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Al Salir del cine: “The Grand Budapest Hotel”

Escrito por , el 30 abril 2014 | Publicado en Apuntes

Sobre la película….

Tal vez estamos ante la película más completa y la mayor prueba de madurez de uno de los cineastas más personales y creativos del actual panorama. Con The Grand Budapest Hotel, Wes Anderson depura su estilo tanto visual como narrativo ofreciendo un sorprendente y original fresco de una Europa en aras de una Guerra Mundial. Todo empieza en un antaño lujoso hotel húngaro en el que confluían personalidades de todo tipo. Capitaneado por el inefable y libertino Gustave H, adorable Ralph Fiennes, encontraría en uno de sus botones, el eficiente y disciplinado Zero, ese niño que tal vez no pudo ser o, sencillamente, el hijo que no pudo tener, trazando así una gran amistad.

Esta depuración en el estilo la vemos, por un lado, en toda su iconografía visual, exquisita y llena de imaginación y, por otro, en la confluencia tanto de géneros como de formato cinematográfico. Ejemplo de lo primero es el impresionante hotel, de imponente y sobrio aspecto y  deliberadamente sobresaturado en sus colores pero a la vez tremendamente estimulante y cálido o esas estampas del Sistema Montañoso Centroeuropeo con el funicular trasladando continuamente a su protagonista. Anderson vuelve a poner de manifiesto la importancia de los espacios en sus películas, siendo su sobresaturación y recargamiento en los colores un reclamo para volverlos más acogedores y tal vez así que sus protagonistas encuentren ese patio de juegos que no pudieron tener cuando eran unos niños. También más teatrales, con el fin de reflejar esos grandes y punzantes farsas que son sus películas.

En lo narrativo llama la atención la confluencia de géneros cinematográficos, tratados por supuesto desde el inconfundible sello del autor. Su sempiterno drama romántico infantil, interpretado por unos virginales Saoirse Ronan y Tony Revolori y  la comedia de enredo, de forma que terminan confluyendo una compleja e irónica trama de espías y contraespías con la Europa nazi de trasfondo con una suerte de thriller, al más puro estilo vendetta de familias italianas en los que unos grotescos familiares encabezados por Adrien Brody intentarán apropiarse de un cuadro que creen les pertenece. Es precisamente en su cínica trama de espías, perfecta precursora de la Guerra Fría,  en la que ya se gestaba esa desconfianza que Hitler y sus huestes proyectaron sobre prácticamente todo aquel diferente a su raza. Y aquí es dónde Anderson lanza su principal dardo: el que va directo a un sistema y un régimen que acabó de la forma más fulminante con la inocencia.

En cuanto al formato cinematográfico nos encontramos una clara evolución que va del 1.33:1 utilizado en los años 30, al Cinemascope de los 60 para terminar en el Widescreen propio de los 80. Todo ello, inteligentemente ensamblado, ya que cada uso corresponde a los distintos momentos temporales que se nos narra.

Por todos es conocida la caricaturización del director del mundo adulto a través del subrayado de la inocencia de sus personajes principales, aquellos que pretende rescatar de la podredumbre de aquel. Las tan traídas relaciones disfuncionales dentro de la familia son aquí son reflejadas en modo de una familia al más puro estilo siciliano y unos personajes principales entrañables que forman una relación cuasi de padre e hijo, hermanos incluso. Aquí radica ese bello trasfondo de las pelis de Anderson, el de niños sin padre o madre que tuvieron que buscar una familia fuera y recurrir a extraordinarios e imaginativos viajes no sólo para encontrar un lugar en el mundo, sino para ser alguien. En esta película en concreto, el texano denuncia no solo la inmundicia del mundo adulto, sino la inmundicia de la Guerra, reclamando un hueco para aquello que debía haber sido y nunca fue. La nostalgia como algo necesario y curativo.

Eso son sus películas, maravillosos cuentos de la utopía; cuentos de niños que dejaron de ser niños por una infancia que no fue tal y que se transfiguraron a adultos idiotas, mezquinos, deformes y que ansiaban la confrontación y el abandono ante cualquier valor fraternal. Pero el niño y el sueño siempre seguían ahí.

Gracias Sr. Anderson.

Sobre la banda sonora…..

Alexandre Desplat vuelve a demostrar su versatilidad con este singular trabajo. Se trata de una obra prácticamente de acompañamiento que, eso sí, refuerza ese humor caótico, irónico y casi hiriente de la película a través de la música.

Llamará la atención por hundir sus notas la música tradicional húngara a través de melodías con ritmo ágil y rápido apoyadas en el címbalo, instrumento típico. Ello hará que adquiera un marcado carácter centroeuropeo y con ello el director pretende rendir homenaje, bajo su personal óptica, a esa zona. Escuchemos el fantástico Traditional Arrangement: Moonshine,  paradigma de la música de esta película que, además, sirve como presentación de la historia en su tráiler.

El propio carácter de la película en el que confluyen distintos géneros, historias y personajes hará que esas mismas melodías adquieren un tono deliberadamente de suspense a la vez que grotesco. De esta guisa nos encontramos con un tema al más puro estilo siciliano como el de la familia Desgoffe en The Family Desgoffe Und Taxis u otros que parecen sacados de un peli policíaca o de espías como A Troops Barracks, enérgico e impúdico tema para el ejército, o ese delicioso esperpento, un noir rebuscado, que es el tema de la incesante huida de Gustave H en Daylight To Express To Lutz o en el más caricaturesco aún Canto At Gabelmesister´s Peak. Este es uno de los corazones de la película y en el que mejor podemos ver esa impronta sardónica y de gran farsa de espías y contraespías que contiene la peli.

Llama la atención el suntuoso y fastuoso tema del hotel, pretendidamente barroco y exquisito en su ejecución y composición tal como escuchamos en Concerto For Lute And Plucked String I. Moderato, brillante adaptación que hace Desplat de una pieza de Vivaldi.   Constituye todo un dejado de elegancia, sofisticación, mordacidad y buen gusto, dejando entrever ese carácter cuasi folclórico de la banda sonora.

Inocente y cándido es otro de los temas centrales de la peli, el de nuestro protagonista Zero, desarrollado plenamente en Mr. Moustafa y de ciertas connotaciones hebraicas debido a la procedencia del personaje.

Todo constituye un poupurri inteligente y malévolamente montado en la que el francés hace un sagaz y sarcástico guiño  a todas esas coyunturas manejadas en la peli. Es algo diferente, fresco, con vida y propia y que, sobre todo, nos vuelve a poner de manifiesto a un compositor que está en su mejor forma, que se adapta como un guante a cualquier tipo de estilo narrativo o género. Y todo ello sin perder un ápice de su elegancia y personalísimo estilo.