Los Siete Magníficos, un remake, es la última película de Antoine Fuqua (Training Day, King Arthur), la segunda del director para la que James Horner escribió música (tras la inédita en España Southpaw), y a la postre, y como todos saben, la obra póstuma del compositor californiano para el cine, de la que solamente llegó a escribir los temas, que después fueron arreglados, orquestados, y completados con otra música para poder cubrir las necesidades del film.
Volver a contar toda la historia de cómo se gestó el score de The Magnificent Seven resulta inservible para hacer una crítica o valoración de la banda sonora, así que lo omitiremos. De hecho, la mejor forma de que alguien que lea este artículo y no haya escuchado el score se haga una idea de lo que se va a encontrar, y qué opinión le merece a quién escribe, es omitir sentimentalismos. Al fin y al cabo ese es el objetivo de nuestras reseñas, valorar, pero también orientar (hace quince años las críticas en internet de bandas sonoras servían fundamentalmente para que el lector tuviera más claro “en qué gastar el dinero”, y hoy con la posibilidad de acceder, gratis, a tanta música, el objetivo es aclarar “en qué gastar el tiempo”, por lo que la situación tampoco ha cambiado mucho).
El score de Horner y los arreglos de Simon Franglen, veterano colaborador del compositor, pueden ser analizados en dos partes, una para los temas y otra para los arreglos, valga la redundancia. Donde los temas se presentan intensos, adecuados para el film, y brillantes, los arreglos denotan cierta inmadurez, falta de un desarrollo más profundo e incluso se aprecia cierta concesión musical del compositor al director, a poco que uno conozca la música que se ha escrito para las películas de Fuqua previamente.
Los temas que Horner compuso están bastante bien representados en los cuatro primeros cortes de la edición discográfica de Sony Classical. En Rose Creek Oppresion nos encontramos con el más fundamental: las reconocibles “echoing trumpets” de Battle Beyond the Stars (Los Siete Magníficos del espacio, 1981) para dibujar la silueta del protagonista del film, Denzel Washington, la justicia. Ya lo habrán leído, pero hablamos de la primera y de la última banda sonora de James Horner, prácticamente, de un cierre curioso a su carrera, de esas cosas que contribuyen a crear leyendas, como lo de Los 33, como que naciese el mismo año que murió su adorado Prokofiev, 1953, y muriese con su misma edad, y como tantas otras “trivias” en las que solo se redunda cuando se habla de personajes que han dejado huella.
A las mencionados trompetas se le unen dos instrumentos fundamentales de la paleta de colores de Horner, la voz femenina y el Shakuhachi, con lo que nos queda una introducción de lo más horneriana, sórdida eso sí, que es la forma que adquiere el film durante todo el metraje, por lo que el uso de este tema nos parece de lo más acertado, aunque de nuevo hubiera sido deseable una mayor evolución del mismo. No sabemos cómo. Horner sabía y lo hacía siempre.
El segundo corte, Seven Angels of Vengeance nos presenta el segundo tema de mayor importancia, aunque no aparecerá hasta los dos minutos. Aquí aparecen los elementos más rítmicos del score, que recuerdan al Horner más comercial de los últimos tiempos (Avatar, The Karate Kid, The Amazing Spiderman), donde más se adivina la influencia de Franglen, muy presente en los títulos mencionados. Guitarra, metales y sintetizadores van elevando el tono hasta la aparición del que será el tema principal de la película, puesto que él será el encargado de la resolución musical del film (House of Judgment).
Aquí sí, se advierte una evolución del tema, que si bien no está muy presente durante el metraje, vive un desarrollo “a la Horner”, siendo tocado con diversos instrumentos siempre diferentes, y variando completamente de estructura en función de las necesidades del film. Si “el de las trompetas” mencionado anteriormente nos parecía el tema de la justicia, el uso de este nuevo tema en la película nos invita a pensar que se trata de la venganza, pero en la resolución de la película descubriremos (gracias a las alteraciones instrumentales) que se trataba del tema de la paz, pero no de una paz alcanzada mediante la venganza, como inicialmente nos había hecho creer, sino a través de la justicia. La escena final, que arranca con las “echoing-trumpets” al compás del justiciero Washington y acaba con la voz femenina solista interpretando en toda su extensión el tema principal es, no solo lo mejor de toda la banda sonora en lo puramente musical, sino también en lo cinematográfico. La música de Horner nunca fue concebida para acompañar imágenes, sino para explicar, y para posicionarse.
Atentos a la rítmica sección de cuerda del tercer corte Lighting the Fuse, y a la introducción de nuestro querido motivo de las cuatro notas, o Parabará, breve transición que acompaña la primera cabalgada de los “magníficos”, y que se completa en Volcano Springs, en una pieza de mucho más alegre y con reminiscencias del mítico score de Elmer Bernstein para la cinta de 1960, pero que acaba en puro Horner, “a la Leyendas de Pasión” para presentarnos el paisaje y la naturaleza del Oeste americano en el tercer tema con más presencia del score. Surgirá este tema de nuevo hacia el final, justo antes de la gran batalla, en Bell Hangers, para darnos a entender, aquello que está en juego, más allá de la venganza de un pueblo: el orden en la Tierra. Por supuesto, en esta segunda ocasión el tema adquiere un desarrollo completo, y nos concede una última ocasión para respirar y emocionarnos en el cine con la emotiva música que James Horner escribió para el séptimo arte, y que ya forma parte de la cultura popular.
Presentados los temas, el resto del score es de un ritmo bajo, denso, hasta salvaje, como la propia película. Un tono muy diferente al de la película de 1960, y en el transcurso del cual encontraremos muchos “hornerismos”, más propios de la forma de proceder de quienes han trabajado tantos años con Horner que de haber querido hacer un homenaje – refrito de ideas presentadas en otras bandas sonoras a lo largo de casi cuatro décadas, por lo que es respetable. El color de la partitura, no lo olvidemos, está formado a partir de ciertas rítmicas reconocibles, uso de metales, elementos étnicos, voces femeninas, líneas de cuerda para mantener la tensión, etc. Es todo ello un terreno que nos resulta bien conocido.
En la parte negativa, ya hemos señalado, se advierte cierta inmadurez a la hora de abordar algunas secuencias, y quién sabe si también cierta prisa o falta de ideas claras. Algunas piezas no tienen un buen acabado, siendo la más llamativa Faraday´s Ride, cuando el personaje de Chris Pratt cabalga hacia los malos en plan heroico – suicida y suena el tema de la venganza – paz, o tema principal, y su emplazamiento no solo no está bien secuenciado sino que acaba en un crescendo y clímax terminado con exceso de sintetizadores que suena barato, decepcionante incluso, teniendo en cuenta que es la primera ocasión que se presentaba de completar el tema principal (en este corte, en House of Judgment y en el final, Seven Riders, son las tres ocasiones en las que lo escuchamos en toda su, brillante, extensión). En The Darkest Hour vuelve a ocurrir lo mismo, con unos acabados diríamos que hasta inapropiados: estos últimos cuatro cortes debían haber sido un “tour de forcé” orquestal o al menos creemos que es lo que pedía la cinta.
Como hemos dicho, se echa en falta un mayor, más que un mejor, desarrollo de los temas principales, que son estupendos. El desarrollo está ahí, pues los temas no son para nada los mismos al principio con respecto al final, pero en muchos casos se han producido saltos, sin que exista una completa coherencia en su ejecución, y ahí es donde el genio y la personalidad de Horner se echa más en falta: la musicalidad del compositor californiano, capaz de procesar cualquier tipo de situación, tensión, horror, acción, por no hablar ya de amor o épica, en una pieza completamente disfrutable.
El score tiene ese punto sintético que tenían las bandas sonoras de Horner desde Avatar, justo desde el regreso de Simon Franglen al equipo, y eso explica en parte porque en la parte final la música se torna más sintética cuando más presencia tiene, y cuando la labor del compositor en su trabajo con las imágenes se hace más determinante. Hay que puntuar esta y aquella otra acción en pantalla. Hay mucho más movimiento en pantalla, y quién estuvo encargado de hacerlo fue Franglen, que sin duda se siente más cómodo en un ámbito electrónico que no orgánico. Esa es la principal crítica negativa a la banda sonora, que por otra parte, queda francamente bien con las imágenes, da el tono que pretende, además, y dado que la cinta ha resultado bien en taquilla, puede resumirse como un éxito.
Es el punto final. No hay más. Ahora estamos condenados, como decía Federico Luppi en El espinazo del diablo, a repetirnos una y otra vez, como fantasmas, escuchando discos y viendo películas de entre 1980 y 2015, por el resto de nuestras vidas. Un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma, ese soy yo. Pero uno como Casper, por favor.
The Magnificent Seven
- Rose Creek Oppression (1:54)
- Seven Angels of Vengeance (3:24)
- Lighting the Fuse (1:21)
- Volcano Springs (2:56)
- Street Slaughter (3:22)
- Devil in the Church ( 2:06)
- Chisolm Enrolled (3:10)
- Magic Trick (2:37)
- Robicheaux Reunion (1:47)
- A Bear in Peoples Clothes (2:01)
- Red Harvest (2:02)
- Takedown (5:50)
- Town Exodus – Knife Training (2:10)
- 7 Days, that's all You Got (1:49)
- So Far So Good (4:32)
- Sheriff Demoted (1:58)
- Pacing the Town (3:53)
- The Deserter (4:52)
- Bell Hangers (1:43)
- Army Invades Town (3:34)
- Faraday's Ride (4:03)
- Horne Sacrifice (2:42)
- The Darkest Hour (4:28)
- House of Judgment (5:25)
- Seven Riders (2:58)