Le Temps des Secrets

Es compartida por muchos la idea de que cualquier elemento edulcorante se convierte, instantáneamente, en un ingrediente a evitar en la receta de cualquier película. Pues bien, debo ser tajante al afirmar que no siempre es así, siendo la banda sonora que nos ocupa un claro ejemplo de ello.

Le Temps des Secrets es una película blanca llena de buenismos, de bonitos sentimientos y de moralejas claras y concisas. La nueva cinta de Christophe Barratier, director de “Los Chicos del Coro” y “La Guerra de los Botones”, nos narra un pequeño pasaje de la infancia de Marcel Pagnol, afamado novelista y director del cine francés de la primera mitad del siglo XX, y nos teletransporta a La Treille, población ubicada en las colinas entre Aubagne y Marsella, un precioso entorno natural donde el protagonista pasaba los veranos junto a su familia.

La película nos habla de la amistad y del primer amor, de la familia y de la tolerancia, del complejo de superioridad que siempre esconde un complejo de inferioridad, del respeto y de la vergüenza a tus raíces. Pero sobre todo, versa sobre recuerdo de un hombre que vuelve al rincón geográfico donde residen sus mejores vivencias y aprendizajes. Y justo de esto, del recuerdo, nos habla la maravillosa partitura de Philippe Rombi, una música inspirada y bella donde el compositor extrae la mayor de las riquezas de su tan adorada orquesta y del que es su instrumento por excelencia, el piano.

El recurrente tema principal, un vals con un enorme poder melancólico que consta de dos partes diferenciadas, nace de la memoria del protagonista y se vincula de manera directa a un lugar idílico. Todo recuerdo de una infancia feliz queda edulcorado al atravesar el tamiz de nuestra mente, siendo la música de Rombi la encargada de enfatizar este hecho en la película. Cada frase musical nos hace viajar al pasado de Marcel Pagnol, una etapa dulce y agradable en la que Rombi nos transmite las melancolías que cada árbol y cada charco del pueblo le hacen sentir al protagonista. En definitiva, la música embellece el lugar tanto como lo hace la mirada y el recuerdo de un Marcel ya adulto.

Aparte del principal, existen temas con un marcado carácter dramático, como el asociado a las crisis y aprendizajes que surgen en el núcleo familiar; o el motivo enigmático que aporta cierta sensación de desconfianza y que se asocia a la protagonista del primer desamor de Marcel.

Incluso en los temas secundarios se manifiesta la maestría de un Rombi en estado de gracia. En la partitura existen, como es habitual en el compositor, momentos puntuales donde se descubren homenajes a sus ídolos musicales, encontrando desde matices que evocan a Rachmaninov (en el tema principal), a partes realmente expresivas que son deudoras del mejor John Williams. Incluso el francés se permite regalarnos cortes aventureros llenos de acción y heroicidad que contrastan, en su aplicación y de forma muy simpática, con el miedo y la huida del peligro, temáticas bien poco heroicas.

Le Temps des Secrets es una partitura inspiradísima en lo musical, llena de vida y también de una profunda melancolía (esa que tanto nos gusta y que, irónicamente, echamos de menos). La música, que refuerza la capacidad dramática de la película, nos ayuda a experimentar la historia como lo que es, el recuerdo del lugar y la infancia añorados, aquel donde todo parecía mejor y más bello. ¿La música edulcora la película? Seguramente es así. ¿Tiene sentido? Rotundamente sí.