El Momento: Una tarde con Mark Isham
—Rubén, ¿estás seguro que vamos bien? —preguntó Edu.
—Sí, sí, lo recuerdo de otro año. Vamos bien.
El sol apretaba de lo lindo mientras serpenteábamos por las callejuelas de Úbeda. Nos dirigíamos a toda prisa hacia el Hotel Postigo, donde nos esperaba nada más y nada menos que Mark Isham. Había accedido a concedernos una entrevista y hacia allá íbamos con una mezcla de expectación, ilusión y precipitación.
Rubén abría el camino, yo iba justo detrás suyo repasando mentalmente las preguntas de la entrevista. («Sobre todo el inicio Berto, cuida el inicio y no la jorobes»). Justo detrás mía caminaban Carlos con el trípode y la cámara de vídeo, y Edu con su Canon. Íbamos a grabar y fotografiar todo lo que pudiéramos de ese encuentro. Al fin y al cabo, iba a ser un momento inolvidable para todos nosotros.
Al entrar en el hotel nos identificamos en recepción y tras una llamada a la habitación de Mark Isham nos dijeron: «Ahora mismo baja». No podíamos perder tiempo, teníamos que improvisar un plató en cuestión de minutos.
Entramos en el salón del hotel y entre Carlos y yo decidimos dónde nos íbamos a poner cada uno. El tiro y ángulo de la cámara, las luces, movimos la mesa, colocamos las sillas, ¿nos pueden traer una botella de agua? Recuerdo que me giré hacia Edu y Carlos y les dije: «Sacadle sobre todo a él, yo no pinto nada». Abrí mi mochila y saqué mi iPad para volver a repasar la nada despreciable lista de preguntas que habíamos preparado. «¿Tendremos tiempo de hacerlas todas?»
En la sala reinaba el silencio y la paz de esa sobremesa tan de Úbeda. Mientras no paraba de mirar hacia la puerta pensé: «Es perfecto, nadie nos va a molestar y vamos a estar un rato a solas con Mark Isham».
A través del cristal del salón le vi bajar las escaleras e hice lo que siempre me enseñaron: ir hacia a él para saludarle cuanto antes, y no esperar a que él se aproximara a nosotros.
—Buenas tardes Mark. Me llamo Berto Pena y seré quien te haga la entrevista —le dije mientras le estrechaba la mano.
Le presenté al resto de nuestra «crew» y le invité a sentarse en el gran sofá. Mientras ajustábamos las cámaras y nos traían la botella de agua, le invité a que se pusiera cómodo y esbocé rápidamente cómo iba a ser la entrevista y lo que íbamos a hacer.
No te voy a hablar ahora de la entrevista en sí (la publicaremos en vídeo en breve) pero sí de las sensaciones.
A lo largo de mi vida he hecho bastantes entrevistas, me he reunido con gente importante y personajes de los que te obligan a tragar saliva (¡glup!) y me gano la vida hablando en público frente a grandes audiencias. Pero notaba que estaba nervioso. Él en cambio estaba expectante y creo que sentía la curiosidad de quien espera una entrevista original.
Antes de lanzarse a responder a mi primera pregunta, hizo un inciso: «Bueno, debería aclarar que no se pronuncia «isham» sino «aisham»». A base de repetirlo mal durante tantos años, había metido la pata nada más empezar. Me rehice, admití la corrección con toda naturalidad (en Sudáfrica y Australia también decían mal mi apellido) y continuamos con la entrevista.
Después, tras contestar a la primera pregunta, admitió: «Es una pregunta difícil de contestar». Y yo le dije: «Pues ya verás, sólo estamos calentando :-)»
Tras los primeros minutos de inevitable tanteo, él se relajó por completo. Sonreía, gesticulaba, respondía con todo lujo de detalles y contaba anécdotas y curiosidades sobre él y las personas con las que trabajó (Carol Ballard, Robert Redford…). Tengo la suficiente experiencia como entrevistador para darme cuenta que eso sólo lo haces cuando estás a gusto de verdad. Así que aprovechamos el momento, su momento: le hicimos toda la entrevista.
Al final, creo recordar que fueron cerca de 40 minutos con él. Y creo, también, que será un momento que nunca olvidaré ni olvidaremos. Terminamos agradeciéndole su tiempo y su amabilidad. y le hicimos entrega de un pequeño obsequio: una camiseta de Asturscore.
(Mientras se la dábamos, asomó por la puerta —durante unos breves instantes— Bear McCreary, a quien también tuvimos la oportunidad de entrevistar al día siguiente.)
Mientras le entregaba la camiseta el expliqué el significado de nuestro nombre y, también, de nuestro lema (que en la camiseta está impreso en la parte trasera): «Me gusta la música que se ve». Él repitió cada palabra en castellano con el mejor acento de que fue capaz. Nos hicimos la foto (que puedes ver a la derecha), nos despedimos de él y nos quedamos los cuatro a solas en el salón del hotel.
—Ha sido una pasada.
No recuerdo quién dijo la frase pero sí, había sido un momento único. De ésos que sólo pasan en Úbeda. De ésos que nunca se olvidan.
En total no estuvimos más de 45 minutos con él. Pero para mí fue toda la tarde. Una tarde en la que Asturscore estuvo con Mark Isham.