Au Revoir, Michel Legrand

Escrito por , el 28 enero 2019 | Publicado en Apuntes

Es inevitable, eso está claro, pero ver como van desapareciendo las grandes leyendas que otrora hacían brillar la luz del firmamento cinematográfico de forma cegadora me apena muchísimo, firmamento del que formaba parte monsieur Legrand, de nombre Michel.

Era aquella, la época de antaño, décadas atrás, momentos gloriosos que nos brindaban gente como Jerry Goldsmith, Henry Mancini, Elmer Bernstein, Maurice Jarre, John Barry, Bernard Herrmann, Miklós Rózsa…y también con otro tipo de cine, con más compromiso, con más calidad, con más cuerpo, con más cariño, con más cocción que los guisos rápidos de hoy día (todo a prisa y corriendo, y así suele salir lo que sale a veces…).

Y el Maestro Michel Legrand siempre formará parte de esa constelación de compositores únicos, con sello propio, que nos regaló horas y horas de placer, un hombre de raíces jazzísticas que poseía un don para la melodía, con un lirismo maravilloso que era imposible no conmoverte.

Tras varios años de estudio en el Conservatorio de Paris y con la pianista Nadia Boulanger, Legrand se lanzó a publicar su primer album, el maravilloso I Love Paris (Amo a Paris, 1954), de gran éxito, al que le siguieron muchos más, como el Legrand Jazz (1958), donde colaboraría con John Coltrane y Miles Davies (precisamente con Davies trabajaría en la banda sonora de Dingo en 1990, maravillosa pieza de Jazz, oro puro), además de un homenaje a Cole Porter, o los trabajos Holiday in Rome (1955), el maravilloso Erik Satie (1993) o ese estupendo disco-vintage llamado Happy Radio Days (1998).

Legrand irrumpió con fuerza en la Nouvelle Vague, trabajando con grandes directores como Jean-Luc Godard (como en Bande à part, 1964), Jacques Demy (en dos trabajos maravillosos y representativos de su obra, Les Parapluis de Cherbourg de 1964 y, especialmente, Les Demoiselles de Rochefort de 1967) o Agnés Varda (en la comedia dramática Cleo de 5 a 7 de 1962, que contó con la presencia de Michel Legrand como pianista).

No era dificil, como no lo fue para compositores de su generación como Georges Delerue o Maurice Jarre, dar el salto a Hollywood, y con éxitos de todos los tipos, desde la maravillosa creación musical épica y lírica de The Three Musketeers (Los Tres Mosqueteros: Los Diamantes de la Reina, 1973) de Richard Lester hasta la sesentera The Thomas Crown Affair (El Caso de Thomas Crown, 1968) con el gran Steve McQueen (con McQueen al frente también de protagonista compondría la música de Le Mans de 1971 y su última película, The Hunter, en 1981), sin olvidarnos de títulos tan emblemáticos como brillantes en su filmografía como el excelente thriller de aventuras Ice Station Zebra (Estación Polar Cebra, 1968), el drama musical y romántico Yentl (1983) dirigido por Barbra Streisand, el drama The Happy Ending (Con Los Ojos Cerrados, 1969) de Richard Brooks, la enésima adaptación del clásico Wuthering Heights (Cumbres Borrascosas, 1970) con un joven Thimothy Dalton de protagonista, la película bélica Castle Keep (La Fortaleza, 1969) de Sydney Pollack, el drama romántico The Go-Between (El Mensajero, 1969) con Julie Christie y Alan Bates, el drama Atlantic City (1980), con el veterano Burt Lancaster y una joven Susan Sarandon, una de las primeras películas de Clint Eastwood como director, el drama Breezy (Primavera en Otoño, 1973) e incluso una película de James Bond, maldita en la saga (no forma parte de la franquicia Bond como tal), como Never Say Never Again (Nunca Digas Nunca Jamás, 1983) donde Sean Connery volvía por última vez a su rol, dirigido por Irvin Kershner.

Exquisito y elegante, era uno de esos tíos que sabías que no te defraudarían jamás, y lo que es más importante, un compositor fiel a sus ideas y su forma de entender la música, un tío insobornable, algo complicado en los días de hoy, y uno de esos compositores que siempre estuvo presente en mi infancia sin yo saberlo hasta años después, autor de la música de series de dibujos animados tan emblemáticas como Erase una vez… la Vida y Érase una Vez… el Espacio.

Y en una época, esta actual la que vivimos, en la que los Oscar es casi todo (por no decir todo) politiqueos, tendencias y modas, y donde su valor como premio a veces brilla por su ausencia, conviene destacar los tres OSCAR que este MAESTRO ganó en su carrera; el primero por su maravillosa e inolvidable canción The Windmills of Your Mind de The Thomas Crown Affair (1968), con letra de Alan Bergman y Marilyn Bergman, el segundo, por su breve aunque mítica partitura (gran tema) en Summer of ’42 (Verano del 42, 1971), y por último, a mejor partitura adaptada por su música en Yentl (1983).

Descanse en Paz Maestro, y gracias por el inmenso legado que nos dejas para disfrutar de música compuesta con alma y cariño, la de uno de los grandes melodistas del siglo pasado.