigación. Cada vez que vemos la Casa Blanca y a Nixon hablar sobre el Post o el Times por teléfono, Williams recurre a música gris de tonalidad oscura, donde las cuerdas, como en Nixon’s Order, revelan la tensión de las conversaciones y las órdenes de Nixon sobre vetar al Times y, posteriormente, al Post.
Esa idea musical, la de la conspiración en tonos a veces minimalistas, o en otros momentos simplemente atonal o rezumando tensión, acompaña a una parte de la composición, donde todos los sucios secretos de las diferentes administraciones de los EE.UU. están contemplados (magistral el repaso histórico que realiza Spielberg de los EE.UU. según se fotocopian los papeles). Es un tipo de música seca, opresiva y oscura que también la encontramos en otro tipo de trabajos del Maestro, donde se bucean en oscuros episodios de la historia norteamericana, como en JFK (magnífica la música del prólogo inicial, la obsesión del fiscal Jim Garrison o el tema de los conspiradores) o en el biopic de Nixon, ambas de Oliver Stone.
Por el contrario, la música más abierta o vistosa, la que escuchamos en el corte dos, The Presses Roll, quizás el momentazo de la película, y antesala del clímax final (la decisión judicial de la corte), es el corte más intenso, dramático y vibrante (este corte debería ir al final del disco, justo antes del corte 10, pero en la edición discográfica se ha decidido poner aquí por motivos simplemente de mejorar la audición del disco).
Este tema sería el motivo central de la película, que por así decirlo sería el que Williams asocia al Post y su compromiso con la información y la libertad de expresión, y que es brillantemente recuperado para el extenso corte final (de hecho, el escándalo Watergate, que fue destapado por dos periodistas del Post, es musicalizado con el tema central, donde John Williams parece querer anticiparnos ya que ESO SERÁ NOTICIA en el fantástico epílogo final, una escena de OSCAR).
Desde la misma apertura del tema las cuerdas comienzan a formar un ostinato de avance, al unísono del movimiento de las prensas de edición e impresión (brillante como Spielberg y Williams se entienden, esta escena es el perfecto ejemplo); ese ostinato continúa aun cuando seguimos sin ver la maquinaria de edición. Ahora es el turno de la distribución, donde los periódicos llegan a los lectores, destino final de la edición de cualquier periódico.
Hay un momento brillante y épico durante el corte donde los metales se alzan poderosos, justo antes del minuto uno, PURO WILLIAMS, una fanfarria de triunfo, símbolo de que la verdad se impone sobre la mordaza de Nixon y del sistema, y que se materializa cuando uno de los trabajadores del Post recoge uno de los periódicos y la cámara enfoca el titular. Es el triunfo de la libertad de expresión, de la libertad de información, de la libertad de prensa.
En el tramo final del corte The Presses Roll Williams nos ofrece un brillante subtema de tensión que John Williams ya nos presentó justo en una escena previa al momento de la edición, recogido en el corte cinco Setting the Type (que por orden cronológico debería ir justo antes de The Presses Roll), donde vemos la fase de edición del periódico que avanza de forma apresurada, esperando a la decisión final de Kay para saber si publicarán o no. El tema, con las cuerdas y los metales, construyen un corte que va ganando en intensidad conforme avanza el tiempo, esperando con la llave puesta en el motor de arranque de la maquinaria de edición e impresión del Post.
Si The Presses Roll es el momento más vibrante, Mother and Daughter es toda una declaración de amor de John Williams a la figura de Kay Graham, una pieza delicada, deliciosa e intimista, donde el piano y las cuerdas de lucen con un tema maravilloso, que realza la relación de Kay y su hija a través de una carta escrita en su día por ésta última a su madre tras haber fallecido el marido y padre de ambas.
Esa escena es el punto de inflexión del personaje de Kay, quien finalmente encuentra el apoyo que necesita para tomar la decisión más importante de su carrera, una que afectará de forma importante a la administración de Nixon y al papel del periodismo en los EE.UU. Y Williams recapitula el tema para la escena final, tras el fallo final de la Corte de Justicia, donde el maestro recupera ese bello motivo para Kay y su paseo final por la maquinaria del Post con Ben Bradlee (PURO SPIELBERG).
Scanning the Papers retoma, de forma previa, el tema que luego escucharemos en The Press Rolls, de una forma suave pero vibrante, anticipo del estallido posterior con la publicación del Post. Ben Bradlee y todo su equipo se encuentran en casa de éste, recién recibidos los papeles del pentágono, y juntos se lanzan a bucear («escanear») entre todos ellos para buscar información y construir el artículo que se publicará en el post.
Por su parte, Deciding to Publish, es un momento muy tenso y opresivo; Williams saca el manual y nos regala un corte donde se masca la tensión entre Kay y su equipo del Post. La decisión de publicar apremia, y durante la excelente construcción del corte, Williams tira de oficio, donde las cuerdas se acaban alzando protagonistas tras el minuto dos, vibrantes y enérgicas, rasgando, enfatizando el solemne y decisivo momento que estamos presenciando. Es ahí cuando, de nuevo, Williams vuelve al origen, con la electrónica de su tema conspirativo en The Papers, bajando el ritmo pero no la tensión, con las cuerdas y la flauta en el tramo final.
El último corte, The Court’s Decision and End Credits es, sin más preámbulos, el mejor corte con diferencia. Recoge TODOS los momentazos de la partitura, desde la resolución judicial hasta los end credits, donde Williams ofrece el tema de las prensas de edición y el de la madre y la hija.
La solemnidad musical patriótica expuesta en la primera parte del corte es el triunfo de la libertad de prensa (y por ende del pueblo) contra la administración corrupta de Nixon («The Press Was To Serve the Governed, Not the Governors»), donde Williams nos recuerda a esa música sentida y emotiva del tema principal de JFK o la música de Lincoln, música decididamente abierta y colorida, con sentimiento, donde el piano y las cuerdas nos regalan uno de los mejores cortes de la carrera de John Williams en los últimos años (junta el epílogo de War Horse y el cierre de Star Wars: The Force Awakens y tenemos bingo), emotividad cortada de raíz por una fase musical oscura y vibrante donde el maestro pone música al epílogo final con la escena del escándalo del Watergate, la próxima noticia.
Acabado el epílogo, Williams retoma a su habitual catálogo de motivos para desarrollarlos en los End Credits, y el resultado es una pieza musical que habla por si sola, perfecto resumen de la película (OJO al minuto cinco y medio… es increíble).
Como apunte final, mencionar dos fantásticas piezas diegéticas (la llamada source music), de tono jazzístico, para The Oak Room, 1971 y Two Martini Lunch, donde vemos a los protagonistas en fiestas de alta sociedad o comiendo en importantes restaurantes .
Conclusión
John Williams, con su trabajo para The Post, sella otro episodio clásico en su filmografía, impartiendo una lección magistral de composición (¿cuándo no lo hace?) a los compositores actuales de como se deben hacer las cosas, y sin despeinarse. Y con una premisa; pon música donde realmente se necesite, no apabulles, no pintes con brocha gorda. Cuarenta minutos clásicos donde Williams se pone el mono de faena y nos sirve un trabajo magnífico, un compendio de sus virtudes, de la calidad que atesora el Maestro.
Esperemos, como dice el bueno de Braulio, poder seguir apurando la carrera del Maestro, sea a sorbitos pequeños o de grandes tragos. Lo de John Williams si que es de otro Galaxia, pero no de una muy, muy, pero que muy lejana. Afortunadamente, esa galaxia está cerca, y su brillo es cegador. Gracias John, gracias por permitirme soñar con que el cine aún tiene alma a través de los pentagramas de tu música.
The Post
- The Papers (03:56)
- The Presses Roll (05:01)
- Nixon’s Order (01:48)
- The Oak Room, 1971 (01:46)
- Setting The Type (02:34)
- Mother And Daughter (03:23)
- Scanning The Papers (02:23)
- Two Martini Lunch (02:35)
- Deciding To Publish (05:43)
- The Court’s Decision And End Credits (11:05)