Al Salir del Cine: “Aquaman”
Sería fácil empezar este artículo diciendo que salí del cine hundido, que la película hace aguas, que si hubiese sido una película Marvel, gracias a Disney por lo menos saldría la Sirenita, etc. Sin embargo al que escribe estas líneas le encantan las películas entretenidas sin más y Aquaman, sin duda, lo es.
Era de esperar que, como heredero de la Atlántida, Aquaman fuese consciente de los desastres ecológicos que provocamos los seres humanos y con alguna de las soluciones paliativas que hemos adoptado, véase por ejemplo el reciclaje.
Lo que no era de esperar, la Gran Sorpresa Genial™, es que los autores del filme jugasen la carta semiótica de elevar el producto a la altura de obra conceptual postmoderna introduciendo esta idea del reciclaje justamente donde uno menos se la espera, es decir; en la banda sonora.
A poco que uno escuche, se da cuenta de que está frente a un score lleno de ideas recicladas que vienen de las carpetas del ordenador central de Remote Control, en gran medida de la carpeta destinada al Man of Steel de Hans Zimmer, aunque hay que decir a favor de Rupert Gregson-Williams que por lo menos no copia y pega tal cual sino que pasa un poco la mano para darle su punto, que ya es más de lo que podemos decir sobre fragmentos musicales sobreutilizados que podemos escuchar tanto en Transformers como en Piratas del Caribe, por citar sólo dos ejemplos de una larga y bochornosa lista que hace que el desarrollo sinfónico llore amargamente en una esquina mientras es sustituido por el copia y pega de manual, lo que yo llamo el Anarroseo Musical™.
Así pues, en este score híbrido, encontramos frases graves en la sección de metal asociadas a villanos que recuerdan poderosamente a aquellas texturas de brass y sintes modulares que utilizó Zimmer para el General Zod. Y cuando digo que recuerdan poderosamente me refiero a que añadiendo un par de notas resucitaríamos a nuestro querido General (otra vez, sí).
También encontramos un tema que recuerda poderosamente al Flying Theme del boy scout volador, con textura eléctrica incluida, y un tema más dramático que recuerda bastante al tema que Zimmer asoció con la pérdida y el sacrificio, con sus cuerdas y sus voces en coro buscando la piel de gallina a través de la sonoridad para que parezca que ahí hay algo.
Sí que me parece interesante el uso de las texturas para diferenciar espacios, pese a tratarse de un score donde los elementos orquestales y los electrónicos conviven, escuchamos con mucha más presencia la parte sintética cuando estamos en Atlantis y viceversa; cuando estamos fuera de Atlantis predomina el sonido más orquestal. Sobre este punto me permito destacar un pad swell Vangelisiano que me gustó especialmente en Atlantis y que -por un momento- compensó los ostinatos con sintetizador modular que intentaban empujar la acción hacia delante, a falta de un desarrollo temático eficaz.
Vamos a obviar totalmente la frase rockera/macarra de las primeras apariciones de Aquaman en acción, frase que, alabado sea Neptuno, se ahoga en las profundidades del filme para no volver. Esperemos que de forma permanente.
Este uso positivo y cinematográfico de la textura como diferenciadora de espacios que comentábamos arriba empieza a hacer aguas (jojojo) justo en el peor de los momentos. Una vez el compositor ha conseguido que asociemos Atlantis y su tecnología a una textura concreta nos encontramos con un impresionante artefacto Atlante que, sin embargo, carece de ella, por lo que se rompe un poco la asociación que el propio compositor había establecido.
Las escenas de acción son genéricas; brass en la zona grave potenciado con cuerdas y coros en el registro medio/agudo cuando la cosa se pone más épica de la cuenta, todo ello sazonado con un muro de figuras repetitivas de sinte a semicorcheas y percusiones gigantes acentuando el pulso, aunque en este caso las percusiones no suenan con la espectacularidad del drum circle de Zimmer para Man of Steel donde, los que aporreaban los parches, eran algunos de los mejores bateristas del mundo. Para compensar esta carencia, contratan a un pulpo gigante que toca los timbales, y si creen que es broma vean la película, pese a todo lo dicho es una película entretenida y la banda sonora, mientras estamos viéndola, funciona perfectamente.
El problema es que no nos llevamos nada a casa al salir, ninguna melodía que silbar, y esto es algo que tampoco podemos reprochar a Rupert Gregson-Williams, a fin de cuentas este tipo de cine nos regala pocas melodías; las dos notas de Batman, con sus diferentes armonías, los temas de Man of Steel y, ya en Marvel, el Main Theme de Vengadores, de mano de nuestro amigo Alan Silvestri.
Quizá sea significativo que dos de los tres temas memorables que nos han dejado los superhéroes hasta la fecha sean de Zimmer y que, sin embargo, ninguno de sus imitadores esté consiguiendo hacer lo mismo. Quizá debieran aprender de él otras cosas al margen de su uso del sound design, la textura híbrida y los brass gigantes, porque tenerlas las tiene.
Él sí; sus cachorros no.