Concierto en Bilbao: Bond and Beyond
Hace un tiempo anunciábamos en esta misma página el regreso del agente secreto más famoso del mundo (de su música, en realidad) a Bilbao: James Bond. El trágico fallecimiento de James Horner la misma semana en la que se organizaban ambos conciertos en homenaje al espía británico nos ha obligado, por desgracia, a posponer la reseña de dicho evento hasta hoy.
Sin duda, más que de sendos conciertos de música de cine, hablamos de eso, de un evento mitómano celebrado alrededor de la figura de Bond, y más allá: Bond & Beyond. A pesar de que el material promocional no transmitiera realmente lo que el público iba a encontrarse los días 25 y 26 de junio en la capital vizcaína.
El concierto se presentaba como colofón de la temporada musical del Teatro Arriaga, en colaboración con la Orquesta Sinfónica de Bilbao (Bilbao Orkestra Sinfonikoa, BOS), prometiendo ser un evento de envergadura y de subtítulo imposible: “Bandas Sonoras de las películas de James Bond y de otros famosos agentes secretos de la historia del cine.” Por desgracia, y probablemente debido a la confusa manera en que se había publicitado todo, el teatro no llenó ninguno de los dos días. Algo que, sinceramente, tiene delito. Más, si cabe, en estos tiempos en los que proliferan los conciertos de música de cine. Pero, en fin, no estamos aquí para hablar de cómo vender un evento cultural, sino de música. Y, en este caso en particular, de lo que va más allá de la música para convertirse en un auténtico espectáculo.
La BOS, como se conoce a la orquesta en esta época de acrónimos y siglas, contaba, en principio, con dos ases guardados en la manga: la dirección de Michael Krajewski y la voz de Debbie Gravitte. El maestro Krajewski es un experto en repertorio popular con diferentes orquestas norteamericanas, siendo titular de la Philly Pops y director de conciertos populares para las sinfónicas de Houston, Atlanta y Jacksonville, aparte de haber trabajado con muchas otras formaciones. Algo que se notaba en el sentido del espectáculo que aportaba, involucrando al público con numerosos apartes (en un perfecto inglés, por supuesto) e interactuando con la cantante en varias ocasiones.
Por otra parte, la gran sorpresa de la noche resultó ser la soprano Debbie Gravitte, que consiguió meterse a todos los asistentes en el bolsillo con pasmosa facilidad. Proveniente del mundo de Broadway, ha participado en varios musicales, lo que demuestra su “presencia” en escena, consiguiendo un preciado Tony a Mejor Actriz de Reparto en un Musical por Jerome Robbins’ Broadway. Su chorro de voz, su magnética personalidad, los cambios de vestuario… atraparon al público en todas y cada una de las ocasiones en las que apareció frente a la orquesta. Sin duda, para quien esto escribe, lo mejor de la noche.
Respecto al concierto en sí mismo, los siguientes comentarios corresponden al del viernes 26. De todas formas, por lo que parece, tras comparar opiniones con algunos de los asistentes al concierto del jueves, el resultado debió de ser bastante parecido en ambas funciones.
Como no podía ser de otra manera, la noche comenzó con el famoso Tema de James Bond. Y con un pequeño susto, ya que no sonó todo lo potente que se esperaba. El tempo un poco lento y la escasa energía de la orquesta hacían temer lo peor. Con una ejecución técnica perfecta, le faltaba la garra necesaria. Krajewski parecía fuera de lugar y, por su parquedad gestual y tranquilidad en el podio, era difícil poder juzgar hasta qué punto el resultado dependía de él o no. Lo mismo sucedió con Desde Rusia con amor. Si bien es cierto que la orquesta fue ganando en energía durante toda la primera parte, uno de los elementos principales de la música de los primeros Bond de John Barry es la “vibración”. Es decir, el autor todavía estaba haciendo la transición del Pop a la orquesta sinfónica y se encontraba a medio camino entre ambas. Si le quitas todo el empuje a la música, pierde parte de su efectividad y queda algo desnuda cuando se interpreta en un auditorio.
Y de Rusia pasamos a Japón con Sólo se vive dos veces. El tempo lento y la falta de energía seguían notándose, pero menos, para pasar a una suite compuesta por uno de los mejores trabajos de Barry (en general) y uno de los últimos dentro de la serie: 007 al servicio de su Majestad y Panorama para matar. Y, siguiendo con el maestro, la primera gran sorpresa de la noche: Diamantes para la eternidad. La primera aparición de Debbie Gravitte en el escenario, vestida para la ocasión e interpretando la canción tanto con su sensual voz y como con todo su cuerpo. Atrapando al público forever.
El siguiente tema, especialmente relacionado con Bilbao, ya que es el de la película de la franquicia que comienza en la ciudad vasca, fue el de El mundo nunca es suficiente. Después de empezar ágilmente con la música de acción de David Arnold, todo un claro homenaje a Barry, Debbie Gravitte volvió a cautivarnos con su voz. A partir de ese momento, sólo era cuestión de esperar a que saliera en escena.
Continuando con Arnold, uno de los momentos en los que mejor sonó la orquesta en toda la noche fue la suite que conjugaba la música para Casino Royale y Quantum of Solace. Una no desmerecía de la otra y la orquesta estuvo brillante y técnicamente perfecta. Por suerte, ya que la inyección de energía vino bien para el último tema antes del descanso. Todo un clásico en los conciertos de James Bond: una suite de Goldfinger. Con esperada recompensa final en forma de canción. No hay palabras.
La segunda parte del concierto fue la más disfrutable de ambas para quien esto escribe. La más brillante. La más “espectacular”, si se quiere. Entiendo que pueda resultar curioso, tratándose de un concierto de Bond y teniendo en cuenta que tras el descanso hubo una variedad increíble. En gran parte, creo que a la orquesta le costó coger ritmo y que, después del descanso, ya lo había hecho, arrastrándome con ella.
Una vez que se apagaron las luces de nuevo, Debbie Gravitte nos dio la bienvenida con el televisivo tema de Secret Agent Man. Una delicia sesentera que nació a la sombra de James Bond. Una canción que se puede convertir en un pequeño placer culpable para cualquiera y que sonó inmensa en la voz de la soprano. De ahí se pasó a un claro divertimento: la Soul Bossa Nova de Austin Powers, momento en el que entraban ganas de ponerse a bailar al ritmo de la música. Aperitivo para el Sooner or Later de Dick Tracy, en la voz de la Gravitte, con actuación de Krajewski incluida. Entiendo que, para los puristas de la música, todo esto pueda parecer algo “populachero”, pero es lo que da el punto de espectáculo, lo que convierte al concierto en un placer cómplice y acerca al público. El espectáculo como lo entienden en el mundo musical anglosajón; el espectáculo que los organizadores se olvidaron de publicitar en la promoción…
En un concierto de estas características tampoco podía faltar el genial Henry Mancini, representado por el Tema del Inspector Clouseau. Toda una delicia musical que, para alegría del público, terminó con el archiconocido tema de La pantera rosa. Para, así, poder volver al universo musical de James Bond en una suite de Skyfall que, con sus diversas texturas, resultó ser de lo más interesante de la noche.
Y, hablando de Skyfall, no podemos olvidarnos de su canción. Un Óscar que bien se habría merecido John Barry, ninguna de cuyas canciones fue siquiera nominada. La última vez que salió en escena la Gravitte, dejándonos de nuevo con la boca abierta. Era imposible no fijarse en ella y olvidarse de la orquesta. Apoteósica.
Si bien es cierto que cuando se piensa en la música de la saga Bond el primer nombre que viene a la cabeza es el de Barry, muchos otros compositores le hincaron el diente a la franquicia (Marvin Hamlisch, Bill Conti…). Por eso, la suite final, titulada The Best of Bond, incluía otros temas míticos que se podían haber echado de menos: La espía que me amó, Vive y deja morir, Sólo para sus ojos, Desde Rusia con amor, Operación Trueno y uno de los temas de James Bond de acción de Barry.
Pero aún faltaba una sorpresa final, fuera de programa. Bueno. Sorpresa. El clásico de los clásicos cuando se habla de agentes y nos olvidamos de Bond. Antes de que se acabara la mecha del concierto, esa genialidad que compuso Lalo Schifrin para la serie de televisión Misión Imposible. Un broche de oro popular para una noche que había comenzado con un poco de reparo y que había terminado siendo mágica.
En resumen, Bond & Beyond. Es decir, música que era de Bond y que no era de Bond. Un concierto y mucho más. Una experiencia estilo americano. Un concierto, un recital, un espectáculo. A ver si para la próxima vez se envuelve mejor y conseguimos llenar. Por puro egoísmo de niño pequeño, me habría gustado que la experiencia hubiera sido compartida con mucha más gente. Un esfuerzo semejante el que implica organizar un evento como éste debería verse recompensado con un montón de oídos escuchando y de ojos viendo