50º Aniversario de El bueno, el feo y el malo
Hoy nos vamos a desviar un poco de la música de cine, pero no mucho. Del 20 al 24 de julio se celebró en tierras burgalesas el 50 Aniversario de la película El bueno, el feo y el malo en lo que, para el que suscribe, terminó convirtiéndose en un fin de semana mágico. Y digo que no nos vamos a alejar mucho de la música de cine, porque es imposible hablar de Sergio Leone sin hacerlo de Ennio Morricone, así que, por supuesto, el evento también estuvo lleno de música, incluyendo una conferencia exclusiva dedicada al maestro y que desgranaremos avanzado este artículo.
En primer lugar, vaya la verdad por delante, me va a ser absolutamente imposible escribir con un mínimo de objetividad. Es posible que por las circunstancias o por la calma absoluta y especialmente absurda por la que decidí asistir, como por impulso, y por todo lo que pude vivir allí y lo que me he llevado conmigo y la gente que he conocido, se trata de uno de esos extraños momentos en los que no existe otra cosa en el mundo y uno es consciente de que está disfrutando de un remanso de paz. Momentos de calidad. Pero si, además, se es algo mitómano, se ven colmadas un montón de expectativas que uno desconocía tener.
Comenzando por el principio, imagino que algunos os estaréis preguntando: ¿qué tienen que ver El bueno, el feo y el malo y la provincia de Burgos? Pues más de lo que parece. Durante el verano de 1966 se rodaron allí numerosas escenas de la película, incluido el famoso duelo final.
¿Quién no ha corrido en círculos con Tuco al escuchar El éxtasis del oro? Eso mismo es lo que hicieron durante años un montón de muchachos que subían en bicicleta desde Salas de los Infantes hasta el Valle de Mirandilla, en Santo Domingo de Silos, donde se encontraba enterrado y olvidado por el tiempo el mítico cementerio de Sad Hill. Allí pasaban sus veranos jugando. Y soñando. Soñando con que algún día, ya mayores, podrían recuperar el lugar y celebrarlo por todo lo alto. Y hacerlo, por qué no, con Clint Eastwood…
Y son estos locos encantadores los que fundaron la Asociación Cultural Sad Hill y se liaron la manta a la cabeza y reconstruyeron el cementerio y organizaron un fin de semana mágico.
Espalda con espalda
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Las actividades dieron comienzo el miércoles 20 con una proyección simultánea de la película (en su versión extendida) en las localidades de Covarrubias, Santo Domingo de Silos y Salas de los Infantes, a la que no pude asistir. Por desgracia, también me perdí los eventos del segundo día. Una lástima, porque se trató de un acercamiento muy interesante al film, un primer paso (el acercamiento visual), con la inauguración de sendas exposiciones: una dedicada a recoger fotografías, testimonios y documentos de los extras que participaron en el rodaje y otra, al genial Carlo Simi, director artístico y diseñador de vestuario de El bueno, el feo y el malo.
Esta última me fue posible disfrutarla al día siguiente, a mi llegada a Salas de los Infantes. Y, a pesar de haberme perdido la inauguración y la conferencia correspondiente, tuve el inmenso placer de charlar con Elisabetta Simi, la viuda de Carlo Simi, un par de días después. Yo, en español; ella, en italiano. Haciendo lo que podíamos. Ella, feliz de compartir el trabajo de su esposo y yo, de pasar esos breves momentos, escuchando embelesado. También pude conocer a su hija Giuditta, que cautivó a todos con su enorme sonrisa, y al crítico italiano Fabio Melelli, que había sido el encargado de escribir el catálogo de la exposición.
El simposio oficial, por tanto, dio comienzo el viernes 22, con la conferencia del historiador cinematográfico y novelista Carlos Aguilar en el Teatro Auditorio “Gran Casino”. Si las exposiciones previas habían servido para que la película entrara por los ojos, la charla de Carlos lo hizo por el corazón. Con un público entregado, nos comentó cómo llegó a Leone, en una época en la que estaba mal visto por la crítica seria. Y entre mil y una anécdotas curiosas, datos y mucha información, nos ganó a todos con el simple instrumento de su voz. En mi caso concreto, por si fuera poco, se trató de una especie de culminación a la lectura de muchos de sus libros y entrevistas a los largo de los años (la novela Un hombre, cinco balas, las biografías Sergio Leone o Clint Eastwood, los libros de entrevistas John Phillip Law: Diabolik Angel o Eugenio Martín: Un autor para todos los géneros o la siempre divertida Guía del cine), ya que por fin tuve ocasión de conocerlo, al igual que a su mujer, la también escritora, Anita Haas. Uno más de los momentos para atesorar, ya que tuvimos ocasión de pasar muchos ratos juntos a lo largo de todo el fin de semana.
Durante la conferencia conocí asimismo a dos personas clave durante esos días y con las que disfruté gran parte del tiempo: Luis Felipe Carretero Esteban y Alfonso Jesús Población Sáez, autor del libro Las Matemáticas en el Cine. Con ellos me desplacé hasta los Jardines del Palacio de Cultura, para escuchar a la Banda de Música “Alfoz de Lara” interpretar temas tradicionales del oeste junto con bandas sonoras como Los siete magníficos o una extensa suite de Bailando con lobos, que hizo un repaso a varios de los cortes del CD, con unos excelentes arreglos. Resultaba curioso ver a los miembros de la banda con su sombrero vaquero y luchando contra el viento que amenazaba con volarles las partituras, mientras a los asistentes nos traía un frescor bastante traicionero. Por supuesto, tampoco faltó el maestro Morricone con Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y otra extensa suite de El bueno, el feo y el malo, poniendo la guinda final al día entre canapés y bebidas.
Con las armas cargadas
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El sábado por la mañana comenzó con un viaje en autobús, en compañía de Alfonso, al Valle de Mirandilla. Visita nostálgica y mitómana al reconstruido cementerio de Sad Hill, que se llenó de gente muy viva e ilusionada, y donde se nos unió Luis, que había subido en coche. Allí también nos encontramos con Unai Butrón, viejo amigo de correrías westernianas de juventud, y su novia Miriam Nogales. Para ser sinceros, pasé un poco del acto de inauguración y dediqué el tiempo a buscar una tumba que llevara mi nombre…
En una curiosa iniciativa, la Asociación Cultural Sad Hill lanzó una campaña de apadrinamiento de tumbas del cementerio hace unos meses. Por unos módicos 15 euros, cualquiera podía hacer su pequeña aportación al proyecto y, en contraprestación, conseguir que su nombre coronara uno de los montículos del lugar. Por desgracia, tendría que esperar hasta el domingo para poder “encontrarme”.
El caso es que en ésas estábamos cuando se nos acercó Eugenio Alabiso, uno de los montadores de la película, con un taco de fotos que nos dedicó amablemente, además de aceptar hacerse un selfie con toda la tropa. Un hombre encantador. Y responsable del montaje de la escena en la que Tuco busca la tumba de Arch Stanton.
De vuelta a Salas de los Infantes, nos juntamos más de un centenar y medio de personas para la comida conmemorativa de la película, en el Restaurante Benlloch. Una celebración por todo lo alto y donde también se nos unieron Rubén Sáenz Gil, que compartió con nosotros sus historias como figurante en la serie Olmos y Robles, y Gonçal Perales, un joven compositor barcelonés al que os recomiendo que le sigáis la pista, y con quien tuve el placer de poder hablar largo y tendido de música.
Después de una extensa sobremesa y en la que nos quedamos los últimos, regresamos al auditorio para la tanda de conferencias del día. La primera de ellas, presentada por Peter J. Hanley, autor del libro Behind-the-scenes of Sergio Leone’s The Good, the Bad and the Ugly, nos descubrió el trasfondo histórico de la película y nos hizo recorrer la geografía que siguen los personajes a lo largo de la narración. Recorrido tanto real, a través de mapas de la época, como cinematográfico, analizando cada uno de los lugares de rodaje.
La segunda conferencia, a cargo del biógrafo oficial de Leone, Sir Christopher Frayling, era uno de los platos fuertes del simposio. Y no decepcionó. Sir Christopher hizo un somero repaso al rodaje y compartió muchos datos al respecto, alguno de ellos incluso en primicia. Pero no sólo eso, además tuve la suerte de poder compartir mesa y cenar tanto con él como con Carlos Aguilar (aparte de con muchos otros invitados) esa misma noche. Sólo puedo hacer honor al famoso adagio que dice que, cuando estés entre tus mayores, sólo puedes oír, ver y callar. Una cosa es cierta: respiré amor al cine y, por eso, tengo que estar agradecido a todos los miembros de la organización que aceptaron a un extraño entre ellos, siempre con buena cara.
Pero he saltado hasta la cena. Aún hubo un momento muy emotivo antes: un pequeño homenaje a Eugenio Alabiso, que nos contó emocionado como Sergio Leone entraba nervioso a la sala de montaje a preguntarle cómo iba todo. Homenaje que, dando otro salto hasta el día siguiente, domingo por la mañana, se completó con un coloquio entre varios extras que participaron en el rodaje. No dejaron de llover anécdotas, contadas con gracia y desparpajo, por unos “jóvenes entrados en años” que nos explicaron que por fin pudieron comprarse bicicleta propia con lo que cobraron o la incomodidad creciente que el maquillaje de las quemaduras causaba en el señor Eastwood. Caballero al que, por cierto, era normal ver ir caminando al rodaje, con su palo de golf. Pero ésa es otra historia.
Uno, dos, tres, cuatro…
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Y ahora sí, paciente lector de AsturScore, llegamos a la parte que te interesa. Después de hablar de lo visual, del corazón, de la geografía y de la nostalgia, vamos a hacerlo de lo que más nos gusta, de la música que se ve. La segunda conferencia del día llevaba por título: La música de Ennio Morricone en los western de Sergio Leone. Charla impartida por Ángel García Romero, escritor y crítico cinematográfico (Quatermass, Cine-Bis, Cineclub UNED Soria) y experto en música de cine, además de autor del texto sobre El bueno, el feo y el malo que se entregaba junto con las acreditaciones.
La conferencia comenzó con una breve semblanza biográfica de Morricone y con toda una declaración de intenciones en la siguiente cita de Leone: “Siempre he sentido que la música puede expresar muchas más cosas que el diálogo. Y por eso estoy convencido de que mi mejor guionista, el que escribe las mejores frases en mis películas, es Ennio Morricone.”
Pero, antes de hablar de la trilogía del dólar, se hacía necesario contextualizar la evolución de la música western, desde El nacimiento de una nación y La diligencia hasta Horizontes de grandeza y Los siete magníficos. Algo que, paso a paso, nos iría llevando a todo el conjunto de influencias que eclosionaron en un Por un puñado de dólares. Es decir, una ruptura total con el estilo predominante pero que, sin embargo, era una amalgama de cosas que rondaban por la mente del maestro. Como muchas veces en el mundo del arte, lo más complicado es encontrar un concepto y combinar distintos elementos para que nos den el resultado deseado. En este caso, todas esas ideas se cocieron a fuego lento en la cabeza de Morricone y fueron evolucionando de manera natural.
Por citar algunos de estos ingredientes, a modo de pincelada, tenemos el trabajo del compositor con el Gruppo di improvvisazione Nuova Consonanza o a Dimitri Tiomkin y sus baladas para Solo ante el peligro y Duelo de titanes o su tema de trompeta Degüello, para Río Bravo y El Álamo.
Cuando Leone y Morricone se encontraron por vez primera (a pesar de haber ido juntos al mismo colegio, el músico no recordaba a su compañero), el director estaba a disgusto, porque se trataba de una imposición de sus productores, ya que él quería contar con Angelo Francesco Lavagnino, con quien había trabajado en El coloso de Rodas. Para más inri, no le gustó nada de lo que le mostró el compositor (la música que había escrito para Las pistolas no discuten), porque le parecía una copia barata de lo que hacían los americanos. Morricone le dijo que no se preocupara, que le comentara qué es lo que buscaba y que le diera un par de días para enseñarle algo nuevo. A la sugerencia de Leone de que buscaba un tema que sonara como el Degüello de Tiomkin, un Morricone con el reloj corriendo en contra, se acordó de una nana que había compuesto para una obra de teatro y la reutilizó, añadiéndole un solo de trompeta, con Michele Lacerenza a la misma.
Ahora, sólo le faltaba un tema principal para la película y, volviendo a tirar de hemeroteca, el maestro se acordó de una canción de Woody Guthrie que había arreglado para un disco del solista Peter Tevis, Pastures of Plenty. El simple hecho de remplazar la voz melódica por un silbido dio el cambiazo. Luego, sólo faltó aderezarlo todo con coros, disonancias y muchas de las experimentaciones que ya habían funcionado tan bien con el grupo de Nuova Consonanza.
Ángel García Romero también nos explicó cómo la música fue creciendo de película en película y la inclusión de nuevos miembros al “equipo Morricone”: el director de orquesta y arreglista Bruno Nicolai, el grupo I Cantori Moderni di Alessandroni, la vocalista Edda Dell’Orso, el guitarrista Bruno Battisti D’Amario… Para cerrar la conferencia con una serie de escenas de las películas (Llegada a San Miguel, de Por un puñado de dólares; Primer duelo, de La muerte tenía un precio; y la presentación de los personajes de El bueno, el feo y el malo), mientras nos explicaba con todo lujo de detalles el sentido musical y narrativo de las mismas.
Si hay que ponerle algún pero a la charla, es que se adivinaba mucho material adicional (clips de audio y extractos de las películas) para la hora un poco larga que duró. Creo hablar en nombre de gran parte del auditorio al decir que nos quedamos con ganas de más. Con un poco de suerte, la próxima vez será.
Hora de volverse
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El simposio, que no el fin de semana, finalizó con un coloquio a tres entre Anita Haas, Juanen Pérez Miranda y Anselmo Nuñez Marques. Anita, biógrafa de Eli Wallach, nos contó una serie de anécdotas de rodaje, que recogió de primera mano en la preparación de su libro, Eli Wallach. Vitalidad y picardía. Por su parte, Juanen, del grupo Almericine, nos explicó como cine y turismo pueden ir de la mano y poner en valor lugares de nuestra geografía que quizás de otra manera pasarían desapercibidos. El último en tomar la palabra fue Anselmo, autor de Western a la europea… Un plato que se sirve frío, que con todo el cariño del mundo habló del género y que compartió con nosotros un vídeo preparado por su hijo, recopilando cantidad de guiños y/u homenajes al cine de Leone que se pueden encontrar en otros directores. Un tipo extremadamente abierto con el que tuve el placer de charlar un par de veces en lo que quedaba de día.
La mañana finalizó con música americana de los 70 en el bar La Fragata, con el grupo Sweet Baby James, justo antes de comer. Igual que el día anterior a la noche, me junté con los invitados y distribuí mi tiempo entre Anita Haas, con la que pude hablar de lo humano y de lo divino; Ángel García Romero, música de cine, por supuesto; Guillermo Fernández de Oliveira, director del documental que se ha rodado sobre la reconstrucción del cementerio; y Joseba Del Valle, David Alba y Diego Montero, miembros de la Asociación Cultural Sad Hill y de la organización del evento. Y, tras otra larga sobremesa, partimos camino del autobús, para el viaje final…
Si el sábado por la mañana el cementerio había estado a rebosar con casi 500 personas, el domingo por la tarde rondamos las 1.800, atasco de autobuses y coches incluido. De esta guisa me reencontré con Luis, Unai y Miriam, en pleno concierto de la banda “Alfoz de Lara”. Y ya, por fin, hallé la tumba que llevaba mi nombre, justo antes de que comenzara la representación del duelo final de la película, interpretado por Las hienas mesetarias. Sólo eché en falta los primeros planos, chicos.
El gran evento, la romería, como la llamaban cariñosamente algunos de los organizadores, era una proyección al aire libre (junto al mismo cementerio) y en pantalla grande de El bueno, el feo y el malo. Se había montado un puesto de bebidas y comida para la ocasión, aparte de lo que llevara cada uno de los asistentes, además de las sillas de playa, mantas, ropa de abrigo y todo lo que hiciera falta. Luis, muy previsor y la amabilidad personalizada, trajo desde esteras hasta mantas y chaquetas para compartir. Y así, sentados en el suelo y al abrigo los unos de los otros, nos preparamos para disfrutar como enanos, bajo un cielo absolutamente estrellado y ante la atenta mirada de la Vía Láctea.
Antes de que la proyección diera inicio, y para sorpresa de los asistentes, vimos tres saludos grabados por Ennio Morricone, James Hetfield (de Metallica) y… Clint Eastwood. Creo que es difícil transmitir lo que sentí en aquel momento. Es como si Clint Eastwood nos hablara a todos y cada uno de nosotros. Es como si Clint Eastwood me hablara. Sé que es absurdo, pero no podía quitarme aquella sensación de la cabeza. Un subidón tremendo que tenemos que agradecer a Zapruder Pictures, la productora de Guillermo Fernández de Oliveira.
Pero la magia no terminó ahí. Durante toda la película no podía evitar, en primera fila como estaba, girar la cabeza a mi izquierda y ver el cementerio iluminado. O mirar al cielo y ver pasar una estrella fugaz. Y seguir la imagen de la pantalla como aquella ocasión en que vi El bueno, el feo y el malo por primera vez. Ni el frío, ni la incomodidad de estar sentado en el suelo, ni el cansancio acumulado… El tiempo discurría en otra dimensión.
Aunque no puedo negar que la parte más especial, lo más emocionante, es cuando Tuco llega al cementerio y suena la música de Morricone. Sentado junto a toda esa gente, en el mismo lugar que aparece en pantalla. Sentado junto a mi amigo Unai, sabiendo que juntos habíamos descubierto la película. Y desgastado el CD con su música. Ese momento es uno de esos momentos. El momento.
¡BANG!
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La culminación de un fin de semana mágico. Algo que me ha impedido ser objetivo de ninguna de las maneras. Una de esas cosas que suceden y que no te esperas, que te aportan. Sé que es difícil compartir una experiencia así, transmitir sensaciones con palabras, pero espero haberlo conseguido, en parte, al menos.
Y, si pensáis que esto es insuperable, cuando ya sólo quedábamos cuatro locos en Sad Hill, Unai y Miriam me hicieron entrega de una cajita muy especial. Con forma de maleta. ¡La invitación a su boda! La colina nunca más volverá a estar triste.
¡Felicidades, pareja!
Un agradecimiento especial a David Alba, Sergio García, Diego Montero, Joseba Del Valle y todos los demás miembros de la Asociación Cultural Sad Hill, por acoger a un extraño como si fuera de la familia