CometCon’22: Crónica desde el Espacio Exterior
Son las 14:20 de un Sábado 3 de septiembre, y armado con mi reproductor FIIO y Outland (Atmósfera Cero, 1981) sonando a más no meter (larga vida a Jerry Goldsmith), me dirijo raudo y veloz hasta la CometCon’22, en el Recinto Ferial Luis Adaro de Gijón, al lado del Estadio del Molinón, la catedral del fútbol del Sporting de Gijón.
Ya voy justo (a las 15:00 arranca la CometCon Talent), marca de la casa, pero el timing es el correcto; en tan solo media hora, sudada mediante (con un sol que no es de justicia, pero lo roza), me planto a la entrada del Recinto Ferial, lleno de gente en las taquillas para conseguir su entrada, muchos de ellos con sus Cosplay, dando mucho color al evento (desde todo el abanico que incluye Manga hasta Star Wars, G.I Joe, Michael Myers o Ghostbusters).
Pablo Laspra (fundador de FilmMusicLive! y miembro de AsturScore) me espera en las afueras del Pabellón de Gaming. Días atrás recibí su llamada para acudir a la Mesa Redonda para hablar de la música de cine y de serie en el espacio, además de para ser jurado para la CometCon Talent. Y aquí estamos.
«Vamos justos, ponte esta acreditación y sube por aquí«, me comenta después de abrazarnos y atravesar un afluente de gente en nuestra subida que sería la envidia de cualquier concierto de Bisbal. Impresionante la cantidad de personas con Cosplay y disfrazadas (o simplemente normal, sin nada) que acuden en masa al evento. Es fantástico. Público de todo tipo (edades, sexo, raza…) unido por su amor a todo lo que la CometCon ofrece, y todo con muy buena onda y sintonía, con muy buen rollo. ¿Es este el futuro? Ojalá.
Acto I – CometCon Talent (dentro de ti.. hay una estrella)
Nos metemos por bambalinas, y allí conozco al resto del jurado; el ilustrador Iván Garcia (creador del cómic Capitán Eclipse), el director titular de la banda sinfónica Ciudad de Oviedo, David Colado, y a Antonio Hevia, todos ellos conocidos y amigos de Pablo. Tras las debidas presentaciones (el tiempo apremia), Pablo nos da las explicaciones pertinentes de las bases y forma de puntuar, hoja de votaciones entregada a cada uno, y nos vamos rumbo a la mesa del jurado, que el tiempo apremia. Son las 15:10 y a las 17:00 tenemos la mesa redonda, a la que calculamos llegar sobre y cuarto (Craso Error… al final son las 17:30 pasadas). Como decimos en Asturias… «ye lo que hay«.
Allí nos sentamos, con Pablo en el medio y servidor a su derecha, cada uno con sus micros y botellita de agua para aclarar la voz (¿de verdad voy a hacer esto con toda esta gente mirándome mientras abro la boca y hago las valoraciones de los participantes?, me pregunto una y otra vez al principio… pues va a ser que sí amigo, así que mentalizate y Keep On Calm).
El caso es que arrancamos, comenzando Void, un grupo de chicos que le ponen intensidad y energía, pero que son devorados por el sonido de la batería que se hace dueña del escenario, dando así comienzo un carrusel de actuaciones que alcanza casi las 20 (aún seguimos buscando a Kirimichi, quien tras varias llamadas, jamás apareció… ande andará).
Hay de todo, desde lo esperable (cosplays cantando canciones de todo tipo, incluso Queen, como Liam the Frog, con una anécdota desternillante sobre su mote) hasta gente que sin ningún tipo de atuendo cantaba o bailaba.
Por ejemplo, recuerdo la chica que cantó la canción de Mónica Naranjo, llamada Alba, la de la versión en salsa de Se Dice de Mí, cortesía de Estefanía, la bonita voz de Akralys o la que cerró la actuación de la Cometcon, una jovencita llamada Malena que nos regaló un baile de Gotta Go de Chunga, un estilo musical K-pop, todas ellas mismas, sin portar ningún atuendo especial. Eras libre para decidir como querías actuar.
Fue maravilloso ver a toda esa gente ponerle esa pasión y esa energía, pasándoselo bien y transmitiéndoselo al resto del público asistente, como al jovencito Luis, o una vieja conocida de los CometCon Talents, Rebeca (aquí Becaglez y sus Bailarinas) que combinaron un número musical con una coreografía muy currada.
Finalizadas las actuaciones, nos retiramos a deliberar rápidamente (len la misma sala daba comienzo otro acto y estaba todo hasta la bandera), anunciando los tres finalistas (fue complicado, porque había varios que estuvieron muy bien), pero nos declinamos por Alejandro Galán (impecable su voz y su forma de tocar la guitarra, me encantó), Cristina Vigón (increíble voz, impresionante) e Irene (nene para los amigos), con una voz increíble que nos recordaba un poquito a Whitney Houston. Finalmente la votación se declinó por Cristina Vigón, pero cualquiera de los otros dos lo hubiera merecido igualmente.
Y en cuanto a las menciones, Lizzy se llevó la de mejor Vestuario, Nene la mención de honor impactante, y Becaglez y sus bailarinas el premio a la mejor presencia escénica.
Lo dicho, fue todo increíble y divertido, una experiencia maravillosa para complementar el momento que viviríamos posteriormente, dos horas de charla sobra a que suena el espacio.
Interludio – Música, Películas y Red Bull
A la carrera, señores, a la carrera, que son las 17:30 pasadas. El mismo jurado, a excepción de Antonio (quien asiste como público), haría las veces de ponentes en la mesa redonda de ¿A que suena el Espacio?. Allí me siento, frente al ordenador de la ponencia, enchufando dos USB, uno con la música y películas que he llevado y otro con la presentación de Conrado Xalabarder (creador de MundoBSO), un video de dos minutos donde asistimos a la definición, en términos musicales, de los estilos que cada una de las sagas de Star Trek y Star Wars tienen.
Un técnico de sonido muy agradable nos ayuda con toda la puesta en escena, y otra chica servicial nos ayuda igualmente a situar al público en la sala (un staff de diez, en pocas palabras). En medio de todo, se cuelan una pareja que nos deja allí de forma gratuita, a modo de prueba, dos latas frías de Red Bull (It’s not my cup of tea, sorry), aunque se lo agradezco y la mía va a parar a Pablo.
Las sensaciones de expectación se acrecientan; no es la primera vez que hablo en público en una mesa redonda (en mi trabajo he tenido que hablar muchas veces delante de muchísima gente, pero los temas a tratar son laborales, no lúdicos), pero si la primera charla larga de dos horas donde uno (al menos eso pienso) tiene ese típico miedo escénico de no saber que decir y de quedarse en blanco, o de soltar una patada de las gordas (estilo «me encanta la música Titanic, de Celine Dion«).
Pero en esto, entre pensamiento que viene, pensamiento que va, llega David, el último integrante de la mesa, y Pablo da comienzo a la conferencia, presentándonos y arrancando con Conrado Xalabarder.
Acto II – A que suena al Espacio
Tras el prólogo de Conrado, con quien estoy de acuerdo prácticamente en todo (estupendo resumen, y acertado el punto de vista y de opinión de las diferencias de las sagas de Star Trek y Star Wars en términos musicales), Pablo me cede la palabra para opinar al respecto.
En la linea de todo lo expuesto de forma perfecta y pormenorizada por Conrado, si añado que si existe un elemento integrador en Star Trek, uno importante, el tema central compuesto por Alexander Courage para la serie clásica (algo que prácticamente todos, sino todos, han respetado, incluso en las series, salto y seña de la saga). Aunque, eso si, soy más del tema central de Jerry Goldsmith (y por lo que siempre he leido y oido, también lo era Gene Roddenberry, creador de la saga).
Pero si es verdad que antes de Star Wars, incluso antes de Star Trek, existían buenas películas de ciencia ficción y naves espaciales, aunque fueron estas sagas las que, de alguna forma, instauraron en la mente del espectador la idea de películas del espacio, incluso el sonido de las mismas (las de Williams mas sinfónicas, una oda a la aventura, obras de concierto como comentaba David, con poco recorrido percusión, eso sí, mientras que las otras asociaban el espacio con lo desconocido o lo misterioso, y también con el drama de las situaciones que plantea para la tripulación cada aventura).
Y su influencia ha sido larga, así lo constatamos con el tema central de la clásica Battlestar Galactica de 1978, del gran Stu Phillips, con un sonido muy deudor de Star Wars. Y claro, al hablar del Galactica vintage tuvimos que hablar del remake de Galactica, la mítica serie del nuevo siglo, muy superior a la clásica en todo (no se podría comparar, sería injusto). Es una serie que marcó un antes y un después en la televisión y en la ciencia ficción, y parte del viaje se lo ganó a pulso la sonoridad étnica y mística de la música de Bear McCreary, quien se consagró como compositor (ahora lo tenemos en la serie de The Lord of the Rings: The Rings of Power).
Pablo e Iván, especialmente, se deshicieron en elogios (los cuales comparto) hacia el trabajo del compositor, poniendo en vivo y en directo la mítica pieza The Shape of Things to Come, maravilloso corte musical de tono clásico, un passacaglia, para uno de los mejores momentos de la serie (Life has a melody, Gaius. A rhythm of notes that become your existence once played in harmony with God’s plan. … Come. See the face of the shape of things to come).
Pero antes que Star Wars y Galactica, pero que no que Star Trek, al menos la serie clásica, hubo un fenómeno cinematográfico que cambió la vida de la ciencia ficción para siempre, al menos en términos argumentales y de puesta en escena, la brillante (para otros horrorosa) 2001: A Space Odyssey (2001: Una Odisea Espacial, 1968) de Stanley Kubrick, en un año maravilloso donde también tuvimos The Planet of Apes (El Planeta de los Simios) con Jerry Goldsmith haciendo historia de la mano de Franklin J. Schaffner. La película de Kubrick revolucionó el cine de ciencia ficción con unos efectos especiales descomunales (Douglas Trumbull hizo uno de sus mejores trabajos, junto con Blade Runner, Close Encounters of the Third Kind o Star Trek: The Motion Picture).
Y como tal, con la leyenda negra sobre el rechazo de la música del gran Alex North, fue inevitable no citar dicho episodio, quien tras el gran resultado de Spartacus (Espartaco, 1960), obra maestra musical y cinematográfica, fue llamado a filas para luego retirarle su trabajo en favor de música clásica que Kubrick había estado escuchando mientras se gestaba el proyecto, incluso durante la escritura del guión junto con Arthur C. Clarke. Así que, finalmente, rechazó la música de North, una situación que suscitó bastante polémica (en el folleto de Entrada se llega a decir que a Kubrick le gustaba la música salvo el corte Moon Rocket Bus). En fin…
Y es cierto, y así se comentó, que la decisión de Kubrick es uno de los puntos fuertes de la película (todos recordamos el Danubio Azul o el Also Sprach Zarathustra de Strauss, míticos), y el resultado es grandioso, pero también lo hubiera sido el trazado dramático, atonal y primal que North le hubiese transmitido con su música, cargada de tensión y misterio.
Hubo tiempo para mucho, para mucho más, incluso con el público divertido cuando citábamos algún bodrio cinematográfico como Star Crash (1978) con música de John Barry (de quien repasamos su genial tema central para el fracaso de 1979 de Disney, The Black Hole), o cuando comparamos las galácticas de antes o las de ahora (por supuesto, la de ahora, donde vamos a parar, parecían decirnos divertidas tres chicas sentadas en el lado izquierda de la sala).
También repasamos el universo de Star Wars más profundamente, citando la adecuación del estilo de Michael Giacchino tanto a la saga de Star Wars, super respetuoso pero siendo el, en la película de Rogue One (Rogue One: Una historia de Star Wars, 2016), disfrutando de los créditos de inicio (donde se rompía con la tradición de la habitual fanfarria de Williams) como en la saga de Star Trek nueva, cortesía de J.J. Abrams (aquí si, Abrams, porque en Star Wars… como que no), y donde Giacchino SI da homogeneidad a toda la nueva franquicia, con nuevos temas, algunos que desarrolla, y donde destaca la frescura la primera entrega, pudiendo constatarse al poner el ya mítico Enterprising Young Men.
Hablamos de la saga Alien de puntillas (todo no se puede tocar, está claro), pero al menos me quité la espina poniendo el comienzo de Outland (Atmósfera Cero, 1981), del gran Peter Hyams con una gran banda sonora de Jerry Goldsmith (una de mis preferidas). También había traído Total Recall (Desafío Total, 1990) y Species (1996), no necesariamente por ser películas del espacio, pero si por tener «sonoridades espaciales», por aquello de salirnos un poco de los tópicos.
Afortunadamente pudimos poner los primeros casi diez minutos de Outland, incluido el logo de la Ladd Company compuesta por John Williams, asistiendo en silencio a como Goldsmith, maestro de maestros (no puedo evitar mis brotes fanático-subjetivos hacia el californiano), nos ofrece una clase magistral de como poner música al espacio desde la casi nada, sugiriendo y evocando, generando una tensión latente, palpitante, que se acreciente con el tema central emergiendo mientras nos describen el enclave de la mina de Io.
Poco puedo decir de Atmósfera Cero que no haya podido decir ya (quienes me conocen de cerca lo saben ya), y musicalmente está mucho más allá del mítico Hot Water (que temazo y que persecución en la película, eso si era cine), pero volver a ver y a escuchar aquel comienzo en la Mesa Redonda me hizo retrotraerme a mi infancia, como el crítico de Ratatotui cuando prueba el plato al final de la película, idéntico.
Y me encantó intercambiar opiniones en aquel momento con David sobre el toque de Resphigi que tenia algún elemento del Main Title (me lo anoto en el debe para analizarlo), o las sonoridades evidentes y similitudes que compartía la música de Alien con Outland, cortesía del bueno de Iván, con quien además disfruté compartir su discurso sobre como la música de Giacchino le emocionaba en Rogue One o John Carter (esta última es una joya, y una gran película Iván, ya somos dos), o del maravillosa entramado musical del Interstellar (2014) de Hans Zimmer.
Uno de los platos finales, no podía faltar James Horner, fue escuchar gran parte del fantástico corte Battle in the Mutara Nebula de Star Trek II: The Wrath of Khan (Star Trek II: La Ira del Khan, 1982), una banda sonora magistral que ha servido de inspiración para muchos compositores que en los 80 hacían sus pinitos (Christopher Young, compositor que ADORO, ha bebido mucho de Goldsmith y Horner). Pablo explicaba de forma impecable al público asistente la estructura de este corte épico y emotivo, con ese ostinato de cuerdas constante sobre el que se va aposentando el tema, y acto seguido lo comparo con un corte de la sensacional serie de The Orville, llamado Lifting Off the Ocean Floor, compuesta por el Maestro Joel McNeely, quien de alguna forma rendía tributo a que trabajo excelso de Horner.
Fue una experiencia maravillosa, que espero algún día poder repetir, y si puede ser con los mismo integrantes de la mesa redonda, mejor que mejor.
Epílogo – If you Could Erase a Score of your Mind…
Antes de que el público asistente aplaudiese al finalizar la mesa redonda, un chico del público nos dijo que banda sonora te gustaría borrar para volver a recordar por primera vez, para volver a disfrutarla como si fuera nueva. Por supuesto, en mi caso tenía que ser algo de Goldsmith (aunque la elegida por David, Conan the Barbarian, cumplía los requisitos, es una obra maestra de Basil Poledouris).
Cité Alien, Star Trek: The Motion Picture, Papillon o Poltergeist, pero me decanté por Legend (1985), una de las obras maestras de Goldsmith por antonomasia; aún recuerdo el primer día que la escuché. Me dejó literalmente noqueado; y como escena a olvidar para volver a sentir como nueva, añadí el beso de los padres de Caroline en Poltergeist antes de entrar Jobeth Williams a por su hija. Aquella escena me desarma.
Cuando dimos por finalizada la reunión, me despedí de Iván y David, dos personas con quienes disfrute enormemente pasar cuatro horas largas de mi vida hablando de música y cine y haciendo de jurado para la CometCon Talent.
Todo fue maravilloso y divertido, y solo puedo agradecer a Pablo el haberme invitado a acudir a ambos eventos, y también el conocer en persona al organizador del mismo, Hector Lasheras, quien creo, personalmente, que está haciendo una gran labor con la CometCon, a todos los niveles. El ambiente que se respira en todos los pabellones y en cada una de las actividades es puro y genuino, sano y divertido, con opciones para todos los gustos y para toda la familia, organizado desde el respeto sincero, ese que emana del corazón, no el forzado por las etiquetas que nos encorsetan cada vez más en estos tiempos.
Nos vemos el año que viene.