Al Salir del Cine: “J. Edgar”
Hay directores y productores que hacen churros y prefabricados varios para los Oscar, y hay directores que dirigen películas y se dedican al CINE con mayúsculas, y uno de ellos, y de lejos, es Clint Eastwood, un valor seguro en el Hollywood actual, cuyas películas, aunque sean productos de consumo, hacen palidecer a la mayoría del cine que se hace hoy día.
Y es lo que pasa con J. Edgar (2011), biopic del famoso J. Edgar Hoover, el primer director del FBI tal como lo conocemos, cuyo mandato coincidió con nada más, y nada menos, que 8 presidentes de los EE.UU., dando punto final en 1972 con Nixon.
Para este biopic, Clint Eastwood ha contado con Leonardo DiCaprio, quien hace una caracterización fabulosa de Hoover (ayudado por un excelente maquillaje), y que no se ha colado en la quiniela final de los Oscar (quizás incomprensiblemente, viendo el enorme esfuezo interpretativo al que se ha visto sometido), como lo podría haber hecho Judi Dench por su interpretación de la madre de Hoover (aunque, sinceramente, ha tenido mejores papeles para estar nominada).
Personaje que era tanto adorado como temido (o lo que es igual, odiado), poseía un enorme archivo de secretos e información que le otorgaban una posición de gran poder frente al mundo que le rodeaba (fueran personas de a pie o presidentes), aunque sus mejores y mayores secretos tenían que ver con su vida privada, especialmente con su homosexualidad, patente en la relación con su mano derecha, Robert Irwin (una buena interpretación de Josh Hamilton), y secreto que conocía/intuía su secretaria Helen (una excelente Naomi Watts).
Todo ello, en la mirada de Clint, supone un excelente pulso narrativo de más de dos horas de duración, alternando presente y pasado, sin romper nunca la narración, y en mi opinión, sin provocar nunca el bostezo, con una puesta en escena y un excelente guión de fondo (algo que la Academia no ha valorado ni un ápice), y sin autocomplacencia alguna, entrando en las polémicas de forma directa (la soberbia y egosimo del personaje, su homosexualidad…).
En cuanto al score, este corre a cargo del propio Clint, quien se vale de su habitual contención dramática, para lograr una obra que funciona (como casi todas las suyas) como un sostén musical de apoyo, sin destacar más allá de lo necesario, y basado, principalmente, en las cuerdas y el piano.
Destaca el momento donde Hoover y Helen visitan la biblioteca/archivo del Congreso, donde Hoover le hace una demostración de la eficiencia del sistema de archivos (donde Clint construye un tema rítmico y alegre, sustentado en el piano), y el fallecimiento de la madre de Hoover, donde la música adquiere un tono dramático, siempre contenido, que nos muestra el dolor de Hoover y su contradicción interior (o lucha interna) por esa homosexualidad que guarda de puertas para adentro.
Siempre se ha dicho, y con razón, aquello de zapatero a a tus zapatos, pero de unos año a aquí, Clint Eastwood parece querer controlar todo lo relativo a sus películas, incluyendo el tema compositivo, y cuando no delega en su hijo Kyle y su amigo Michael Stevens, es el propio Clint quien se encarga de la composición, como éste es el caso (para horror de muchos aficionados a la música de cine).
Es cierto que no es un trabajo memorable, pero tan cierto como que funciona con las imágenes a las que acompaña, y me atrevería a decir que podría ser uno sus mejores obras (sino la mejor) de Clint Eastwood en el ámbito de la composición (que ya es decir mucho), firmando un más que digno trabajo.