Al Salir del Cine: «Bullet Train»
LA PELÍCULA
Subirse a este tren de recorrido Tokyo-Moriaka es como meterse en un película de Sergio Leone sin arena de por medio, en la que todos los personajes parecen salido del universo de Guy Ritchie y con un John Wick de protagonista, eso sí, un poco zen, con mucha guasa y jarto de la vida. El director David Leitch (Deadpool 2, John Wick) vuelve a hacer de las suyas y nos ofrece un espectáculo violento, desenfrenado, caótico y con muy mala leche (como no) que no da respiro al espectador, tanto por la acción como la tensión palpada en cada segundo de metraje.
Es como si este tren bala albergase todo un universo de variopintos y esperpénticos personajes: camorristas y mamporreros de poca (o mucha) monta con nombres de fruta, Lolitas convertidas en ángeles vengadores o viejos samuráis con códigos de honor que necesitan restablecerse. Secretos y más secretos como si fuera esto el Orient Express y la oscura sombra de la venganza en todos y cada uno de los vagones.
Leitch despliega todas sus armas, con su típico humor cáustico y salvaje, y sumamente irreverente, y su pléyade de secuaces que lo único interpretados por un conjunto de actores tocadas por la barita del gamberrismo más locuaz. Ellos sólo pretenden que no nos despeguemos de nuestra butaca (o de la del tren) y ofrecernos así uno de los mayores placeres culpables (o no) de este año y posteriores. Parece que nada tiene sentido y que los personajes son simples marionetas que alguien ha puesto ahí (realmente así ha sido). El argumento vuela a sus anchas como Rocinante sin su Quijote… pero es que aquí todo vale, es más, es necesario que sea así.
Si dejamos el sentido común apartado disfrutaremos de las sensaciones que nos ofrece este tipo de cine de acción, muchos más desenfadado pero ejecutado con pericia y maestría en su afán de tocarnos un poco los cojones… pasajeros al tren.
LA BANDA SONORA
No se baja de este tren el compositor Dominic Lewis, que con su música deliberadamente exagerada y caótica pretende poner eso, aún más desorden y caos en este totum revolutum de puñetazos y disparos por la espalda. No busquemos estructura, orden y un objetivo (y menos un sentido) a algo que lo único que hace es acompañar de la forma más humilde y descarada posible.
Eso sí, hay un capitán abordo, tan invisible como ese silbido fantasmagórico con ecos muy morriconianos, que se convierte en leit motiv de la banda sonora… como no, presentando a su majestad la venganza, otra vez.
La mayoría de música resulta realmente intrascendente aunque resultona. Es una música que está dentro del tren, sin embargo el tema más importante (principal y central) proviene de fuera y eso da a la película una constante sensación de amenaza y acrecentará la tensión que se vive dentro del tren… así hasta llevarnos a la última y más esperada (no por los protagonistas) parada.
A todo esto que dice de subirse al tren nuestro Alejandro Sanz y con su canción La despedida (compuesta por el propio Dominic Lewis) nos regala el que es el mejor momento musical de la película (y seguramente sea uno de los del año). Una suerte de montaje perfectamente orquestado en que música e imágenes se compenetran a la perfección para hacer que los cuchillos vuelen más afilados y sanguinarios y convertir este tren en el desierto de Tabernas en el que muchos dispararon su última bala. Disfruten de sus viaje y recuerden no abrocharse los cinturones… estás curvas dan mucho subidón.