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Quigley Down Under

El western crespuscular, ese subgénero del cine del oeste que definió el final de una forma de hacer cine, allá por los años 70, ya les quedaba lejos a la última gran generación de compositores de música de cine, la de los 80. A pesar de ello, algunos de los integrantes de esa generación, ya bien sean considerados como los grandes sinfonistas de los 80, o los de la era digital, tuvieron la ocasión de componer música para western. De entre ellos, destacaron dos nombres, que si bien no dejaron una obra muy extensa en el género, si marcaron una impronta.


Compositor: Basil Poledouris.

Año: 1990.

Lo Mejor: es sencilla, con grandes temas, emocionantes pasajes de acción y bellas melodías. ¿Que más se puede pedir?

Lo Peor: la película pasó desapercibida para el gran público, a pesar de ser un buen western, como por desgracia ocurrió con el compositor en el género. Hay que remediarlo.

NUESTRA NOTA

Se trata de Basil Poledouris y Bruce Broughton. El segundo de ellos alcanzó curiosamente la cima de su carrera con su partitura para el western Silverdado (Lawrence Kasdan, 1985), que le valió incluso la única nominación al Oscar de su extensa filmografía. Años después, regresaría al género con acierto en Tombston (George P. Cosmatos, 1993), y en las postrimerías de su carrera con telefilms como O Pioneers, The Ballad of Lucy Whipple, y sobre todo la genial True Women.
En el caso de Basil Poledouris, hablar de western es hablar de una parte importante de su carrera, no en número, pero sí en calidad e importancia. Si a Silverado le dio a Broughton el mayor reconocimiento de su carrera con la nominación al Oscar, lo mismo sucede con Poledouris y Lonesome Dove (Simon Wincer, 1989), con la que el norteamericano obtuvo el premio de mayor prestigio de toda su vida, un premio Emmy.

Lonesome Dove, un producto destinado a la televisión, significó un gran logro para Poledouris, que imprimió al western su propio estilo melódico. Parecía que hubiera estado toda la vida componiendo para el cine del oeste, y sin embargo era la primera vez. Así fue que con el mismo director, Simon Wincer, repetiría un año después, esta vez en el cine grande, con esta Quigley Down Under (cuya traducción real es Quigley se va a Australia), y que en España se llamó Un vaquero sin rumbo, interpretada con carisma por Tom Selleck, y con Alan Rickman en el papel de villano un año antes de su genial interpretación en Robin Hood, príncipe de los ladrones. Curiosamente, un western sería la última obra que nos dejó el gran Poledouris, The Legend of Butch and Sundance. Un trabajo que ahondaría en la misma línea melódica y rítmica de sus scores precedentes. Escuchar tema →

Los temas de Quigley

El score de Poledouris para Quigley Down Under es una obra musical temática, en la que la melodía y el ritmo son protagonistas. Tiene sentido del humor, sentido de la aventura, romanticismo, y gran música de acción. Todo ello merced a un buen puñado de temas.
Poledouris compuso dos temas para el protagonista, Matthew Quigley, otros dos para la fémina, Cora (interpretada por Laura San Giacomo), y otro par de motivos secundarios. Los temas del protagonista son la esencia del western de Poledouris. En primer lugar está el tema principal, que tiene dos subdivisiones. Ambas pueden ser escuchadas en el “Main Title”. Una rica melodía de viento introduce el tema, acompañada por metales y banjo, en un motivo temático que resta importancia al personaje, describiéndolo prácticamente como un personaje cómico.

Al minuto de duración, el tema deriva en su segunda versión, mucho más evocativa, y que define la esencia del western que el compositor quiso describir. Es un tema grandioso, que admitirá diversas variaciones en función de las necesidades de la película. Así, mientras en el main title suena más rítmico, para presentar al personaje en su viaje a Australia, la llegada de este al país oceánico es acompañado por una versión mucho más emocional, épica, para subrayar la “gran aventura” que supone cada historia del western, en la que todo se resume a la lucha de buenos y malos, principios primitivos de amor, o honor, en contra de otros como el dinero o el poder, bajo un cielo infinito que acoge los más bellos paisajes del mundo. Eso no es diferente en este western australiano. Es este tema el que más se asemeja a lo compuesto por Poledouris en Lonesome Dove.

El tema cómico de Quigley es escuchado no solo al principio de la partitura, sino también al final, mientras que sus apariciones en el grueso de la partitura se reducen a un par de ocasiones, cuando el protagonista llega a la propiedad del antagonista, y tras una escena de tiroteo, cuando Quigley escapa de un incendio al ser perseguido por los matones de Alan Rickman.

Por el contrario, el tema épico, o simplemente el tema del “western”, aparece en numerosas ocasiones, de entre las que destaca la escena de la pelea de Quigley al llegar a Australia, por defender a Cora (“The Fight”), o la estancia de ambos con los aborígenes en medio del desierto (“Native Montage”). En esta ocasión, el tema suena más intimista, con guitarra y clarinete, y la incursión de los sintetizadores a mitad de camino, para ofrecer un momento de “puro Poledouris”, es decir, más evocativo imposible.

La tercera gran rendición de este tema sucede durante la despedida de Quigley de Cora, antes de enfrentarse al malo a vida o muerte. En esta ocasión, la música suena afligida pero hermosa, ennobleciendo la cruzada que el protagonista, sobre su caballo, y con el paisaje australiano como tapiz, va a emprender (al final del corte “The Gift”, mágico). Finalmente, como no, el tema del “western” será uno de los que cierre la partitura.

Poledouris ha descrito con estos dos temas tanto al Quigley divertido, como al heroico, pero aún falta otro rasgo más de la personalidad del personaje por definir. El Quigley pistolero, el de acción. Y de ahí sale uno de los temas más emocionantes de la partitura, que acompañará prácticamente a cada escena de acción.

La primera ocasión en que aparece el tema es cuando Quigley y Cora se liberan de sus captores en medio del desierto, cuanto tratan de abandonarlos para que mueran de sed. A Quigley nos lo han presentado como el mejor tirador del mundo, pero salvo en un test no hemos tenido ocasión de comprobarlo. Uno de los captores huye a caballo, y desde el suelo, malherido, Quigley empuña su rifle, y cuando el malo se encuentra a gran distancia, dispara sin fallar. Es una escena trepidante, en la que el tema de acción aparece por primera vez, haciendo imposible no saltar de los asientos al ritmo de los metales, el banjo y la percusión de Poledouris (en el corte “The Stabbing”).
Este tema de acción tendrá diferentes y excitantes rendiciones en escenas como la del incendio (corte “The Fire”), el tiroteo final de Quigley con los matones de Marston (el corte “The Attack”), o la pelea final con el propio Marston (“The Capture”), donde por cierto, aparece la versión más sintetizada del tema de acción, en un sonido muy Poledouris, percusión y metales graves, que dotarán de distinto ritmo este motivo. Finalmente, el tema tendrá su conclusión en una versión más melódica, lo que indica precisamente que la acción ha concluido, tras el tiroteo final (el corte “After the Gunfight”). Escuchar tema →

Los temas de Cora

Hay dos temas asociados al personaje femenino interpretado por Laura San Giacomo, la loca Cora. El primero de ellos subraya al personaje y a su “feeling” romántico con Quigley. Se presenta ya en el primer corte, entre las versiones de los dos temas principales del protagonista, la cómica y la del “western” (el corte “Main title”). Es una melodía sencilla y delicada interpretada por viento madera, que tendrá similares rendiciones a lo largo del score, en escenas como la pelea de Quigley por defender a Cora (corte “The Fight”), el momento en que le revela al protagonista su pasado (“Cora´s Story”), el encuentro antes de la pelea final (“Quigley & Cora”, y “The Gift”), y finalmente en los títulos de crédito finales.

Además de este tema romántico, Poledouris escribe un tema más para Cora, asociado a su dramático pasado. Se introduce por vez primera en ese relato que la mujer hace de su pasado en el interludio con los aborígenes (el corte “Cora´s Story”). La música es al principio oscura, tensa, a lo que contribuye una larga línea de cuerda, hasta la aparición de los sintetizadores para anotar el compás, mientras surge la melodía que describe el pasado de Cora. Un tema triste y lánguido que se contrapone con la mayor jovialidad del tema romántico. Aparece también la guitarra española, pretendiendo asociar el instrumento al origen texano de la protagonista. A pesar de su dramatismo, es un tema hermoso, al que en su primera aparición seguirá el tema romántico, algo que sucederá en más ocasiones.

Este tema del pasado de Cora aparece también cuando la mujer se encuentra con vida a un niño aborigen, lo que retrotrae a la protagonista a su pasado (“The Baby”). Una escena fundamental para la resolución del personaje de Cora tiene lugar cuando esta se enfrenta a varios Dingos para defender al bebé aborigen. La música es al principio extraña, como si pareciera que la mujer enloqueciese, pero finalmente se revela el tema del pasado de Cora, casi a modo de conclusión, cerrando un capítulo fundamental de su historia (“Dingo Attack”). Los violines al unísono con los sintentizadores ofrecen una versión mucho más melodramática de este tema, a pesar de que queda inconcluso, por la irrupción de un pasaje de acción.

Finalmente, en el momento previo a la partida final de Quigley volveremos a escuchar este tema, ya con un final satisfactorio, y la inclusión de nuevo como la primera vez, de la guitarra española, que al unirse con un violín solista otorga uno de los momentos más bellos de toda la partitura, antes de que la sección de cuerda ofrezca su última rendición (“The Gift”). Este último es posiblemente el corte más melódico, expresivo, y evocativo de toda la partitura, y una de las joyas que contiene no ya el score, sino la carrera al completo de Poledouris. Escuchar tema →

Temas secundarios y pasajes del western

Existen al menos dos motivos temáticos bien identificados, además de los principales ya reseñados, en Quigley Down Under. El que aparece primero es el de las casacas rojas, los soldaditos ingleses que deambulan por el desierto australiano como si lo dominasen. Es una marcha triunfal, no exenta de cierta coña, que tiene su aparición durante el viaje de Quigley al rancho de Marston, al principio de la película (“The Redcoats move on”), y que volverá a aparecer en el desenlace, cuando hacen su irrupción de nuevo, aunque esta vez con mucho más ritmo (“Freedom”).

El otro motivo secundario de mayor importancia es el asociado a los aborígenes australianos. Cuando estos aparecen por primera vez tras la travesía en el desierto de Quigley y Cora, escucharemos este motivo, sostenido en las cuerdas, misteriosas, deslumbrantes y sofocantes como el mismo sol que pintó sus caras (¡caramba!, en el corte “The aborigines”). Es importante que Poledouris musique esta secuencia con una música identificativa, puesto que los aborígenes tendrán un papel determinante al final de la película, y su tema sonará de nuevo (“The aborigines return”). Puede que no sea el más llamativo de los motivos del score, pero es realmente interesante, y el único dedicado a describir el lugar donde se desarrolla la acción.

Además de estos dos motivos, existen varios pasajes en los que Poledouris da rienda suelta a su pasión por el western. Destaca el homenaje al compositor Aarón Copland, inspiración para el western de muchos otros compositores, en “The Fight”, o poco después otro en “The Redcoats move on”, mucho más melódico, pero igualmente divertido.

Intrada o Prometheus

Se han editado hasta la fecha dos ediciones de Quigley Down Under. La primera de ellas a cargo de Intrada, al tiempo que la película, en 1990. Con algo más de 40 minutos de música, este compacto recoge lo más interesante de la partitura. Ahora bien, todo se puede mejorar, y eso es lo que consigue la versión de Prometheus, realizada en el año 2006, sin limitación de copias.

Esta versión no mejora mucho el aspecto gráfico de la de Intrada, tan solo introduce un par de fotos de mayor tamaño, y un listado de los músicos que conformaban la orquesta, la ahora omnipresente Hollywood Studio Symphony. En el apartado musical, si que hay una mejora más considerable, puesto que se añade más de media hora de música a lo ya editado, llevando al score hasta los 75 minutos, lo que es la práctica totalidad de lo compuesto por Poledouris.

Si bien en otros casos uno prefiere quedarse con la versión “album” de las bandas sonoras, por su mayor concreción, en el caso de Quigley Down Under es recomendable la adquisición de la edición de Prometheus (la de Intrada está descatalogada además desde hace años). Así pueden saborearse detalles omitidos en la original, como el tema de los aborígenes, que no es poco. Además, destacan sobremanera dos cortes que no pudieron ser incluidos en el Intrada, y que lo merecían, como son “The Stabbing” y “Dingo Attack”, lo mejor de la nueva edición, que pone al alcance de las nuevas generaciones un clásico moderno del western, que de ninguna manera puede pasar desapercibido. A menos que no te guste la música divertida, emocionante, contagiosa, evocativa, romántica, aventurera…