Homenaje a John Williams: Madrid 2014
Los días 27 y 28 de diciembre se han celebrado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid sendos conciertos en homenaje a John Williams (Tiburón, La Guerra de las Galaxias, Superman, Indiana Jones). Interpretados por la Barbieri Symphony Orchestra, bajo la batuta del joven director y compositorLucas Vidal (Mientras duermes, A todo gas 6) y con la colaboración de la violinista Leticia Moreno y del tenor Israel Lozano, han sido un evento familiar perfecto para la época navideña. Aprovechando la ocasión, también han tenido lugar una serie de actividades paralelas relacionadas con el gran músico norteamericano, como una charla sobre su vida y obra o un encuentro de aficionados.
Los diferentes actos dieron comienzo el viernes 26 por la tarde con la mencionada charla, la cual corrió a cargo del compositor y pianista Andrés Valverde Amador, autor del libro más completo sobre la obra de John Williams (John Williams: Vida y Obra. Editorial Berenice). Se trató de un coloquio desenfadado y con gran interacción con el público, en una sesión de preguntas y respuestas final. A título anecdótico, cabe destacar que entre los presentes se encontraba uno de los profesores de escuela de Lucas Vidal. Así como resaltar que, durante toda la charla, era posible seguir los ensayos de la orquesta en una pantalla que se encontraba en la sala.
La breve introducción del coloquio comenzó con unos comentarios generales sobre la figura de John Williams. Si bien es cierto que el autor es reconocido por su obra para películas, es un compositor con mayúsculas. Andrés recalcó que se trata de un músico que es capaz de componer casi cualquier cosa y para los géneros más diversos, y no sólo en el cine, y muestra de ello es su continuado éxito a lo largo de los años. De todas formas, esta acotación sirvió para defender que la música de cine no es un género menor. El que sea música aplicada no significa que sea de menor calidad, aparte del hecho de que también incluye otros condicionantes que hacen que componer para la imagen represente todo un reto.
Una vez abierto el turno de preguntas, se hizo inevitable hablar de las influencias del Hollywood clásico. Parece evidente que el gran Erich Wolfgang Korngold es una influencia clara en muchos de los temas principales y fanfarrias del maestro. Por ejemplo, los temas del barco en Tiburón son música de piratas de la vieja escuela. Y hay mucho de Max Steiner en Indiana Jones. La capacidad de Williams para crear leitmotivs es inagotable. Y el modo en que los usa es magistral, engarzando temas principales, transiciones y subtemas. De hecho, hay un antes y un después de Williams, ya que, gracias a él, volvió el sonido sinfónico a Hollywood.
Profundizando un poco más en el compositor, se habló de que conviven cuatro músicos en la misma persona. Existe el Williams de concierto (aunque a partir de los 80 su obra de concierto y su obra para cine están cada vez más próximas), el de las fanfarrias (como sus composiciones para diversos Juegos Olímpicos), el de las bandas sonoras más populares y el de las bandas sonoras menos conocidas. Lo que está claro es que el maestro tiene cuerda para rato, ya que un artista nunca se jubila, y seguirá trabajando para Steven Spielberg y en otros encargos que atraigan su interés. Por suerte, el interrogante de si Spielberg sería Spielberg sin Williams quedaría respondido por el mismo cineasta en uno de los vídeos proyectados durante los conciertos.
Una pregunta muy interesante, y que Andrés respondió sin el menor titubeo, fue la relativa a qué va primero, la imagen o la música. “La imagen, por supuesto.” El propio Williams compone sólo sobre imágenes, sin leer el guion previamente. Aunque, como toda norma, ésta también tiene su excepción, ya que el tema de violín de La lista de Schindler fue compuesto con anterioridad a la filmación.
Y, centrándonos en los conciertos en sí, uno de los asistentes preguntó por qué se había pensado en Lucas Vidal para dirigirlos. Y la respuesta fue clara: porque Lucas es el fan número uno de John Williams. Además, él mismo es un compositor cinematográfico y, tratándose de conciertos en los que se proyectan imágenes con las que debe sincronizarse la música, está acostumbrado por oficio.
Durante el coloquio también hubo tiempo para preguntas más personales para el propio Andrés, como la de que por qué decidió hacerse compositor o qué le atrajo de John Williams. Dos preguntas y una respuesta que las enlazaba: decidió que la música era lo suyo por Williams, a quien realmente descubrió con Parque Jurásico.
Para finalizar, se abrió una sesión de firmas, con disponibilidad de varios ejemplares del libro sobre la obra del compositor, cortesía de Javier Cañil, de Bibliostock.
El mismo viernes se efectuó el ensayo general previo a los conciertos, ensayo que en principio iba a estar abierto al público por invitación y con aforo limitado, pero que resultó ser multitudinario. Con la Zarzuela a rebosar de gente y una audiencia entregada, la Barbieri Symphony Orchestra fue desplegando todas las piezas, sin interrupción y tal y como se escucharían en el concierto definitivo. Se trató de una prueba, con flecos aún por pulir, pero los temas sonaron impresionantes.
Ya el sábado por la tarde, en la previa del concierto, tuvo lugar un breve encuentro de aficionados a John Williams en uno de los salones del Hotel Moderno. Se comenzó hablando del maestro, pasando por el inevitable Hans Zimmer y llegando hasta el español Juan Quintero. El encuentro fue distendido y abierto al debate, lo que siempre resulta interesante. Y, como suele pasar en estos casos, se terminó por hablar de cine en general. Una buena manera de conocer gente nueva.
El plato fuerte del día fue el Homenaje a John Williams, producido por Álvaro Cañil, de High C Consulting, empresa especializada en suministrar experiencias únicas. Y la verdad es que, al menos para quien esto escribe, el concierto fue toda una experiencia, porque pude disfrutar de él (junto a otros seis afortunados) sentado entre los músicos de la orquesta.
Una vez en el Teatro de la Zarzuela, nos recibió Luis Hazas, gerente de la Barbieri Symphony, que nos llevó a un camerino para que dejáramos nuestras cosas. Siete personas vestidas de negro y sin instrumentos. Un poco fuera de lugar entre tanto movimiento. Miguel Rodríguez, director técnico y fagot de la orquesta, nos mostró donde estaban situadas las sillas para “invitados” en el escenario y nos dejó en manos del responsable de prensa (y trombón), Miguel Galdón.
Después de unas breves instrucciones y de repartirnos los sitios entre los invitados, me dirigí a la zona que me correspondía. Por suerte, Lara Diloy, asistente de dirección artística y trompa, se encargó de darme la entrada, para evitar posibles situaciones embarazosas. Desde aquí, mi más sincero agradecimiento a Luis, Miguel R., Miguel G. y Lara por su ayuda, ya que entiendo que los “invitados especiales” fuimos una preocupación añadida al devenir normal de un concierto como éste.
El homenaje comenzó con un vídeo en el que Steven Spielberg y James Conlon, director musical de la Ópera de Los Ángeles, hablan sobre la figura de John Williams. Finalmente, el propio compositor y Spielberg comentan la génesis del tema de Tiburón. Mientras aparecen las imágenes del principio de la película, se empiezan a escuchar las famosas notas que todos hemos tarareado alguna vez en la playa.
La siguiente pieza sigue la senda de animales gigantes a los que les gusta la carne humana y entramos de lleno en el majestuoso mundo de Parque Jurásico. A continuación, el tema principal de JFK y el titulado Arlington, del mismo film. Una maravilla poder escuchar algo semejante en concierto y por lo que hay que felicitar a los programadores.
Un nuevo vídeo en el que Williams y Spielberg charlan sobre Indiana Jones, da paso al famoso tema, que viene seguido por uno de los grandes momentos de la noche: E.T. Aparte de que la música nos retrotrae a todos a la infancia, es imposible evitar que se te ponga la piel de gallina en el momento en que la bicicleta pasa por delante de la luna.
Y, para cerrar la primera parte, no podía faltar la marcha de Superman. Emocionante ver a Christopher Reeve en pantalla. Y los juegos de luces azules y rojos sobre la orquesta, con efecto vuelo incluido.
La Barbieri Symphony Orchestra estuvo fenomenal, completamente centrada. Y el tempo de los temas era exactamente igual al de los CD. Está claro que Lucas Vidal los tiene muy escuchados, aparte de las ayudas visuales para la sincronización que tenía en su monitor. Por otra parte, el tempo de los temas sin vídeos también era idéntico, así que un aplauso para director y orquesta. Todos sabemos que los aficionados a la música de cine podemos ser un poco quisquillosos cuando ésta no suena igual que un CD que se ha escuchado cientos de veces.
El único problema de estar sentado en el escenario es que uno pierde toda la acústica, que es ideal para el público, a cambio de vivir una experiencia increíble. Durante toda esta parte del concierto estuve sentado junto al arpa y a los violines primeros, lo que permite escuchar ciertos matices que pasarían desapercibidos de cualquier otro modo. Tras el descanso, me senté junto a Lara, al lado de las trompas, y eso ya es otra historia.
Un nuevo vídeo de Williams y Spielberg nos presentó La lista de Schindler. Todo un regalo para los oídos. El violín solista corrió a cargo de Leticia Moreno, todo un valor en alza dentro del mundo de la música clásica, que nos hizo vibrar con las dos piezas más conocidas de la película, el tema principal y Remembrances.
Dado las fechas en las que estamos, tampoco podía faltar un tema navideño, Somewhere in my memory, de la película Solo en casa. Hablando de equilibrios acústicos, resulta maravilloso destacar cómo es posible pasar de una gran orquesta a algo “minimalista” en su ejecución y que cautive de manera tan poderosa al público. Y todo ello gracias al tenor Israel Lozano y al piano de Juan Bautista Carmena.
El gran colofón, como no podía ser de otra manera, fue La guerra de las galaxias, con la colaboración en la puesta en escena de la Legión 501 y de la Legión Rebelde, para suplir la habitual imposibilidad de usar imágenes de la franquicia impuesta por Disney. La música sonó en todo su esplendor y fue disfrutada por grandes y pequeños. La orquesta interpretó la Suite Sinfónica, que incluye el tema principal, el tema de Leia (con paseo de la princesa entre los músicos), la marcha imperial (espectacular entrada de Darth Vader en el patio de butacas, precedido por soldados imperiales), el tema de Yoda (nuevo paseo) y el salón del trono y final (con todos los personajes en el escenario).
Pero todavía quedaban un par de sorpresas escondidas fuera de programa. Con todo el auditorio en pie, aplaudiendo a rabiar, pudimos disfrutar The Cantina Band, mítico tema donde los haya, y que hizo llevar el ritmo con el pie o la cabeza a media orquesta. Después, pudimos saborear de nuevo Somewhere in my memory, esta vez con Leticia Moreno y toda la orquesta acompañando a Israel Lozano. Y, como los aplausos no acababan, Lucas y la Barbieri Symphony nos regalaron la posibilidad de volver a escuchar el tema de E.T. ¡Felicidades, chicos, por un trabajo bien hecho!
Otra parte del encanto de esta experiencia única de High C Consulting tuvo lugar durante el backstage, con la euforia en plena efervescencia. Y no es para menos. Y el más atento del mundo, Lucas Vidal, que, amablemente y con paciencia, firmó mis carátulas, ante la orgullosa mirada de sus compañeros de infancia. Y es que todos somos humanos.
Del concierto del domingo sólo tengo referencias, pero, aparentemente, fue incluso mejor. Sólo faltaría añadir que ojalá éste sea el primero de muchos conciertos navideños. De la música del maestro Williams conocida, de la menos conocida o de otros compositores cinematográficos. Es una experiencia que merece la pena. Y que llena auditorios. La prueba de ello es lo que hemos vivido el fin de semana del 27 y 28 de diciembre en Madrid.
Agradecimientos especiales: Ángel García Romero, Javier Cañil y Álvaro Cañil. A los tres, por la experiencia.