Love Letter to Star Trek – 50 Aniversario
Where no Man has gone before… siempre me ha encantado esta frase, ese Tag promocional, y como no , la mítica The needs of the many outweigh the needs of the few (o sea, el bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría). Frases que un trekkie que se precie conoce sobradamente. E incluso los cinéfilos no trekkies que amen la ciencia ficción y las aventuras, grupo en el que me entronco (rozo lo trekkie pero no, o como diría Bisbal, Sí pero No… No pero Sí).
Pero no ser trekkie como algunos amigos próximos (Juan Arbona o Mulas) no me impide conectar con el sentimiento pasional y a veces incluso irracional que uno procesa hacia la saga (casi como una liturgia religiosa, como dijo una vez el bueno de Nicholas Meyer).
Y es que Star Trek, en especial la vieja generación, la clásica, la creada por Gene Rodenberry, me apasiona. Es uno de mis fetiches de juventud, un fenómeno (entre otros muchos como Star Wars o el cine de John Carpenter y Joe Dante) que explica mi amor al cine y la música de cine, remontándose a los 80, donde antes de estrenarse la cuarta entrega de Star Trek en los cines España (aka Desmadre ochentero del Enterprise), servidor había visto la segunda y tercera entrega seguidas (la primera tardé en verla algunos años, cosas del directo).
Es por ello, por ese amor incondicional y sincero, que he decidido escribir este sencilla homenaje y tributo a Star Trek en su cincuenta aniversario, una sencilla carta de amor para reivindicar este fenómeno que ha traspasado las pantallas para formar parte de nuestra vida diaria.
Begin the Beguine – La Ira del Khan, Klingons, Viajes en el Tiempo y V’Ger
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Star Trek II: The Wrath of Khan (Star Trek II: La Ira del Khan, 1982) fue el título de la segunda entrega de Star Trek, una experiencia vital y formidable, con una historia de venganza que se remontaba a la serie clásica (ese detalle lo descubriría muchos años después, cuando viera el capítulo Space Seed), y donde un estupendo Ricardo Montalbán como el Khan pone en jaque a la tripulación del Enterprise, clamando venganza contra el capitán Kirk como cabeza de turco, pero Kirk es mucho Kirk, y tras enfrentamientos varios, todo se resolverá de forma dramática e intensa en el tramo final, en un guión construido de muchos retazos y muchas historias conjuntadas, pero que es sólido y fresco, consolidando a la película como una de las mejores de la saga (y según con quien hables, la mejor… ¿Verdad Braulio?).
Solo puedo decir una cosa; esta película me marcó junto con otras películas de la época como Gremlins, The Empire Strikes Back, The Twilight Zone, Explorers, E.T. o The Goonies. Me encantaban sus personajes, los uniformes, las naves espaciales, el maquetismo (adoro y lo hecho de menos, cosas como Outland, Alien o Aliens), el diseño, pero sobre todo su tripulación, en especial el trío Kirk-Spock-McCoy. Ese rollo que se traían, sarcasmo por aquí, pulla por allá. Muchísimas veces me imaginaba ser parte de la Enterprise, estar sentado en el puente de mando con todos aquellos elementos (diño cariñosamente) y vivir y compartir todas aquellas emociones.
Demasiadas emociones, muchísimas: la prueba del Kobayashi Maru, la batalla de la mutara nebula, el ataque salvaje y violento del U.S.S. Reliant, las criaturas que Khan introduce en Chekov y Terrel en Ceti Alpha V, la cuenta atrás del Genésis, la muerte de Spock y… horner, James Horner.
La tuve grabada en Beta, y no recuerdo las veces que quemé aquella película, y como me emocionaba cada vez que llegaba la batalla de la mutara nebula; lo que hizo James Horner en esa película debería estudiarse como asignatura obligatoria en las clases de composición musical. Y que decir del Genesis Countdown, momentazo que siempre revivía una y otra vez en mi Beta, y del que ya hablé en su día en éste artículo (ahora tengo la banda sonora, pero de aquella la única de disfrutar de la música era poniendo mi video una y otra vez… y otra vez… y otra vez), con aquel maravilloso comentario de Khan lleno de odio: Desde el corazón del infierno… ¡Yo te apuñalo!. Con todo mi odio…¡Te escupo… mi último aliento!
Fuera como fuera, Star Trek entró en mi vida para quedarse definitivamente, lo tenía claro; quería ver más películas, quería saber más de aquella tripulación, y por supuesto, ver morir a Spock fue todo un shock, que afortunadamente se revertió con Star Trek III: The Search for Spock (Star Trek III: En Busca de Spock, 1984), donde el cierre final de la segunda entrega deja abierta una puerta a la esperanza, esperanza que nos llega en la tercera entrega, y con los Klingon como antagonistas (impagable Christopher Lloyd de villano).
De nuevo me enamoré, perdidamente, con el robo del U.S.S. Enterprise (momento pilas marca «Scotty») y sobre todo, con ese melancólico momento de la destrucción del U.S.S. Enterprise con la tripulación como público invitado (al fin la edición expandida de la partitura de James Horner incluye este momentazo).
Esa fantástica y entretenida resolución de Spock (que viva el ritual del Katra) nos lleva a la siguiente meta volante; ir con mis padres a los cines Hollywood a ver Star Trek IV: The Voyage Home (Star Trek IV: Misión Salvar la Tierra, 1986), quizás la más floja hasta aquel momento (tontorrona a ratos, con un argumento pillado un poco por los pelos, repitiendo cosillas de la primera entrega), pero me lo pasé tan condenadamente bien que no puedo ser objetivo. Otra vez la tripulación clásica, otra vez la camaradería, el buen rollo y la sintonía…
Creo que si Star Trek II: The Wrath of Khan fijó mi atención en el universo trekkie, Star Trek IV: The Voyage Home apuntaló definitivamente mi amor incondicional hacia la saga de Star Trek. Y aún no había visto la primera entrega… ni la serie clásica.
Sobre mi pasión por Star Trek, siempre me acuerdo de una conversación en Úbeda con Israel Pedraza y Sergio Hardasmal sobre Jerry Goldsmith; recuerdo decir algo así como «la pasión por Jerry Goldsmith está más allá de las palabras, es un sentimiento, una emoción, es la complicidad con quienes disfrutan de un genio». No hay palabras, son emociones. Y en cierta medida, Star Trek, en especial la tripulación clásica, es eso mismo. No lo puedo explicar con palabras, es un sentimiento que nace de dentro, muy vinculado a mi pasión por el cine y la ciencia ficción y la aventura.
Y entonces llegó V’Ger, aka Star Trek: The Motion Picture (Star Trek: La película, 1979), dirigida por el gran Robert Wise, cuyos méritos anexos a la ciencia ficción nos habían regalado dos joyas; The Day The Earth Stood Still (Ultimátum a la Tierra, 1951) y The Andromeda Strain (La Amenaza de Andrómeda, 1971). Casi nada. Y teniendo en cuenta el precedente de The Hindenburg (Hindenburg, 1975), con esas maravillosas tomas aéreas, un lujo al alcance de pocos directores (que forma de rodar, por dios), uno no podía dejar de imaginar lo que acontecería en pantalla, y nada más lejos de la realidad.
The Enterprise, uno de los mejores momentos musicales de la historia del cine, es una carta de amor al cine y a Star Trek, remitida por Robert Wise y con el perfume de Jerry Goldsmith. Jamás NADIE retrató de una forma tan hermosa y espectacular el Enterprise como Wise y Goldsmith (es entendible que para Rodenberry el compositor Jerry Goldsmith fuera el mejor de la saga, no hay color, y eso que James Horner estuvo a la altura de las circunstancias).
Pero es que el Star Trek de 1979, al igual que el de 1982, es un magnífico conjunto de set pieces que funcionan como un reloj; la brillante apertura con el ataque Klingon (antológica, y prolegómeno visual del espectáculo que veremos en pantalla), la presentación del Enterprise, la partida del Enterprise, la entrada en V’Ger (alrededor de 20 minutos fabulosos donde Wise deja el mando de la nave a Goldsmith, justificando bestialmente ) o el clímax final (ojo, el germen musical de Poltergeist). Todo rodado con pulso por un veterano llamado Robert Wise, uno de esos cuya carrera deja en pañales a prácticamente todo el star system actual.
En mi humilde opinión, vista en orden no cronológico, me parece con mucho la mejor de todas las películas que se han hecho sobre el universo de Star Trek; tiene un excelente guión, sólido y un guiño a los que amamos la ciencia ficción, contiene algunas de las escenas más bellas y espectaculares filmadas en el cine, donde Goldsmith colabora con muchísima culpa (es, junto con Legend, una de las mejores creaciones musicales del Maestro de la Coleta), y sitúa espectacularmente a la tripulación del Enterprise como un clásico inmediato en el cine, reforzado, es justo señalarlo, por la no menos espectacular segunda entrega.
Entrando en los 90 – Dioses Cabreados, Países Desconocidos y Nuevas Generaciones
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A pesar de que la V entrega, Star Trek V: The Final Frontier (Star Trek V: La Última Frontera, 1989), tenía ingredientes para ser una de las mejores películas de la saga, sin embargo nos encontramos con un enorme fracaso de taquilla, donde William Shatner sustituía en la dirección a su colega Leonard Nimoy. Aún con esas, servidor se lo paso pipa, y gran parte de culpa la tiene el gran sentido del humor que tiene de nuevo la tripulación (el prólogo y el epílogo de la película es pura emotividad, un guiño de complicidad a ese trío maravilloso que forman Kirk-McCoy-Spock).
Un colega me la grabó de Canal +, y que puedo decir… para no ser trekkie, mi amor por la saga lo rozaba. Y además, tengo que decirlo, sino no soy Rubén Franco Menéndez, Jerry Goldsmith volvía a Star Trek diez años después, y de que forma… el tema onírico-místico que se saca de la manga es para llorar, y los temas de acción brutales, con un toque rambonesco (Let’s Get Out of Here, Open the Gates o Without Help). Espectacular, en un año donde Goldsmith nos golpearía con The Burbs’, Warlock y Leviathan… casi nada.
Estrenada con Batman y la tercera entrega de Indiana Jones, Star Trek V pasó sin pena ni gloria, y a pesar de que pueda ser fallida, es muy disfrutable, con buenos efectos especiales, mucho sentido del humor y buenas dosis de reflexión sobre la amistad y las creencias religiosas (mucho dogma y poca neurona).
Y para los que siempre amamos los viajes de la nave estelar «Enterprise», llegó la última entrega de la tripulación clásica, Star Trek VI: The Undiscovered Country (Star Trek VI: Aquel País desconocido, 1991), fantástica entrega donde de nuevo tenemos a un klingon de villano, otro christopher, esta vez Christopher Plummer, muy shakesperiano (suelten los perros de la guerra), y donde de nuevo Nicholas Meyer toma acertadamente el rumbo de la nave, con un guión sólido y entretenido, casi un thriller político de acción con los consabidos toques de ciencia ficción y aventuras.
Todo funciona bien, rematado con una brutal impronta de un genial Cliff Eidelman como compositor, quien firma una de sus mejores obras, con un bello epitafio final, tanto visual como musical, con las firmas de todos los protagonistas sobre pantalla, y algunos momentos brillantes de aventura, acción… y de nuevo humor, mucho humor.
Pese a que la nueva generación irrumpió con una serie de películas muy disfrutables (a veces irregulares), donde Star Trek Generations (Star Trek : La Próxima Generación, 1994) se alza como la mejor de la saga (momento shock para la breve aparición de William Shatner… Eso no se hace, caca), o el fantástico reboot de la mano de J.J. Abrams (gracias a él tenemos momentos brillantes como el Khan de Benedict Cumberbatch, el compañero alienígena de Scotty o ver a un joven Spock hablando con el viejo Spock cortesía de un brillante guión) NADA será equiparable a mi amor por la tripulación clásica.
No me cansa ver ninguna de las películas, y que decir de sus bandas sonoras (mención especial al excelente trabajo de Leonard Rosenman, con un temazo central muy del compositor), y ya puestos el encanto de la serie clásica, pese a esos escenarios de cartón piedra, o sus escenarios únicos (dibujados o pintados), que le confieren un toque retro maravilloso y sugerente (con capítulos tan míticos como Amok Time, Space Seed, Where No Man Has Gone Before, The City on the Egde of Forever, The Trouble with Treebles, The Devil in the Dark o The Menagerie y compositores como Gerald Fried, Alexander Courage, Fred Steiner, Sol Kaplan o el mismísimo Jerry Fielding). Soy fan total; el rojo es muerte y Kirk un ligón. Ya me entienden…
Feliz 50 Aniversario
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Y los que vengan. Porque para mi, siempre es un aniversario repasar las películas de Star Trek, o sus series (Enterprise, Next Generation, Deep Space Nine…). Casi como una especie de James Bond, o Star Wars (va camino de ello), y si me apuras los simios… Star Trek es marca garantizada de diversión, de entretenimiento.
Es esa puerta que hace que escapemos de nuestras horrores y quehaceres diario; durante un breve pero afortunadamente maravilloso espacio de tiempo desconectamos de la realidad, y nos sumergimos en un mundo fantástico, único, un viaje sin peajes, lleno de fabulosos mundos y personajes.
Gracias. Eternas gracias por hacerme soñar, por hacerme partícipe de éste mundo. Una parte de mi corazoncito os pertenece.
El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar «Enterprise», en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.