The Woodsman: Dando en la Tecla

Escrito por , el 6 febrero 2012 | Publicado en Apuntes

Es curioso como a veces la simplicidad de ideas musicales, utilizando dos conceptos musicales como la cara y la cruz de una misma moneda, supone el mayor acierto posible en muchos casos, además de una fabulosa economía de recursos, demostrando, y en muchos sentidos, que a veces menos es más.

The Woodsman (El Leñador, 2004) es una excelente película que cuenta la historia de un perderasta llamado Walter que sale de la cárcel y trata de rehabilitarse con la sociedad, trabajando en el sector de la madera (el leñador), y bajo el mayor anonimato posible, tratando de evitar cualquier tipo de polémicas y suspicacias entre sus vecinos, algo que tarde o temprano termina sucediendo casi siempre, y en concreto, cuando la curiosidad de una de las trabajadoras de la empresa le lleve a tirar del hilo hasta llegar a la terrible verdad.

El actor que da vida a Walter es el genial Kevin Bacon, uno de los mejores ( y a veces poco reconocidos) actores de su generación (los 80), quien no dudó ni un segundo en leerse el guión, poner dinero para financiar la película, y aceptar interpretar (gratuitamente) el personaje principal, uno de esos roles incómodos y espinosos que seguramente muchos actores de mayor «prestigio» hubiesen deshechado, máxime cuando hablamos de una producción independiente y de bajo presupuesto.

Entre el reparto encontramos al actor Benjamin Bratt como el hermano de Walter, a la actriz Kyra Sedgewick, esposa en la vida real de Kevin Bacon, y que interpreta a la chica (Vicki) con la que Walter mantiene una tierna (a la par que complicada) relación, y al rapero Mos Def como agente de la policía (y convincente).

En cuanto a la partitura, cortesía del compositor Nathan Larson (quien además toca la guitarra en el grupo Shudder to Think), nos encontramos con un trabajo sencillo pero bien intencionado, donde el compositor trabaja musicalmente el score en base a dos ideas que vertebran la película, complementándose perfectamente; la personalidad de Walter (o lo que es igual, su enfermedad, la pederastia) y la relación de Walter con Vicki.

La primera idea, la pederastia, entronca en un motivo musical interpretado, principalmente, por los acordes de una guitarra (una especie de banjo), interpretando una triste y melancólica melodía que, durante muchas fases de la misma, suena como desafinada, un detalle que parece querer advertirnos que algo no funciona bien dentro de Walter. La música de Larson trabaja perfectamente ese aspecto, reflejando la problemática de su enfermedad, siendo un motivo que acompaña a Walter en sus momentos de reflexión o duda.

En cuanto a la segunda idea, esta se sitúa completamente en las antípodas del anterior motivo; se trata de un bello y hermoso pasaje musical, casi pastoral, muy delicado y contenido, y que acompaña la tortuosa relación de Walter y Vicki, probablemente lo único auténtico y bonito que le ha sucedido al leñador en su vida.

Esa motivo es puro y transparente, sin desafines, y nos confirma que ese es el camino de la salvación de Walter; Vicki es su salvavidas, y cuando está con ella, todo parece funcionar bien (o al menos mejor), y la música  así nos lo indica, todo lo contrario que cuando vemos a Walter en solitario, lleno de dudas, muchas de ellas generadas por la desconfianza que su persona genera en su entorno (más que por su propio pasado).

Esas dos ideas musicales conviven juntas, y son la perfecta plasmación del guión, siendo la cara y la cruz de Walter, fusionándose a la espera de conocer el resultado, y saber cual será el resultado final del combate, o  si simplemente se firmará un armisticio para tratar de convivir de alguna manera.

En definitiva, no es necesario tener una gran formación musical ni una orquesta a tus pies para crear un score desgarrador y dramático; lo que si parece ser necesario es tener las ideas claras, y saber darle a la película la mejor solución posible. Y desde luego, sin ningún género de duda, Nathan Larson lo ha logrado.