El Verano que Vivimos – La Película
Las grandes epopeyas románticas de antaño era el cine de distracción de nuestros padres y abuelos, películas en los que un romance muchas veces furtivo, como en este caso, desencadenaba toda una serie de acontecimientos en el entorno de los protagonistas abocando su historia, a veces, en un trágico e insatisfecho final. Como aquellas películas, la esencia era el romance en sí, el carpe diem, la pasión desatada entre ellos dos que incendiaba la pantalla y hacía que aquellos espectadores anhelasen vivir una historia parecida en la que dar rienda suelta a sus instintos más prohibidos, más en una época de tantos tabúes y represión.
El director Carlos Sedes recupera para nuestro cine esos aromas de antaño y a través de Isabel (Guiomar Puerta), una estudiante de periodismo en prácticas en un pueblo de Galicia, se narra la historia de Gonzalo (Javier Rey) y Lucía (Blanca Suárez), dos extraños que verían completamente cambiadas sus vidas durante un intenso verano en Jerez de la Frontera en 1958, cuarenta años atrás. Con la ayuda de Carlos (Carlos Cuevas), recopilará una serie de esquelas que Gonzalo fue dedicando a Lucía en la que se descubrirá la historia que vivieron ambos.
Como aquellas películas, toma un papel fundamental la expresividad de la música para llevarnos a los lugares comunes del romance, meternos en ella a través de la enfatización de las emociones y pasiones más escondidas y finalmente, como explicaremos más adelante, trascender la propia historia y convertirla en un epopeya gracias a ese sentido de lo épico (y también lo trágico) que está implícita en sus notas.
A tener en cuenta una fotografía de intenso colores cálidos y mates con los que se nos da cuenta del lugar donde transcurre la historia y su impronta cinematográfica más clásica que moderna. La película se deja concebir gracias a mimetizarse con su entorno y extrapolarlo a la torridez del romance, de forma que fotografía, música y las grandes y acertadas panorámicas de los viñedos de Jerez de la Frontera, sus marismas, sus cortijos y el carácter de su gente nos da un acertado dibujo de su entorno y nos ayuda a involucrarnos en la historia. La aridez del terreno, el polvo, la sequedad de la tierra y esos colores amarillentos y desgastados tostados por el sol dan amplitud a un romance que como aquellos, vive y bebe bajo un prisma de luz que da cobijo y calidez a su historia como la marchita.
En su contra, una técnica quizá un tanto fútil que hace que no adquiera entidad propia y se distinga de otras películas de parecida índole, de forma que en ocasiones parezca que estamos viendo un telefilm. Aun así, se disfruta y al final deja un sabor más dulce que amargo, si uno no es muy purista. A destacar la actuación de Pablo Molinero (Hernán), como prometido de la protagonista y amigo íntimo de Gonzalo y la de una vez cada vez más en alza María Pedraza (Adela), como hermana de aquel.
El Verano que Vivimos – La Banda Sonora
Para entender la magnitud de los acontecimientos que desencadena este romance sólo tenemos que fijarnos en la música. Federico Jusid hace un extenso y minucioso recorrido por los rincones más recónditos de esta historia de amor, de forma cómo lo hacían los grandes clásicos de la música de cine: con exquisito y más que inspirado gusto en lo musical, pasión, elegancia y entrega en cada nota para, finalmente, darle sentido todo subrayando que esto es una epopeya romántica que rescata los mejores aromas de la música de antaño, recordando grosso modo la etapa dorada de la música de cine. Será una banda sonora intuitiva que se mueva de acuerdo a las pasiones desatadas y a las circunstancias expresadas, siendo una voz más de las emociones y sensaciones despertadas en los amantes. Expresa y acompaña desde la empatía y la complicidad y, sobre todo, hace que el tiempo no tenga un límite.
El argentino vertebrará su trabajo en dos poderoso temas que a la vez estarán unidos, pues uno servirá de contexto del otro: el primero, de índole más expansiva y hasta festiva, el del verano, y otro más íntimo, que parece inalterable pese a que las circunstancias modifiquen su tono, intenso a la vez que nostálgico, el del romance. Este último se verá afectado irremediablemente por los hechos que se van sucediendo siendo a su vez provocador de ellos, de forma que se convierte en un elemento narrativo de la película. Esto hace que seamos partícipes de primera mano y empaticemos con los protagonistas y vivamos esa historia de amor como la nuestra propia.
Ambos temas quedarán presentados en los títulos de crédito iniciales en Créditos El verano que vivimos. Ya advertimos aquí el carácter romántico y nostálgico de la historia a través de unos escenarios que serán copartícipes y protagonistas de la historia entre Gonzalo y Lucía.
Matizar que la edición que se nos presenta no tiene los temas ordenados en orden cronológico y toda la música del momento final no está, faltando también algún tema del pasado que resulta muy importante a nivel dramatúrgico y musical. Al final de esta reseña presentaremos el orden tal cual está en la edición y el cronológico.
Presentación de temas:
- El verano que vivimos
Decíamos en la presentación de la película que una parte importante de ésta es la fotografía y, sobre todo, la luz. Esa luz del sur de España expansiva, cómplice con las pasiones, con el carácter espontáneo de sus gentes queda de alguna manera recogida en este tema que sirve de abrigo a los protagonistas y a su tórrida historia. Es un tema que sirve como contexto y que remarca en todo momento la odisea de todo lo que en ese verano ha pasado. Entendemos la trascendencia de ese instante en el tiempo, que son realmente un par de meses pero que Jusid los vuelve eternos e infinitos gracias a un poderoso en inspiradísimo sentido de la épica y ala atemporalidad. Celebra ese instante en el tiempo como algo único y lo hace perenne en la retina y el alma de los protagonistas y, no sólo eso, hace que su fuerza traspase la pantalla contagiando al espectador de su luz y esplendor. Aquí encontramos ese sentido de gran epopeya del que venimos hablando. Gracias a él entendemos esta historia como lo que realmente es.
Lo encontramos una vez que Isabel empieza a recopilar las esquelas y nos adentra en la historia narrada por el propio Gonzalo a través de éstas, 40 años atrás. En Aquel verano se nos hace un barrido por los viñedos jerezanos y por todo el paraje que será testigo silencioso de su historia. Ya desde un principio música y paisaje se confabulan para llevarnos a las puertas de esta historia, atrapándonos con su luz y trasladándonos a una época de dicha y hasta d ensoñación. Percibimos su carácter festivo, alegre, expansivo y de celebración, para luego presentarnos a ellos dos en ¿Quiere que le lleve?. Resulta imposible resistirse a la fuerza expresiva de sus notas.
Este tema, al igual que el anterior, será presentado por unas apresuradas notas a piano en modo de introducción a la historia, haciendo alusión directa y sucinta al romance vivido. Se convierte en un recurso expresivo más con el compositor tal vez pone de relieve que eso fue algo espontáneo y no premeditado. Lo volveremos a escuchar en El hijo de Gonzalo, en el que Lucía recuerde de forma automática como empezó todo.
Este tema será una prolongación del anterior, y conectará directamente con el tema de amor en lo que es el primer encuentro de los dos enamorados, justo en el instante que a él se le avería el coche mientras va a visitar a su amigo a la finca y ella lo socorre. Este tema también hace que entendemos la importancia del lugar donde transcurre la historia y lo inunda de carisma y personalidad, aliándose desde el primer momento con Gonzalo y Lucia para hacerlos partícipes de su romance. De hábil y subyugante forma Jusid expande la historia de ellos dos por todos los lugares que pisan y recorren.
Conoce poderosas e inspiradas extensiones como Carreras en la playa , un fulgurante tema de corte épico en el que vemos una carrera de caballos en la playa y la pantalla se inunda de festividad y algarabía. Irradia felicidad. No es un tema que realmente describa escenas concretas sino unos momentos de completa dicha para los protagonistas que hace que su historia se convierta en eterna. Al igual que en la segunda parte de Lucía Vega, mi prometida, en el que los dos amigos hacen un recorrido por las calles de Jerez en moto.
Conforme se produzcan los acercamientos y las miradas se vuelvan más cómplices comprobaremos que queda irremediablemente apegado al tema de amor, que a continuación comentaremos. Este pacto quedará completamente sellado en El verano que vivimos, un corte de desbordante fuerza romántica en el que Jusid pone toda la carne en el asador expandiendo el tema sin conocer límites, con un bellísimo e inspirado fondo marítimo que hace que la historia cobre una inusual fuerza y quede pata siempre grabado su carácter de epopeya romántica. Es una de las escenas clave de la película, pues el romance se consuma de forma apasionada y fulgurante, bailando escenario y música es un compás que resulta mágico e inspirador. Aquí el tema conoce su zénit. La bella introducción a piano (instrumento hasta ahora asociado sólo al tema de amor) hace que el verano quede definitivamente asociado a la historia de amor, con lo que lo que hasta ahora había sido un tema más contextual se torne narrativo y explicativo.
Esto ocurre también en Encuentros, un bello corte en el que el tema de verano se va tornando más íntimo y privado a medida que los protagonistas van prolongando sus furtivos encuentros y exponiéndose, cada vez más, a las miradas indiscretas de los de su alrededor. Vamos advirtiendo como los acercamientos entre ellos dos se vuelven cada vez más necesarios y las pasiones y deseos más implícitos precisan florecer. El piano vuelve a ser usado de forma magistral y se nos corrobora, de forma ya definitiva, que el tema del verano es “per se” un tema de amor.
Sin embargo, a media que se van sucediendo los acontecimientos, este tema irá adquiriendo una connotaciones más dramáticas y trágicas, lúgubres incluso, dejando finalmente un poso de melancolía y tristeza pese a la dicha. Los escucharemos de forma más circunstancial en otros temas que comentaremos junto al de amor.
- Gonzalo y Lucía
Es un tema que transmite gran delicadeza a la vez que gran confianza en el romance que nos traslada, como si aquello fuese algo irrompible. Su carácter es parecido al tema del verano, pues ambos contienen un sentido de imperturbabilidad en el tiempo y, poco a poco, se irán dando la mano hasta llegar a un punto que uno no se pueda entender sin el otro.
Es un tema que tiene una evolución clara dentro de la película, yendo de lo idílico a lo trágico y funesto, pero sin verse afectados en ningún momento los sentimientos implícitos en él.
Empezaremos a percibir sus notas de forma más plausible en Mi refugio y Marismas. Volvemos a darnos cuenta de la importancia del lugar y la extensión de éste a la historia romántica, dando Jusid los primeros coletazos de ésta a través de una música más bucólica e inocente incluso. El piano suena dulce y cálido, dando un carácter de ensoñación a la escena y dibujando de forma muy sutil el idilio. Mientras suenan estas notas, Gonzalo fotografía con su cámara a Lucía siendo testigos las hermosas marismas del Sur y una luz acogedora que ya empieza a envolver de forma más íntima su historia. Aquí ya se va cociendo el germen de lo que será a posteriori un despliegue más apasionado e intenso del tema.
Dos de los momentos álgidos de la película y también de la música será cuando ésta se desate en su forma más apasionada y también tensa. En En la feria contemplamos a un Gonzalo que observa fijamente a su amada mientras esta está bailando una sevillana. Es un tema cargado de tensión sexual, de intenso deseo contenido, también de tristeza y rabia, en el que el violín se muestra radiante y expresa un máximo anhelo de besarla sin importar las miradas que pululan a su alrededor. Es un tema derivado de una pulsión sexual pero que pertenece al espectro emocional del tema de amor. Pero será En la noche dónde el tema de amor eclosione de manera radiante y subyugante, a través de un piano completamente desatado y entregado a la causa que a un servidor le hizo recordar las mejores y más recordadas partituras de los grandes clásicos de la banda sonora. Y, por ende, que terminemos de confirmar a un compositor en plena explosión creativa y con la musa a sus espaldas, dictándole cada nota.
Pasaremos de una variación apasionada y hasta lujuriosa a otra más íntima y privada en Un tiempo infinito. Se trata de una bellísima escena en la playa en la que el piano es protagonista único y absoluto, dejando a los dos protagonistas desnudos encima de la arena (igual de desnudo que el propio piano que suena) mientras Gonzalo recuerda la historia el motivo de la construcción del Taj Mahal y el carácter de eternidad de éste. Vuelve a sonar el tema de verano, también con la exclusividad del piano y remarcando esa asociación contínua de la que venimos hablando.
Hay tres escenas en la película en las que el tema de amor y cualquier atisbo romántico quedan completamente supeditados y superados por las circunstancias. Son escenas en la que el romance está próximo a ser descubierto. En Vámonos escuchamos una combinación de cuerdas y piano completamente desatada, sin orden ni dirección, sin épica a la que acudir. Resulta angustioso, caótico, tenso. Es el instante en el que los dos amantes deciden huir porque saben que pronto todo su entorno va a conocer su historia. En un tono muy parecido de agitación y premura suena el tema Persecución, una de las escenas a nivel dramático más importantes de la película y punto de inflexión en la música para que ésta tome otro cariz. Es en sí una derivación del tema de amor, pero más destinado a acompañar a la acción de forma convulsa y trágica, en cuya intención está dejar patente que igual de trascendente y atemporal es la vivencia del idilio como la avocación a su final. Entendemos así que todo lo que pasa es importante y fundamental. Jusid ejecuta brillantemente ambas escenas en un alarde de fuerza expresiva y rabia, vivenciando cada escena con cada movimiento de nota. No hay rincón ya para los encuentros furtivos. Lo que tarde o temprano iba a salir a la luz, sale y apenas distinguimos las notas del tema de amor y del verano, sólo que el tiempo apremia y la música así se lo indica. La ira de Hernán dará cuenta de que esta historia está acabada. Todo el sentido de lo idílico que había estado escondido tras cada pared, viñedo, playa o marisma se pierde para dar paso al abatimiento y la desazón. El tema de amor está de luto. Sigue latiendo en su corazón una historia de amor verdadera, sincera y única pero ya, sin futuro.
- Gonzalo
Este es un motivo muy sencillo y breve, que apenas tiene representación en la película pese a resultar muy revelador y explicativo del estado del personaje desde que se separó de Lucía. Habla de la melancolía y la soledad en la que ha vivido todo este tiempo, en un abatimiento crónico. Se representa por unas breves y solitarias notas que dejan caer el recuerdo de algo no consumado. Es un tema que alude, sobre todo, al presente y que queda proyectado a su vez en el hijo, que vive una historia a la inversa con su pareja (aunque esto la película no lo deja entrever claro). Lo escuchamos al final de Descubriendo a mi padre, dónde el hijo empieza a empatizar con su padre (hasta ese momento repudiado) y, sobre todo, a través de un melancólico piano en el final de El hijo de Gonzalo. Este tema, que escuchamos casi al final de la película, servirá como puente entre los tres temas hasta ahora citados, pues no muestra a una Lucía ya adulta a la que se entrega el manuscrito que la periodista ha escrito a partir de las cartas recopiladas que fue mandando al periódico Gonzalo. Asistimos a una bella escena en la que una mujer recuerda con un sonrisa y sin rencor, pero con gran nostalgia y amor, esa historia prohibida, ese verano y al que fue el amor de su vida.
- Adela
Hay un hermoso tema muy del estilo de John Barry para la hermana de Hernán, Adela. Es un homenaje a ella, un tema cargado de candor y dulzura, muy inspirado, y que expresa la inocencia de la joven y, en general, de la juventud. No existe una génesis real de este tema porque la película no profundiza lo suficiente en él, imagino que por cuestiones de metraje o darle más importancia a otras situaciones, aun siendo un personaje fundamental para el desenlace de la trama y que hubiese tenido muchas posibilidades a nivel dramático.
Así, tiene una función más de acompañamiento que explicativo o propiamente dramático (aunque adquiera connotaciones como tal). Lo escuchamos al inicio de La ira de Hernán, de una forma luctuosa y trágica, en Persecución y, sobre todo, el bellísimo Viña Adela, uno de esos cortes que merece escucharse una y otra vez y de los más emocionantes, sino el que más, de la edición. Tal vez este personaje debería haber tenido más protagonismo.
El Verano que Vivimos – Conclusiones
Ante todo, ésta es una banda sonora para expresar y trascender una historia en el tiempo al modo que lo hacían las grandes historias románticas clásicas. Para ello, un compositor necesita intuición antes que colocación, pasión antes que equilibrio e inspiración antes que técnica, aunque claro está, todo ello no está reñido. Es una película para entregarse completamente con la música sí realmente quieres que tu historia traspase la pantalla, al menos musicalmente. Y Jusid lo consigue con creces en un conjunto de piezas que resultan memorables en su exaltación de lo épico y desarrollo de lo melódico.
Ya no queda cine que nos regale estas partituras añejas, impregnadas de sabor musical, de gracia y, sobre todo, que haga trascender una historia de la forma que lo hace Federico Jusid. Para éste redactor sólo eso es motivo de celebración y basta hacerlo con una copita de Jerez, de esas que Gonzalo y Lucía degustaron mientras hacían cómplice El verano que vivimos.
El verano que vivimos
- ¿Quiere Que la Lleve? (2:40)
- En la Noche (3:06)
- El Verano Que Vivimos (1:44)
- Viña Adela (3:37)
- Carreras en la Playa (1:46)
- Un Tiempo Infinito (3:18)
- En la Feria (1:56)
- Aquel Verano (1:19)
- Marismas (2:24)
- Mi Refugio (1:23)
- Persecución (1:38)
- El Hijo de Gonzalo (2:30)
- Lucía Vega, Mi Prometida (2:01)
- Vámonos (4:14)
- La Ira de Hernán (3:34)
- Encuentros (1:41)
- Descubriendo a Mi Padre (1:21)
- Créditos el Verano Que Vivimos (2:17)
